«En el jazz y en la música contemporánea es donde el saxofón ha hallado una voz muy personal»
La Quincena Musical va cerrando capítulos. El miércoles 24 mismo tuvo lugar en las salas polivalentes del Kursaal el último concierto del ciclo de música contemporánea a cargo de SIGMA Project, un cuarteto de saxofones formado por Andrés Gomis, Ángel Soria, Alberto Chaves y Josetxo Silguero.
SIGMA Project suena a ciencia-ficción. ¿De dónde viene este nombre?
Es la suma. El origen del nombre es la letra del alfabeto griego sigma, que en ciencias se usa con el significado de sumatorio. Nos gusta contar que somos una suma, nosotros mismos y los invitados con los que trabajamos. Cuando se fundó el grupo en 2008 cada uno de los solistas tenía ya su pequeña carrera independiente y decidimos juntarnos –sumarnos– para crear un proyecto con una línea determinada. Cuartetos de saxofones como tal ya existían, pero ninguno que hubiera tomado las riendas de la investigación sonora y que se tratara de tú a tú con los grandes compositores. La creación del cuarteto fue por esa línea: crear un laboratorio sonoro y crear un nuevo repertorio. Lo que ha trascendido de SIGMA es esa faceta de investigación, de creación. Los ‘sigmáticos’ siempre buscamos sumarnos a nuevos proyectos y nuevas gentes.
El saxofón es un instrumento que se utiliza mucho, es muy versátil, pero como no forma parte de las orquestas sinfónicas, parece que está un poco excluido de la música clásica. ¿Cuál es el espacio real del saxo?
El saxofón es el último instrumento acústico inventado, la patente es de 1845. Cuando lo inventó, Adolphe Sax imaginó dos familias de instrumentos diferentes: una para las orquestas sinfónicas, en diferentes tonalidades, y otra para las bandas de música, que eran las agrupaciones fuera de lo sinfónico más habituales. Pero la orquesta estaba ya tan establecida que no cuajó. Sin embargo, a los diez años de la patente, por un decreto ministerial en Francia, todas las bandas militares tuvieron que añadir a su plantilla cinco saxofones, lo que le dio una proyección enorme.
Como nuevo instrumento, los grandes compositores han tenido el olfato de saber que el saxo es una nueva voz y muchas obras sinfónicas de finales del XIX o principios del XX –‘Cuadros para una exposición’, de Músorgski-Ravel; ‘L’Arlésienne’, de Bizet; ‘Werther’, de Massenent…– utilizan el saxofón como instrumento solista, pero luego desaparece; su sonoridad les gusta, es exótica, pero luego no saben qué hacer con él, está un poco indefinido. Menos mal que a principios del siglo XX el jazz descubrió el saxo a nivel mundial y se produjo el gran boom. También después de la guerra, tras la ruptura sónica de 1950, los compositores comenzaron a buscar nuevos instrumentos y el saxofón fue clave, porque respondía muy bien a ese nuevo lenguaje, tenía una voz propia que no imitaba a ningún otro instrumento. Y hoy en día es un instrumento fetiche a investigar y muy querido por los compositores actuales. En el jazz y en la música contemporánea es donde el saxofón ha encontrado una voz muy personal.
Decía usted antes que un cuarteto de saxos no es una novedad pero, precisamente por eso, ¿qué aporta una combinación de cuatro saxos? ¿Qué lo hace interesante?
En primer lugar, la sonoridad, que llama la atención por lo poco habitual. Estamos acostumbrados a encontrar cuartetos de cuerda en las temporadas de cámara, pero nunca de saxofones. Y, en segundo lugar, los compositores trabajan buscando nuevas sonoridades en esta combinación de instrumentos que puedan seguir sorprendiendo.
Nosotros, en concreto, entendemos el cuarteto como un metasaxofón, porque podemos abarcar desde el sopranino hasta el saxo contrabajo, podemos hacer todo tipo de paletas, y además hemos desechado la imagen del cuarteto habitual, siendo el primer cuarteto en generar obra nueva para cuatro saxofones bajos, por ejemplo.
Son innumerables los estrenos mundiales de SIGMA Project. ¿Cómo se consigue que los compositores se animen a escribir para ustedes?
Con paciencia. Reconozco que al inicio no fue fácil, precisamente por ser una formación nueva y poco conocida. Llamábamos a las puertas de todos los grandes compositores, pero no nos conocía nadie. Así que tuvimos que ir despacio y empezar a trabajar con gente más cercana –Verdú, Posadas, José Manuel López López…–, lo que ha generado que podamos documentar y grabar nuestro trabajo, que se creen nuevas obras, y así en el siguiente acercamiento ya no somos tan desconocidos. Eso se va alimentando y te abre muchas puertas hasta que llega un momento en que ya tenemos una serie de nombres internacionales de primer orden con los que trabajamos habitualmente, además de jóvenes compositores de todo el mundo que nos envían sus obras para que les echemos un vistazo. También nosotros mismos a veces generamos nuestros propios encargos a través de las ayudas públicas que pueda haber –Gobierno Vasco, INAEM, Fundación SIEMENS, el sistema de Ibermúsicas en Latinoamérica…– abriendo nuestros propios caminos y posibilidades.
Estar siempre estrenando obras de estilos y lenguajes diferentes, ¿no dificulta la creación de un sonido propio, distintivo?
Al contrario. Lo que ha hecho este trabajo es dotar a SIGMA de un sonido muy particular. Hemos conseguido tener una visión rápida de cuál es la estética sonora de las obras que recibimos y no se nos complica encontrar ese camino, fuera del trabajo técnico que tengamos que hacer cada uno de nosotros. Y, por otro lado, tenemos un par de programas de música antigua –Scarlatti, Gesualdo e incluso gregoriano– en los que aplicar esa sonoridad a esas obras –que en su día también eran contemporáneas– da mucha versatilidad al cuarteto, al sonido, y se enriquece todo mutuamente.
Las actuaciones de SIGMA Project están acompañadas generalmente por videoproyecciones, performances, otras artes plásticas…
La música no necesita nada de todo esto. Podríamos poner cualquier grabación para darnos cuenta de que la música por sí sola es suficiente, sin que esté acompañada de nada. Pero es verdad que somos un grupo del siglo XXI, que ha nacido en 2008, y esta época no es solo sonido: es escena, es visual. Somos conscientes de la época en la que vivimos y creemos que cualquiera de estos complementos suma y enriquece. Ya desde el primer concierto nos lo planteamos así: cuidar la imagen visual de nuestras actuaciones, que también forma parte de ese todo. Está claro que no vamos a disfrazar una mala obra con una escenografía, sino a acompañar lo musical con algo bien pensado desde el principio.
En el concierto del miércoles se conmemora el aniversario de los Encuentros de Iruñea, que fue un punto de inflexión en el mundo artístico.
Efectivamente, fue un momento muy controvertido, pero supuso un antes y un después. El revulsivo artístico es necesario en todo momento, y más en esta situación tan convulsa como la que estamos viviendo, tanto a nivel político, como económico, cultural, social… Ahí es donde surgen los grandes cambios: de la protesta y de la inquietud surge la reivindicación artística.
Los Encuentros de Pamplona fueron algo mítico, una locura, sobre todo por el atrevimiento que generó y la controversia, de un lado o de otro, desde cualquier posicionamiento político y social. Y que todo esto fuera generado por un apoyo privado es algo increíble. Luis de Pablo y José Luis Alexanco fueron unos visionarios, pero apenas se les ha reconocido.
En el 25 aniversario de los Encuentros, se hizo algo en el Museo Reina Sofía y en el Museo de Pamplona también, pero siempre ha sido un reconocimiento desde el mundo artístico, no en el musical. Siempre se habla de la plástica, de la arquitectura… pero fue un movimiento muy importante y vamos a intentar que sea un pequeño homenaje, pero desde lo musical, con esos tres iconos que estuvieron: de Pablo, Xenakis y Cage y obras de los compositores que actualmente tienen la edad que tenían los grandes en aquel momento: Erkoreka, Helga Arias… Y hemos querido incluir también la siguiente generación con una obra de estreno de Nuria Giménez Comas.
Háblenos de ese estreno.
Es una compositora que nos resultaba interesante y llevábamos dos años hablando con ella a la espera de que llegara el momento adecuado. Al final llegó y es este.
Nuria tiene una estética en la que la electrónica es muy importante y ha tratado de trasladar esas sonoridades de la electrónica al trabajo con los saxofones, de modo que, si el público no mirase, si no viera los saxofones, se creyera completamente que era una cuestión de electrónica. Ese tipo de investigación es lo que hemos desarrollado y hemos encontrado desde un orgánico muy específico –dos saxofones barítonos y dos tenores que permutan a alto– y todo esto modificado con sordinas de trompeta para crear nuevas sonoridades. Esto da unas texturas de sonidos mantenidos impresionantes. Es una obra con mucha fuerza y estamos muy contentos del resultado.