Maite Ubiria
Aktualitateko erredaktorea, Ipar Euskal Herrian espezializatua / Redactora de actualidad, especializada en Ipar Euskal Herria

El 12,5%, la «regla de oro» que puede pesar como una losa en las legislativas francesas

Si el modelo de escrutinio, mayoritario a doble vuelta, condiciona de por sí la representatividad en los comicios para renovar la Asamblea Nacional francesa, el corte del 12,5% de votantes inscritos que se aplica para pasar a la segunda vuelta puede convertirse este domingo en una guillotina.

Un chaval mira a través de una urna en un colegio electoral de Authon, en los precedentes comicios legislativos de 2017.
Un chaval mira a través de una urna en un colegio electoral de Authon, en los precedentes comicios legislativos de 2017. (Guillaume SOUVANT | AFP)

Activada la cuenta atrás para que se pongan las urnas, hay una convicción general respecto a estas elecciones legislativas. Y es que aunque la pelea de bloques, que encarnan el macronismo (Ensemble!) y la alianza de izquierda (Nupes), ha animado el debate de un escrutinio llamado, en teoría, a ratificar el resultado de la presidencial, la nube de la abstención se anuncia espesa.

En 2017, la participación se desplomó (49,7%) en la primera vuelta y en las circunscripciones vascas, aunque se votó algo más que a escala hexagonal, la abstención se fijó en el 46,15%.

Cinco años antes, la abstención global en las tres circunscripciones en que votan los electores de Zuberoa, Nafaroa Beherea y Lapurdi fue seis puntos menor (40,19%).

Está por ver si la tónica, tal como apuntan todos los sondeos, se mantiene, o si el cierre de campaña a cara de perro a la que se ha consagrado el macronismo, que ha puesto en la diana a Jean-Luc Mélenchon con tanto o más ahínco con que azotara a Marine Le Pen en la elección presidencial, redunda en una reactivación de la llamada a las urnas.

En caso de una baja participación hay una «regla de oro» que, como el límite al déficit que marca Bruselas, puede apretar las tuercas a los candidatos en la noche electoral.

A decir verdad, un tal Manuel Valls ya probó de la medicina del 12,5%.

Ese es el porcentaje de voto que, teniendo en cuenta no el número de votantes sino el total de electores inscritos, se exige en la ley electoral a los candidatos para poder obtener el ansiado billete para la segunda vuelta.

Valls en puesto de bronce, pero sin medalla

Dos candidatos de esa quinta circunscripción de electores que residen en el extranjero, Renaud Barre (Nupes) y Stephane Vojetta (macronista disidente) disputarán la segunda vuelta del 19 de junio. Ello pese a que Valls, que llegó tercero, obtuvo cerca de un 16% de los votos en ese singular distrito, que incluye a Portugal, Andorra, Mónaco y Estado español.

La alta abstención –más allá de sus propios hándicap– convirtió en misión imposible para el ex primer ministro alcanzar la barrera del 12,5% de los inscritos, quedando así relegado de la liza electoral.

La abstención, más allá de sus implicaciones en términos de legitimidad democrática, puede añadir, por tanto, pimienta al recuento del 12 de junio.

Primera consecuencia. A más abstención, menos probabilidades de que haya más de dos candidatos en la votación final del 19 de junio.

Ya en 2017 solo en una circunscripción de las 577 que se renuevan en las elecciones legislativas galas hubo duelo a tres. En 2012 fueron 34, recuerda ‘Libération’, en uno de los muchos artículos que ha consagrado la prensa gala en la recta final de la campaña a la famosa regla del 12,5%.

Estima la cabecera parisina que con una abstención similar a la de la primera vuelta de 2017 hará falta recolectar alrededor de un 25% de votos para que ese resultado permita, por regla de tres, traducirse en el ansiado 12,5%. De cumplirse el vaticinio la noche de la calculadora estaría servida este domingo.

En el ámbito más cercano, el rotativo ‘Sud-Ouest’ ha adelantado sus propios cálculos.

De acuerdo a sus estimaciones, en la cuarta circunscripción, la vasco-bearnesa, que cuenta con 80.672 electores inscritos, hará falta sumar unos 10.000 votos para superar esa barrera, en la quinta –que integra a dos urbes principales, Baiona y Angelu– hay 98.913 inscritos, lo que elevaría el precio de la ansiada clasificación a 12.364 votos (unos mil más que en 2017). Y, finalmente, en la circunscripción del sur labortano, que incluye a Biarritz, habrá que hacerse con 13.141, al contar el censo de inscritos con 105.134 electoras y electores.

Sin embargo, existen algunas excepciones. La primera, al tratarse de un sistema mayoritario, implica que quien logra el 50% de los sufragios y un porcentaje de voto igual o superior al 25% de los inscritos, se queda con el escaño en juego desde la primera vuelta.

Con una abstención que galopa escrutinio a escrutinio son ya pocos los dichosos. Aquellas abultadas victorias que se atribuían notables vascos como Inchauspe, Grenet, Alliot-Marie... son historia.

Solo cuatro diputados lograron su escaño a la primera vuelta en 2017. Entre ellos un electo de referencia para los defensores de las lenguas minorizadas. Efectivamente, el bretón Paul Molac se hizo con el escaño por Morbihan en primera vuelta.

Hecha la salvedad, no se espera que el domingo aumente el número de socios de ese club de los afortunados.

¿Qué ocurre si ningún candidato alcanza la barrera del 12,5% de los votos sobre el censo?

Pasan a la segunda vuelta los dos primeros.

Si solo un aspirante superara ese listón disputaría la segunda vuelta con el segundo que reciba más votos, aunque no alcance el porcentaje sobre el censo requerido.