Además de tocar la viola profesionalmente y estudiar Historia del Arte, Helena Sotoca es conocida por ser la creadora de Femme Sapiens, una cuenta de Instagram que aborda la Historia del Arte desde una perspectiva de género y mediante un discurso crítico cargado de ironía, sátira y feminismo.
En ‘Ni musas ni sumisas’ –Editorial Bruguera–, la autora reflexiona sobre cuestiones como el arte, la mujer y su papel en la cultura, los cánones de belleza o la sexualidad femenina, de una manera insumisa y didáctica a partes iguales. Un ensayo que apuesta por reescribir nuestra memoria histórica de las artistas.
Como ella misma confiesa, «solo así podemos aprender del pasado para no repetir los errores en el presente. Un presente en el que las imágenes de las mujeres siguen siendo machistas. Y es que los cuadros misóginos que aparecen en este libro no pertenecen a un pasado ya superado. Son, en realidad, el inicio de una tradición que todavía continúa».
En torno al rol, de la mujer en la historia del arte, Sotoca explicó que «a pesar de la libertad a la que se asocia el arte, la realidad de las mujeres en el mundo del arte es todavía hoy muy deprimente. Cuesta mucho nombrar mujeres artistas y encontrarlas en los museos, no posando desnudas en los cuadros, sino como firmantes de las obras. Creo que hoy en día esa tendencia está cambiando de manera progresiva, cuando vamos a los museos intentamos encontrarlas, a pesar de que ello resulte, en muchas ocasiones, una tarea muy difícil».
El arte en el universo patriarcal
«¿Dónde están las mujeres en el mundo del arte? ¿Qué papel tienen? ¿Cómo se ha trasmitido su historia?», estas son algunas de las cuestiones que aborda Helena Sotoca en ‘Ni musas ni sumisas’, una revisión de la historia del arte occidental con perspectiva feminista. Por medio de explicaciones y comparaciones muy gráficas, la autora demuestra en su obra que el machismo en las obras de arte no es una cuestión del pasado, sino que es «el inicio de una tradición que todavía continúa».
En el inicio de ‘Ni musas, ni sumisas’, su autora recuerda que la intención de su libro es «rastrear con espíritu crítico el pasado para reparar el presente y no volver a tropezar en el futuro. Revisar la historia del arte desde una perspectiva de género supone, aprender a mirar de otra manera. Sobre todo es aprender a tener un juicio crítico para que cuando vayamos a un museo o cuando leamos un libro sobre una artista, se sepa siempre desde dónde nos están contando las cosas».
Sobre el lugar que ocupa la mujer en el arte, señaló que cabe la posibilidad de observarlas desde dos puntos diferentes, las creadas y las creadoras. Sobre las primeras dijo que «son las aparecen en los cuadros, tenemos millones y millones de ejemplos de mujeres que están en los cuadros. Ahí, en general, en la historia del arte, son objetos que están ahí para ser mirados por su belleza. Y si no, ocupan, o bien un espacio de perfección moral, como parecería ser la Virgen María, o un espacio de señalamiento moral como Eva, todas las femme fatales, prostitutas».
En relación a las segundas, Sotoca reveló que su rol depende del momento histórico porque «por lo general hubo una prohibición para ser artista. No ha habido tantas mujeres artistas como hombres artistas. Y esto es importante señalarlo porque a veces tendemos a decir: ‘Oye, ¿cómo que no ha habido mujeres artistas?’. Es verdad que las ha habido, pero muchas menos porque no se nos ha dejado. Y las pocas que han conseguido saltarse todos los obstáculos tenían invisibilización absoluta».
Finalmente y sobre las sorpresas que topó durante su investigación, reveló que «una de las cosas que más me sorprendió es descubrir cómo cosas que estaban muy normalizadas en periodos como el siglo XVII y que, todavía hoy, siguen normalizadas. Ejemplo de ello son las violaciones que aparecen en muchos cuadros. Símbolo evidente del placer de la violencia sexual y que era disfrutada por los reyes en sus aposentos y mientras observaban estos cuadros. En estos tiempos actuales, es similar a lo que podemos encontrar en cualquier página porno, con millones de videos de violaciones que hombres disfrutan viéndolos para, al igual que los reyes, sentir esa falsa sensación de poder. Puede que hayan cambiado las formas, pero los fondos siguen siendo los mismos».