Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión
CRíTICA DE 'BLACK IS BELTZA II: AINHOA' (VELóDROMO)

Cuando una película trasciende la dictadura de una pantalla

Euskal Herria, 2022. 86'. Dtor.: Fermin Muguruza. Guion:  Fermin Muguruza, Harkaitz Cano, Isa Campo
Prod.: Jone Miren Unanua Villava, Hugo Castro Fau, Daniel Seletti. Voc. orig.: Maria Cruickshank, Itziar Ituño, Antonio De La Torre, Ariadna Gil, Eneko Sagardoy. Mús: Maite Arroitajauregi

'Black is Beltza II: Ainhoa'
'Black is Beltza II: Ainhoa' (TALKA RECORDS)

Por el momento, el que esto escribe no es un bot y le resulta imposible desligar lo emocional dentro de un proyecto que, al igual que el propio Fermin Muguruza, cuenta con suficientes pulsaciones como para subvertir lo establecido.

Para empezar, y dejando a un lado la atmósfera de fiesta, reivindicación y recuerdo que se respiraba en un velódromo abarrotado y reconvertido en máquina del tiempo, cabría subrayar que 'Ainhoa' hubiese funcionado igual sin su complemento 'Black is Beltza II'.

Es una secuela sentimental que no requería de los dos puntos que delimitan su título y a la que tan solo le bastaba con uno para subrayar su declaración de intenciones y otorgar plenos poderes a su protagonista. El motivo de esta simple elucubración es que la película funciona dentro de un contexto histórico tan apabullante que, en muchos de sus tramos, trasciende a su protagonista y la libera del peso de su pasado, ligada a los ya mencionados dos puntos.

En esta 'rara avis' dentro de la ficción -lo es porque se preocupa de hacer escalas detalladas en paisajes y personajes que siempre han sido tendentes a ser silenciados o tergiversados-, somos partícipes de un nuevo viaje iniciático, un retorno por parte de Ainhoa al territorio Comanche en el que nació y se crió su padre, Manex.

Aquí también volvemos a encontrarnos con el espíritu de Corto Maltés, una presencia invisible pero intuída que siempre estuvo en el momento y lugar adecuado y que nunca se conformó con ser rol silente e invisible dentro de los acontecimientos que presenció. Ainhoa también asume la conducta del marino de Malta dentro de una década tan convulsa como fascinante.

De la mano de Muguruza, su protagonista -en un concepto muy coral de personajes- se mueve en la trastienda de la historia para ser partícipe de episodios muy arraigados en el imaginario colectivo de una Euskal Herria sacudida por tantas cosas y que siempre han sido calladas.

'Black is Beltza II: Ainhoa' tiene la virtud de respetar el rol de viajero temporal que debe asumir el espectador y delega en él la capacidad de analizar una cronología que ha sido muy bien elaborada y calibrada. La arquitectura de aquellas calles que siempre recordamos con humo, lluvia y plagadas de carteles y pintadas, su apabullante banda sonora y los diálogos que huyen del artificio y lo vacuo, funcionan dentro de un conjunto estudiado al milímetro en su ritmo y en su diseño de personajes.

Muguruza ha logrado la que es, hasta el momento, su mejor y más personal película y lo ha hecho amparado en su propia honestidad a la hora de abordar un tiempo del que nunca será ajeno.

A título personal son muchas las escenas que me han impactado, tanto en su plano técnico como argumental -cómo olvidar el eco de las rotativas de Egin, la voz y presencia de Salu o las marcas horarias de Egin Irratia creadas a partir del 'Lepoan hartu'-, por ese motivo me quedo con la sensación general de haber cruzado la frontera de una gigantesca pantalla para ser espectador-viajero sin el artificio del 3D.