Las fuerzas israelíes lanzaron en la madrugada de ayer una incursión a gran escala y asediaron el campamento de refugiados de Jenin con comandos de fuerzas especiales, decenas de vehículos blindados y francotiradores. Y de inmediato estallaron fuertes enfrentamientos armados con combatientes de la resistencia palestina. Según la versión del Ejército israelí, habrían enviado sus fuerzas especiales para detener a miembros de la Yihad Islámica sospechosos de llevar a cabo y planear «múltiples ataques terroristas importantes».
Las consecuencias del ataque israelí, según el Ministerio de Salud palestino, dejaron un reguero de sangre y y un saldo de muertes aterrador: al menos nueve palestinos murieron por disparos de los sionistas, entre ellos una mujer de 60 años, y otras 20 personas resultaron heridas con munición real, cuatro de las cuáles estaban en condiciones críticas. Los funcionarios de Salud dijeron que la situación en el terreno era muy difícil, con oleadas de heridos que seguían llegando a los hospitales, a pesar de que las fuerzas israelíes continuaban obstruyendo el trabajo de ambulancias y médicos.
Redadas casi diarias
Según declaró Wissam Baker, director del hospital público de Jenin, «la operación no tiene precedentes en términos de amplitud y de cantidad de muertos y heridos». Visiblemente emocionado por la rabia, informó de que «el conductor de una ambulancia trató de llegar a uno de los mártires que estaba en el suelo, pero las fuerzas israelíes dispararon directamente a la ambulancia y les impidieron socorrerle». Además, denunció que las fuerzas israelíes también dispararon hacia el hospital botes de gas lacrimógeno «que se filtró en la división infantil, causando lesiones por asfixia, incluso entre los niños».
Israel mató a 170 palestinos, incluidos 30 niños, en Cisjordania y Jerusalén el año pasado. Este mes de enero, ya suman 29 los muertos. También atacó Gaza en agosto y mató a 49 palestinos, incluidos 17 niños.
La de de ayer en Jenin fue la más mortífera de las operaciones de incursión casi diarias que Israel viene realizando en la Cisjordania ocupada. En los últimos tres meses se han multiplicado las muertes de palestinos en las redadas nocturnas que han tenido lugar particularmente en las ciudades de Jenin y Nablús. Israel afirma que su objetivo es aplastar la limitada pero creciente resistencia armada palestina, particularmente bien implantada en ambas ciudades. Han muerto civiles, algunos que se enfrentaban al Ejército durante las redadas, y también transeúntes no implicados, combatientes abatidos en «asesinatos selectivos» y en choques armados. Israel dice atacar solo a los combatientes, pero la realidad es que durante sus operaciones están muriendo decenas de civiles, incluidos niños. Esta política israelí, según la ONU, hizo que 2022 fuera el año más mortífero para los palestinos desde 2006, y en lo en 2023 se va camino de superarlo si el número de muertes se mantiene a este nivel.
Indignación e hipocresía
Las tensiones sobre el terreno han ido aumentando desde el levantamiento popular palestino de mayo de 2021, que comenzó con protestas contra el desplazamiento forzado en el barrio ocupado de Sheikh Jarrah en Jerusalén Este. Los palestinos creen que Israel utiliza estas redadas para llevar a cabo ejecuciones extrajudiciales sin rendir cuentas. Varios han causado especial indignación entre los palestinos, como las muertes de una adolescente de 16 años muerta a tiros en el tejado de su casa durante una redada en Jenin o la de un estudiante de 18 años cuando se dirigía a la escuela.
Sin duda, la tensión entró en ebullición extrema el pasado mayo, cuando las fuerzas israelíes mataron a sangre fría a la veterana corresponsal palestina de Al-Jazeera, Shireen Abu Akleh, mientras cubría una incursión en Jenin.
La posibilidad de un levantamiento palestino a gran escala está ahí, y más ante el nuevo Gobierno de extrema derecha en Israel.
Se escribe fácil, pero la ONU cifra en más de 9.000 los palestinos heridos por las fuerzas sionistas en Cisjordania desde principios de 2022.
Los ataques de los colonos israelíes contra los palestinos, en particular en Nablús, también van en aumento y se acusa a los militares israelíes de hacer poco para detenerlos. Es más, los colonos piden una represión militar más dura en el norte de Cisjordania y el nuevo Gobierno de extrema derecha de Israel ha otorgado un papel destacado a personajes como Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Nacional y líder de l partido extremista Poder Judío, que ha expresado su apoyo al colono israelí-estadounidense Baruch Goldstein, que en 1994 mató a 29 palestinos en la masacre de la Mezquita Ibrahimi de Hebrón.
Por otra parte, varios analistas coinciden en que hay otro elemento que ahonda la indignación de los palestinos: la guerra en Ucrania, en la que ven un evidente doble rasero, una asombrosa hipocresía. Ante la invasión rusa, los países occidentales invocan el derecho internacional, imponen sanciones paralizantes, reciben a los refugiados con los brazos abiertos y vitorean la resistencia armada ucraniana. En Palestina, sin embargo, la agresión ha continuado durante siete décadas con la complicidad de esos países, y la reacción a la limpieza étnica, a los abusos y las muertes casi diarias ha sido, en el mejor de los casos, inexistente. Y esa falta de respuesta real y fuerte, tanto árabe como internacional, alienta a Israel, que continuará haciendo lo que quiera sin castigo.