Es difícil precisar cómo y cuándo, pero la realidad es que el recién fallecido Mijail Gorbachov ha tenido también una marcada faceta mediática. Seguramente ha sido un líder postmoderno. Y un rostro casi familiar en Occidente, sin duda mucho más que sus predecesores al frente de la Unión Soviética.
Unos pocos años antes, casi nadie conocía bien la cara de Andropov o Chernenko al oeste de la «cortina de acero». En cuanto a Breznev, se bromeaba en torno a sus megacejas o los besos con Honecker, el líder de la Alemania del Este, la imagen dibujada en el Muro de Berlín. Todos ellos aparecían como políticos lejanos y grises vistos desde esta parte del planeta, representantes de una institución que ya aparecía destartalada. Hasta que llegó este hombre calvito con aquella mancha en la cabeza que parecía un signo mágico [y que además iba a ganarse los favores políticos del mundo occidental, como refleja este obituario en NAIZ]
Gorbachov iba a convertirse en un rostro extremadamente popular y polifacético, reconocible en el mismo álbum de cromos de los 80 y parte de los 90 en el que estaban Ronald Reagan, Margaret Thatcher o el Papa Wojtyla. Y lo mismo ocurrió con sus eslóganes, en un idioma que en ese tiempo apenas conocían fuera de la URSS algunos expertos en literatura rusa. «Glasnost» y «perestroika» no solo están en los libros de historia, sino que se pusieron de moda y casi entraron en el acerbo común al nivel de «new deal», «whatever it takes» o el «Ich bin ein Berliner!» de Kennedy, frases esquemáticas y eficaces al mismo tiempo.
Gorbachov era un hombre visual, que sería ser visto y también oído. Y ya fuera en serio o en modo parodia
En tiempos más recientes, a la «perestroika», que sería «la reconstrucción», le tomaría el relevo la «troika», vigilando las economías de los estados europeos, y no en plan amistoso precisamente, aunque con una fonética similar.
Hoy día en el mundo hay hasta bares y restaurantes con esa denominación, ‘Perestroika’, aunque ni es el nombre del dueño ni quizás este sepa de dónde viene el término. La palabra ha perdido «el aura original», como decía Walter Benjamin en ‘La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica’.
En pantalla
Mijail Gorbachov era un hombre «visual», que quería ser visto. Hasta que ha podido siempre lo ha hecho, siendo invitado a congresos y manifestaciones, y siempre la noticia era él, él y sus frases.
Poner su cara en cualquier obra audiovisual suponía garantía de éxito, ya fuera en plan serio o de parodia. ¿Quién se podía imaginar a un expresidente de la Unión Soviética en un anuncio publicitario de una famosísima marca de cadenas de pizzas americanas? Pues es lo que pasó entre 1997 y 1998, en una experiencia que tiene ni más ni menos que una página dedicada en Wikipedia.
Hubo un montón de polémicas sobre aquel anuncio, con Gorbachov acusado de haberse «vendido al enemigo». Hoy en día, donde en Rusia las cadenas de fast food padecen bastantes problemas, es curioso volver a ver aquel vídeo grabado cerca de la célebre Plaza Roja de Moscú.
Más tenía de parodia, sin embargo, el inicio de la primera película de la trilogía de ‘Agárralo como puedas’. El policía Frank Drebin (Leslie Nielsen) entra en una especie de reunión secreta de los enemigos de Estados Unidos, con Gadafi, Arafat, Jomeini y Saddam Hussein, y empieza a pegarse con todos ellos. Es un magistral de pelea «slapstick», donde uno de los últimos en caer es Gorbachov, que acababa de decir: «En algunas encuestas soy más popular del presidente americano». Drebin le agarra el cuello y, sin hacer nada más, con un pañuelo le quita la mancha de la cabeza. Luego, mirando en la cámara, afirma: «Lo sabía». ¿Tomadura de pelo o realidad?
En ‘Agárralo como puedas’ Gorbachov desliza: «En algunas encuestas soy más popular que el presidente americano»
Luego está el baile de Zangief. Mister Bison, criminal extremadamente cruel de la organización Shadaloo, sucumbe a los golpes del colosal Zangief. Desde arriba la escalera de un avión privado, probablemente un helicóptero, entra en la pantalla del ordenador. Baja un hombre calvito con una mancha en su cabeza. Felicita a su compatriota y aparece la bandera roja de la Unión Soviética con la cara de este pasajero famoso: «Comrade Zangief, you have made your country proud and shown that the Soviet spirit can overcome all obstacles. Now it's time to celebrate in the appropriate Russian fashion». («Camarada Zangief, usted ha hecho orgulloso a su pueblo y enseñado que el espíritu soviético puede superar cada obstáculo. Ahora hay que celebrarlo al modo ruso»).
Es Gorbachov, por supuesto. Olvidémonos de que un ruso hable a otro ruso en inglés (como mucho en la ‘Gran Madre’ se hablaba francés en el siglo XIX), pero lo que vemos después está totalmente fuera de contexto. Hay miles y miles de personas que han probado alguna vez ‘Street Fighter’, uno de los videojuegos más exitosos de la historia. Para los que nunca lo hayan conocido, se trataba de elegir personaje entre un grupo de combatientes de varias partes del mundo y derrotar a todos los otros, utilizando técnicas especiales y espectaculares.
Tras haber completado este ciclo, un vídeo final explicaba el pasado del luchador por el que se había optado. Y si se cogía a Zangief, soviético crecido entre osos, este terminaba bailando con Gorbachov. «Mr. President, you dance very well» («Señor presidente, baila usted muy bien»), le dice, mientras tres presuntas espías del KGB, situados detrás, acompañan la danza. «You know, it keeps me in shape. Everybody dance», le contesta el líder, ({Ya, me mantiene en forma, que bailen todos»). Y así durante 20 segundos.
‘Street Fighter’ salió a la venta casi cuando Gorbachov cayó. Pero Zangief ya no se actualizaría con los siguientes líderes soviéticos o rusos
Un resumen simple de años de historia, lleno de estereotipos. El tonto soviético esperando celebrar con el presidente (al que admira y adula porque «baila bien»), y el presidente subrayando la idea de la patria, la importancia de ser ruso. Todo en el idioma global, en inglés, para un consumo más fácil.
Aquel ‘Street Fighter’ salió a la venta en las primeras semanas de 1991, es decir, justo antes de la caída de Gorbachov. Pero el personaje de Zangief no se actualizaría ya con los siguientes líderes soviéticos o rusos.