Personas sin hogar: relatos de una realidad invisibilizada
Alrededor de 80 personas carecen de un techo bajo el que cobijarse en Iruñea; en el conjunto de Euskal Herria, las cifras también son preocupantes. Más allá de números, NAIZ charla con personas que se enfrentan a esta realidad y recoge las debilidades presentes para atajarla.
Abderrahmane y Charaf amanecen bajo algún puente de Iruñea. Desayunan en el Centro San Miguel de Cáritas, donde pueden asearse y lavar su ropa, y acuden a la asociación Lantxotegi para aprender castellano, conocer a gente y hacer red. Comen y cenan en el Comedor Solidario París 365 y vuelven a buscar un cobijo en algún punto de la capital vasca. No tienen acceso a ningún tipo de ayudas ni trabajo, pero en su hogar, Marruecos, «no había futuro», relatan a NAIZ. Tienen 25 y 23 años y no tienen reparos en contar su historia.
Han pasado más de diez meses desde que Abderrahmane, subido a un camión que embarcaron en un ferry, cruzó el estrecho desde Tánger. Conoció a Charaf en las calles de Iruñea, donde, según los datos que el Centro de Atención a Personas sin Hogar (PSH) del Ayuntamiento facilita a este periódico, alrededor de 80 personas convierten algún punto de la ciudad en una morada precario y, sobre todo, efímera. Con los datos del INE, la proporción de personas sin hogar por cada 100.000 habitantes en Nafarroa se coloca en 214, y en la CAV alcanza los 315, las mayores tasas del Estado español junto a Ceuta.
«Estudiaba Derecho Público en la Universidad y cuando terminé, no encontraba trabajo, tuve una mala situación allí y decido venir a Almería, donde pasé seis meses. Luego quise llegar hasta Bilbao, pero me quedé sin dinero en Pamplona», prosigue Abderrahmane. De acuerdo con el INE, los principales motivos por los que se quedaron sin hogar las personas encuestadas es el tener que empezar de cero tras llegar desde otro país, la pérdida del trabajo y el desahucio de su vivienda. ¿Dónde dormirán esta noche? «En un parque, hasta que la policía me eche otra vez. Nos juntamos más de veinte chicos y hay mucha gente en otros sitios de la ciudad. Cuando somos muchos, nos echan», apuntan.
Vivir en la calle es una realidad invisible sobre la cual todavía perduran estigmas. «Nos juzgan sin conocernos. Creen que somos malas personas, pero hemos tenido una vida difícil para llegar aquí. Es complicado conseguir cosas cuando no te conoce nadie y estás solo», sostiene Abderrahmane. Como Charaf, quiere estudiar y hacer algún curso, pero primero desean aprender «bien» castellano, meta de la que están más cerca gracias al programa Ahlan Bek –bienvenidos, en árabe– de Lantxotegi. «Surgió hace dos años, y se trata de un programa de alfabetización con el castellano como base que también ofrece una labor de acompañamiento», explica Santi, trabajador social de la asociación.
Esta labor de acompañamiento en sus procesos biográfico resulta fundamental, dadas las dificultades que se encuentran personas como Abderrahmane o Charaf, que todavía no tienen acceso a ayuda alguna. «Se ha marcado un criterio que no está escrito, pero que verbalmente nos lo han comentado: hasta que no lleven cuatro meses en la ciudad, no tienen acceso al empadronamiento y, por tanto, a recursos», afirma Santi. Un criterio que Myriam Gómez, trabajadora social y coordinadora general del París 365, considera «alegal» porque «en ningún sitio se recoge que haya que certificar que llevas cuatro meses en un municipio para empadronarte», pero al tratarse de una indicación verbal, «quién me lo dijo ayer me puede decir mañana que eso yo no te lo he dicho», matiza.
Son las asociaciones como Lantxotegi las que certifican que las personas que pernoctan en la calle llevan en la ciudad los meses correspondientes. «Abderrahmane y Charaf son chicos muy fuertes y tienen las ideas muy claras. Les queda poco para llegar a los cuatro meses, pero ves a muchos chavales a los que todo ese tiempo en la calle les acava destrozandodo. El hecho de mantener en situación de calle prolongada a las personas es tirarte piedras contra tu propio tejado», remarca Santi.
Una trabajadora social del Gobierno navarro insiste en que «la clave es el problema de empadronamiento como exigencia de muchas prestaciones como la Renta Garantizada o ayudas para la vivienda». Así, explica que «a los colectivos más vulnerables como familias con menores, persona enfermas, personas mayores o menores que han estado tutelados por el Gobierno de Navarra siempre se les da una salida desde los diferentes Servicios Sociales, aunque muchas veces haya dificultades o soluciones precarias».
¿Y los albergues?
En Iruñea, el PSH, ubicado en Trinitarios, dispone de varios programas para personas sin hogar empadronadas desde hace tiempo en la ciudad, mediante el cual los usuarios «pueden estar un mes, dos o más, dependiendo de la valoración que hagan los técnicos del centro», explica Víctor Manuel Martínez, coordinador de Grupo 5, empresa privada que gestiona este albergue municipal que cuenta con 50 plazas, de las que 25 se destinan a las personas empadronadas y la otra mitad a las denominadas «itinerantes», las cuales disponen de una estancia de un máximo de tres días por año. Después, se les ofrece un billete de autobús a alguna localidad dentro de Nafarroa o a «provincias limítrofes». Sin embargo, muchas asociaciones no comparten esa calificación, dado que personas como Abderrahmane y Charaf desean establecerse en Iruñea y desarrollar allí su proyecto de vida.
Cuando el mercurio roza los tres grados, el albergue de Trinitarios activa un protocolo y amplía el número de plazas, pero Martínez indica que «también se tienen en cuenta otras circunstancias climatológicas adversas, como la lluvia». El programa ola de frío se activó el pasado 18 de noviembre por orden del Ayuntamiento de Iruñea, una apertura no exenta de polémica, teniendo en cuenta que varias asociaciones denunciaron que el albergue no acogió a algunas personas estando activo el protocolo invernal. El propio alcalde, Enrique Maya, explicó que hubo «error de coordinación» con el albergue. A fin de cuentas, una variable más de una situación preocupante y que refleja que los servicios sociales no dan abasto.
«Con el programa ola de frío activado, tenemos un total de 58 plazas, todas ocupadas. El resto se están derivando a los alojamientos alternativos como otros albergues, pensiones y hostales, con los que estamos en coordinación», señala Martínez. El propio Centro dispone de un experimentado equipo de atención en calle y acompañamiento social para las personas que duermen en los pasadizos de la ciudad y les ayudan en todo lo referente a su situación, desde acompañarles al médico, hasta los diferentes servicios donde creen que les pueden atender. «El perfil de las personas si hogar es muy amplio, es cierto que hay muchas personas jóvenes y migrantes, pero también está el perfil cronificado de calle, personas con problemas de consumo...», explica el coordinador del Grupo 5.
El Área de Servicios Sociales del Consistorio iruindarra dispone además del comedor municipal ‘On Egin’, labor que también realiza el comedor solidario París 365, donde ofrecen tres comidas diarias por un euro al día a personas que por razones económicas, de salud o sociales no pueden acceder a una alimentación adecuada. «Atendemos a 70 personas diariamente, y desgraciadamente hay personas en listas de espera porque el espacio de la cocina no da para más», señala Gómez.
Aquí no hay quien viva
Además de reflejar la situación de las personas que no dispone de un techo, la definición de las personas sin hogar incluye asimismo a aquellas que se encuentran en «alojamientos» extremadamente precarios, donde no gozan de unas condiciones que garanticen una vida digna. A este respecto, más de la mitad de las personas que atiende el París 365 «se encuentran en situación de insalubridad, en infraviviendas», apunta Gómez. «Hay mucha gente que está siendo extorsionada con el tema de las habitaciones. Hay casos en los que diez o doce personas viven una sola vivienda, les ponen turnos para poder asearse, algunos no tienen derecho a cocina e incluso alquilan el pasillo», denuncia.
La coordinadora del París 365 detalla que no son mafias, sino caseros particulares que «también hacen negocio con el empadronamiento». Como explican anteriormente, conseguirlo se ha convertido en la llave de acceso a múltiples derechos, servicios y prestaciones para poder subsistir, pero denuncian que «hay propietarios que están cobrando por el empadronamiento sin ningún tipo de pudor. Es obsceno, el padrón es un derecho que tenemos como ciudadanas».
En ese sentido, varias trabajadoras sociales afirman que nunca habían visto esta situación respecto a la vivienda, pues existen verdaderas dificultades para alquilar pisos. La discriminación al arrendar viviendas está normalizada y también los alquileres abusivos. «El problema no es que no haya vivienda, es que no hay recursos para acceder a las mismas. Es muy triste que ya ni nos dé vergüenza buscar solo habitaciones, ya no hablamos ni de vivienda y lo estamos normalizando», apunta Gómez.
La citada encuesta del INE, que se ha actualizado después de una década, apunta que, desde 2012, el número de personas sin hogar en el Estado ha aumentado en más de 5.600 personas, al pasar de unas 22.900 a más de 28.500 en 2022. En Nafarroa, la Red contra la Pobreza alerta de un aumento de la alta exclusión respecto al 2020. «No nos gusta céntranos en que hay más o menos personas. No son números insostenibles, el problema es que los recursos están desequilibrados. Hacen falta políticas de acogida, responder con los medios necesarios. Si tenemos personas buscando un futuro mejor, ¿qué decisión queremos tomar como ciudad?; ¿queremos aumentar la alta exclusión o queremos ayudar a personas como Abderrahmane y Charaf?», sentencia Santi.