Cuenta atrás electoral en Nafarroa con el PSN soñando en bunkerizarla
Este curso finalizará la legislatura en Nafarroa. La derecha no ve claro recuperar el Gobierno, por lo que la estrategia que impulsó Navarra Suma parece haber perdido su justificación. Geroa Bai tampoco pasa por su momento más ilusionante. EH Bildu tiene, en principio, vía despejada para avanzar.
Arranca el curso en Nafarroa con elecciones en el horizonte. Su característica más destacable pasa por una fragmentación de la derecha, que no se ha materializado aún. De una candidatura cuasi unitaria (faltó Vox, que en aquel momento apenas estaba despuntando) van a pasar a tres o cuatro papeletas. UPN, PP, Vox y Ciudadanos podrían ir por separado y tal fragmentación en ese espacio político no se ha conocido. Probablemente acusen esos ocho años en la oposición y unas malas perspectivas para recobrar el poder en la próxima cita electoral, puesto que la capacidad de pactos resulta escasa. Y es sabido que la fragmentación penaliza en los recuentos y desanima.
La derecha tiene tiempo para recoserse, por lo que el divorcio entre PP y UPN –con el aliciente de los díscolos Sergio Sayas y Carlos García Adanero– centrará la atención de aquí al 28 de mayo.
Llamar la atención es una de las claves para obtener un buen resultado, pero el riesgo de que el votante se quede en casa por no gustarle el espectáculo es real (ya se quedaron en casa una vez, permitiendo el Gobierno de Uxue Barkos).
No hay que descuidar que, por el camino, PP y UPN irán realizando encuestas de cuyo resultado puede depender que, al final, esta ruptura que hoy se ve tan clara se confirme o no. Nueve son muchos meses y dan para piruetas.
Que la derecha lleve dos legislaturas fuera del Gobierno no quiere decir que no tengan nada que perder. En 2019 salvaron Tutera y, sobre todo, Iruñea, que gobiernan en minoría. De ahí que resolver el embrollo del veto municipal a EH Bildu, que derivó en que Navarra Suma se hiciera con la Alcaldía de la capital y grandes poblaciones (durante un tiempo incluso Lizarra), se adivina un elemento nuclear de las negociaciones postelectorales.
El PSN, en clave sobre todo estatal
María Chivite aspira, por su parte, a la reelección. Salvo vuelco electoral, podrá pivotar hacia la derecha o hacia la izquierda, con la que ha gobernado esta última legislatura. La espada de Damocles de las elecciones en el Estado, fechadas para noviembre de 2023, determinará su decisión. El PSN es consciente –así lo admiten en privado– de que la Presidencia de Nafarroa les resulta estratégica.
En caso de que Sánchez pierda la reválida, el PSOE necesita continuar presidiendo todas las comunidades que pueda, y no tiene tantas a mano. Con el PP en La Moncloa y sin gobernar algún territorio, a buen seguro el PSOE entraría en una crisis de magnitud. Nafarroa, para Ferraz, es hoy ante todo un búnker para esas posibles vacas flacas.
Chivite, en consecuencia, tratará de ser presidenta con quien sea, aunque prefiere en solitario y se diría que con los socios actuales (por lo menos en el arranque), que le han proporcionado cuatro años ciertamente estables.
Por otra parte, en las últimas elecciones en Nafarroa Sánchez cotizaba muy al alza. Ahora ya no. Y en Nafarroa, lo que pasa en Madrid tira mucho. Esto hace que las perspectivas del PSN para mejorar esos 11 escaños, aun habiendo gobernado, no sean ahora mismo las mejores.
Si no son las elecciones soñadas ni para la derecha ni para que el PSN siga creciendo, el terreno abonado para la oportunidad se desplaza hacia otra parte. Y no parece ser la de Geroa Bai.
La necesidad perentoria del PSN de seguir en la Presidencia como sea dificulta visibilizar una alternativa a Chivite aun con Uxue Barkos presentándose de nuevo. Y si eso no se ve, ilusionar no resulta fácil.
Las diferencias entre PSN y Geroa Bai se han ido acrecentando dentro del gobierno de coalición. La tensión creciente de la cuenta atrás electoral no ayudará a que la relación mejore. Más bien las disonancias se amplificarán y deberán medir bien hasta qué punto.
Oportunidad para crecer
Sumando todo, a EH Bildu no le pinta nada mal para mejorar resultados. Su aspiración pasa por seguir siendo necesario en el juego de mayorías y colocarse entre las tres opciones más votadas.
Sobre esta formación pesa aún el veto que le dejó fuera de muchos de los ayuntamientos y en el Gobierno (no le dejó entrar en el Ejecutivo Chivite, pero tampoco lo hizo Barkos). Pero cuanta más amplia sea su base social, más se necesiten sus votos y más normalizado sea el diálogo, más difícil será mantener este cada vez más alambicado ostracismo.
EH Bildu, por otra parte, apuesta de partida por un cambio de candidata. Bakartxo Ruiz, que cogió el partido en tiempos muy confusos, deja a Laura Aznal una formación consolidada y clave en las mayorías. Aznal, economista que entró al Parlamento hace cuatro años, no es una candidata de riesgo.
En cuanto a Podemos e IUN, ambos han rejuvenecido (muchísimo) sus direcciones. A diferencia de las anteriores, Begoña Alfaro y Carlos Guzmán, solo necesitan que la alianza en el Estado no reviente para que la fusión culmine.
Si juntos mantienen o mejoran resultados, podrían volver a contar para el juego de mayorías. En esta legislatura son irrelevantes.