La iniciativa ‘+Kirola’ de Balonmano Bera Bera, que arrancó con una charla de Nerea Pena, ha tenido a Natalia Arroyo como segunda invitada este lunes. La entrenadora de la Real Sociedad conversó con Iris Moreno, antes de someterse también a las preguntas del público, durante una hora larga en la que se trató la situación del deporte femenino y la propia experiencia de Arroyo antes y después de llegar a la Real.
Bastante antes de fichar por el club donostiarra, la catalana fue jugadora. En un fútbol muy diferente al de hoy, cuando «las categorías están más estructuradas», hay «más posibilidades de jugar cerca de casa» y «la niña que empieza tiene clubes y entrenadores capacitados, no son el padre o el tío que venían a entrenar, que lo hacían con la mejor intención pero no estaban preparados. Y hoy tienen referentes. Cuando yo jugaba, no aparecía en prensa, menos aún en televisión y tampoco había redes sociales. Hoy ven hasta dónde pueden llegar, pueden decir yo quiero seguir avanzando para ser como estas futbolistas…».
Aunque ese no sea el único camino que debe motivar a niños y jóvenes. De hecho, Arroyo considera que algo que debería ser positivo, como es «la posibilidad de tener un horizonte profesional». no siempre lo es. «Con quince años, el deporte tiene que competir con otros intereses, y a veces, si no se ven con futuro para ser profesional, lo dejan. Pero no tiene que ser lo único que nos motive, hay muchas maneras de practicar deporte. El deporte también se puede entender como un juego. Yo he sido competitiva y he tenido la suerte de hacer un itinerario pero no tiene por qué ser ese el camino, igual me gusta el deporte como juego y no la competición. Hay muchas maneras de entender el deporte».
En su caso, que es el habitual, tuvo que compaginar el fútbol con los estudios. Concretamente con los de Comunicación Audiovisual que, al igual que su trabajo como periodista, le ayudan en su faceta de entrenadora. «Me ha ayudado a seguir la competición, ver cuantos más partidos mejor, seguir a los entrenadores… Y estar atenta a lo que ocurre en los partidos, las alineaciones, las decisiones de los entrenadores… También en el intentar acertar en cómo comunicar la información; intento transmitir ideas claras con palabras sencillas, con el lenguaje de las jugadoras, intento no utilizar palabras extrañas, te tienen que entender».
Los roles
Considera fundamental la comunicación «en ambos sentidos» en su relación con las futbolistas aunque reconoce que «es difícil acertar siempre», que el camino depende «de la jugadora, del día, de la situación…», pero también que no es una lideresa «del tipo autoritario. No encaja con los tiempos actuales ni conmigo. Pero depende de muchas cosas, del día, del contexto, de con quién estás trabajando… Yo puedo ser de una manera con mi grupo de trabajo y de otra con mis jugadoras; son edades distintas y los del cuerpo técnico son tus iguales y las jugadoras no. Ellas tampoco te miran igual, eres la que les puede dejar en el banquillo, no puede ser de tú a tú. Lo complicado es saber manejar pero imponer no me acabaría de salir». Lo que no cree es que necesariamente se le dé mejor que a un hombre manejar un vestuario femenino por el hecho de ser mujer. «Creo que hay jugadoras más y menos complicadas, edades más o menos complicadas, gente más o menos capacitada, personas con las que tienes más o menos feeling… Y creo que la jugadora también te pide algo en función de quién estuviera antes que tú. Antes que yo en la Real estuvo un entrenador más veterano y quizá alguien pensaba que al llegar una mujer y más joven, conectaría mejor con las jugadoras. Pero ¿eso qué quiere decir? ¿Que diría sí a todo? Si además tampoco somos la misma generación ni tenemos el mismo rol».
Ni la misma experiencia en el fútbol. Porque el que conoció Arroyo como jugadora no es el de las mujeres que «tuvieron que luchar hasta por el derecho a practicar un deporte» y tampoco su lucha fue «la actual» aunque existir, sigue existiendo. «Vivimos en una realidad social superabierta de mente para muchas cosas. Pero a veces da la sensación de que “nos dejan” hacer cosas. Y que “nos dejen” no es suficiente, me gustaría acabar con ese tono que a veces se nota de “ya se están quejando”. Es que igual no es suficiente. Lo que me cabrea un poco es que el otro lado mediático se coma la reivindicación para convertirla en “ya se están quejando otra vez”. Que esté mejor que ayer no quiere decir que esté bien, se puede estar agradecida y saber que queda camino por recorrer». Por eso la entrenadora txuriurdin cree que el deporte femenino necesita instituciones y clubes que crean y no que aparenten. «Que lo hagan porque creen y si no, que se aparten y dejen hacer. Que lo hagan porque creen en ello, no porque nos deban nada, aunque nos lo puedan deber. No lo hagas “porque tengo que”, por impostura, sino que sea una apuesta honesta. El fútbol femenino está lleno de proyectos que suben un año y bajan otro. Y lo que necesita el deporte femenino es consolidar los proyectos, no ir a arreones. Apostar de manera decidida, honesta y estable; con honestidad y sin caridad. Y nosotras actuar en consonancia».
En este último sentido, Arroyo subrayó la necesidad de que también por parte de las jugadoras se tome conciencia de que las cosas no pueden cambiar de la noche a la mañana ni forzarlas en exceso «porque si los hilos se tensan demasiado, se rompen». Y es que el dinero no cae de los árboles aunque el debate al que lleva reconocerlo pueda no ser cómodo. No se mira a otro lado la entrenadora catalana, que se preguntaba «¿cuánto de infinito tiene que ser el deporte profesional? Queremos unas condiciones dignas para vivir nuestra profesión y que se nos den los recursos para ver si somos capaces de hacer bien este deporte» pero es complicado que todos los deportistas, independientemente de sexo y especialidad, puedan vivir de ello. Asegura, a este respecto, que «el fútbol femenino tiene la suerte de ser fútbol. Tiene la capacidad de convocar a más medios porque el medio periodístico es futbolero, las redacciones son futboleras, es lo que arrastra… Quizá vemos un partido de balonmano y nos cortamos más antes de comentar un movimiento o una decisión del árbitro, no nos sentimos tan seguros, pero en fútbol la gente se atreve a ser entrenador, árbitro, jugador… No creo que (el amateurismo) sea algo exclusivo del deporte femenino. Excepto en baloncesto masculino, pocos clubes más hay, la realidad profesional del deporte en España no es muy abundante. Quizá hay que entenderlo así –insistió–, que hay algunos deportistas top y que los que no alcancen ese top tengan que dedicarse al deporte desde el amateurismo. Ojalá no pero el dinero no es ilimitado. Nosotras tenemos la suerte de ser fútbol… y la mala suerte de ser femenino», sonrió.
En contacto con los aficionados
Lo cierto es que el fútbol femenino avanza a buen paso y eso se refleja en múltiples factores. Confía Arroyo en que no se dé, por ejemplo, la «bunkerización» por la que ha apostado claramente el fútbol masculino, aunque percibe que «ya está pasando en algún rinconcito. Pero la jugadora, en general, está con esa voluntad de conectar, la cercanía con el público le sigue motivando. El deporte femenino está consiguiendo conectar. Es gente normal, con familias normales, que vive en casas normales y tiene coches normales… Y eso conecta. Cuando acaba el partido, la gente viene, hayamos ganado o perdido, y las jugadoras lo disfrutan. El deporte femenino ha conseguido mantener eso, que después de un partido haya luego un post en el que las jugadoras se quedan, se paran… Hay una conexión». El nivel de exigencia también ha aumentado y eso influye en la vida de las futbolistas, que muchas veces tienen problemas de conciliación con sus estudios. «Se tiene en cuenta si están durmiendo menos porque están de exámenes, etcétera. No cambios el entrenamiento por eso pero igual no aprietas tanto. Pero también creo que tienen que empezar a elegir. Tener otra vida les va a ayudar, dedicarse cien por cien al fútbol sería un error. Pero 50-50 es complicado cuando hablamos del alto nivel con su exigencia. Hay que buscar otras fórmulas, matricularse de menos asignaturas, estudios a distancias… y poco a poco se va dando».
Cree que también irá cambiando un aspecto que preocupa ahora especialmente a los seguidores txuriurdines, al ver próxima la finalización de los contratos de muchas de sus jugadoras, la duración de estos. «A veces es por dudas de las jugadoras, el miedo a querer marcharse y tener contrato y no poder; otras veces los clubes porque no saben si es la jugadora que quieren… Pero los dos años se acaban rápido y más si se hace una buena temporada. Pero creo que cuando se empiece a normalizar el pago de traspasos, también crecerá el tiempo de los contratos. En realidad, es una garantía laboral saber que tienes tres o cuatro o más años de contrato pero las jugadoras no lo ven así ahora mismo, prefieren verse más libres».