La lluvia apelotonaba a la gente bajo unas carpas negras que se quedaron escasas de espacio. Los últimos y los más amables han tenido que apañárselas con el paraguas. Así han dejado espacio a la gente más mayor, que en muchas casos, era además nieta, sobrina o hija de las personas a las que se ha honrado simbólicamente durante la inauguración del memorial sobre los centros de detención –regulares e irregulares– que el bando fascista desplegó por la ciudad después del golpe de estado.
Esa misma lluvia también ha tapado alguna lágrima en la recta final, la más emotiva, cuando estos familiares han vertido la tierra recogida en distintas fosas comunes por todo el territorio bajo la última de las pesadas losas de piedra que conforman este nuevo punto de memoria, ubicado en la calle Aralar, en la trasera de la Plaza de Toros. Algunas heridas, por viejas que sean, siguen doliendo.
En ese lugar se levantaba la Perrera Municipal, uno de estos espacios de represión destinado a detenciones cortas e interrogatorios que incluyeron la tortura. Hay testimonios de empleo por parte de la Policía de «vergas» de metal en la Perrera con las que apalizaban a los detenidos hasta caer al suelo y, una vez ahí tirados, continuar con patadas.
El de la Perrera es solo uno de los 15 centros de cautiverio y represión que se han documentado en la ciudad y cuya existencia viene el memorial a recordar desde una perspectiva artística y reflexiva, con una obra escultórica, y otra más didáctica y documental a través de un panel explicativo.
De este modo, junto a las losas del memorial, se ha colocado un atril que da acceso a la documentación existente sobre cada uno de estos puntos, disponible en el apartado "Ciudad de los Cautivos" del portal Oroibidea.
Hubo otros espacios mucho más relevantes que la Perrera, como la propia Plaza de Toros o el campo de fútbol de San Juan, que sirvieron como campos de concentración. Los más representativos, sin embargo, fueron la prisión provincial, el desaparecido convento de la Merced y el fuerte de Ezkaba.
En esa tierra traída de Valcardera, de Ibero, de Larraga, de Otsaportillo, del Cementerio de las Botellas y de otras de las grandes fosas comunes se han clavado claveles rojos antes de que se bailara el aurresku. Los operarios, algo apartados, esperaban su turno con una pequeña grúa para completar el monumento, cuyo simbolismo explicó a NAIZ su autor, el arquitecto Alberto Odériz.
La inauguración ha contado con una notable presencia institucional, encabezada por la consejera de Relaciones Ciudadanas, Ana Ollo, y el vicepresidente segundo, José Mari Aierdi, así como el presidente del Parlamento, Unai Uhalde. Por parte del Ayuntamiento, acudió la segunda teniente de alcalde, María Chávarri.
El alcalde de Iruñea, Enrique Maya, ha considerado más importante su presencia a la manifestación en Baiona en favor de las corridas de toros. Esta decisión va en línea con el interés mostrado por el Consistorio en el propio memorial, que ha sido costeado en su totalidad por el Instituto de la Memoria, limitándose el consistorio a no poner trabas con los permisos necesarios.
Han intervenido en el acto el propio Hualde, quien subrayó que el memorial rinde homenaje a «más de 15.000 personas presas, muchas asesinadas, cuyo injusto sufrimiento se pretende reconocer como contribución a la causa de la libertad, la justicia, la democracia y el republicanismo».
El presidente del Parlamento ha incidido, además, en la necesidad de espacios como este ante la reaparición de «discursos negacionistas» legitimadores de aquella barbarie. Por ello, ha renovado el compromiso de la Cámara con la memoria democrática.
Poniendo voz a las víctimas ha acudido al atril Blanca Oria, nieta de Florentino Rubio, un agricultor de Torres del Río ejecutado en 1937 y arrojado a una cuneta de Beriain. La historia de Rubio ejemplifica bien la función de espacios de exterminio que jugaban estos centros de cautiverio.
En un primer momento, Rubio fue detenido sin causa y trasladado a Lizarra, donde estuvo preso varios meses. Después, le hicieron firmar una puesta en libertad para posteriormente secuestrarlo y llevarlo a la prisión de Ezkaba. Tras pasar en aquel lúgubre penal un tiempo más, lo volvieron a montar en un camión hasta un lugar cercano, pero discreto, donde le descerrajaron un tiro en la nuca tras forzarle a excavar su propia tumba.
Esos centros nutrieron las principales fosas comunes de Nafarroa, donde el número de ejecutados se eleva a 3.507.
De eso trata, a fin de cuentas, el memorial y el acto de este mediodía. Los centros de detención implantados tras el golpe de estado sirvieron como elementos de castigo y persecución de la disidencia, pero también como sistema de clasificación para ver quién debía vivir y quién no. Esos centros nutrieron, finalmente, las principales fosas de Nafarroa, donde el número de ejecutados se ha cifrado en 3.507.
Estas desapariciones dieron después pie a un duelo de décadas para las familias que desembocó en 1978 con las exhumaciones tempranas y prosigue hoy con las exhumaciones científica, en las que se intenta determinar a través del ADN la identidad de los enterrados. Un camino por la recuperación de la memoria que se ha tratado de enlazar con el memorial mediante el vertido de esa tierra bajo la última de las losas.
La consejera Ollo, en su intervención, ha defendido la utilidad de la investigación histórica para divulgar esta realidad a la sociedad «a través de un espacio público reconocible» y que alude al «terror vivido».
La forma del memorial –dispuesto como una serie de losas que aluden a pequeños panteones, pero que permiten sentarse y funcionar como bancos– invitará a futuro –según ha apuntado Ollo– a que la gente acuda al lugar a reflexionar.