Daniel   Galvalizi
Periodista

Yolanda, Podemos y la mala costumbre de jugar al borde del abismo

La izquierda española mantiene un pulso irredente cuyo final promete estar bien lejos. Una batalla de declaraciones y por el control de los tiempos corre el riesgo de llevar a la apatía de sus votantes. El reto de la vicepresidenta: ser líder además de candidata.

Yolanda Díaz inaugura el centro estatal de empleo un día después de anunciar su candidatura para las próximas elecciones.
Yolanda Díaz inaugura el centro estatal de empleo un día después de anunciar su candidatura para las próximas elecciones. (Marta FERNÁNDEZ | EUROPA PRESS)

«¿Irene Montero?», pregunta el periodista del diario ‘El País’ en el vídeo viralizado por centenares de miles. «...una política», responde Yolanda Díaz. La militancia virtual de Podemos, muy activada e incentivada en redes sociales, replica con rabia, considerando esa respuesta una provocación.

Algunos políticos aliados de la vicepresidenta consideraron un error táctico esa frase porque no solo la ministra de Igualdad representa al alma ideológica (y muy agredida) de la formación morada actualmente sino porque el formato audiovisual es letal: la entrevistada dedicó más palabras, negativas o positivas, a todos los personajes por los que fue consultada y la comparación causó estragos.

No importa que Díaz quizás no haya sabido responder mejor, no tenga las mismas habilidades comunicacionales ante la interpelación periodística que otros líderes. El pulso que mantiene el incipiente y creciente equipo de Sumar con la cúpula de Podemos ha llevado las cosas a tal extremo y de manera tan expuesta que los activistas virtuales ni se permiten dudar de la presunta mala intención de aquella respuesta.

Es un ejemplo más de este contexto crítico en el que se ha sumergido el cosmos político a la izquierda del PSOE que no es independentista. El mal hábito de la disputa interna llevada a límites indebidos (especialmente en la forma y en la táctica que en el contenido, porque aquí no se está hablando de programas) vuelve a hacerse presente. No es que la confrontación sea mala en política. De hecho, es preciso tenerla porque siempre hay intereses divergente que discutir y procesar. El problema es cuando la crisis parece inerte y frívola para un electorado que ya bastante tiene que soportar en estos tiempos de pospandemia bélica e inflación.

Polarización para sumar (adeptos)

Irene Montero en una entrevista radial lanzó una advertencia solapada esta semana recordando un pasado traumático para la formación morada. «A Errejón también le dijeron que iba a tener un muy buen resultado electoral», señaló en alusión a la escisión que concretó en la primavera de 2019 el emblema de la traición para los ‘pablistas’. Fue un dardo encriptado: cuidado con creerte lo que los poderes fácticos te digan en pos de romper la unidad y así ayudar a eliminar a Podemos.

Que aniquilar a Podemos y a los soberanistas catalanes y vascos es el gran anhelo del Palco del Bernabeu no es novedad. También es legítimo y normal que la vicepresidenta aproveche esta coyuntura del favor mediático de los grandes medios para imponer su narrativa. Por más que la caricia de hoy sea efímera si ella acaba representando los mismos intereses y la misma irreverencia ante el poder de cuando no era ministra. La diputada Díaz era mucho más beligerante en su discurso antes de ser designada heredera política por Pablo Iglesias.

Su cambio, es muy posible, no responde a un cambio ideológico sino táctico. Hace más de un año el equipo asesor en comunicación y estratégico admitía en conversación informal con NAIZ que se estaba buscando un perfil que trascendiese a Podemos porque la marca electoral tenía un techo por el lógico desgaste de años de asedio mediático e intento de ruptura del statu quo. Nada es gratis y la pérdida de escaños y favor de votantes lo demuestra.

La misma estrategia no solo sigue y ha sido potenciada y desde el entorno ‘yolander’ los más realistas (que huyen de la idealización superflua de la dirigente gallega en la que muchos están cayendo). Díaz polariza con Pablo Iglesias, su más potente crítico, porque ella triunfa en la construcción simbólica de su personaje de candidata y líder de la nueva plataforma.

Las respuestas de Díaz a las críticas son en extremo educadas, nada punzantes, aunque a veces sus silencios hagan un ruido estremecedor, como cuando no defendió ciertos proyectos insignia de las ministras de Podemos

Sus respuestas a esas críticas son en extremo educadas, nada punzantes, aunque a veces sus silencios hagan un ruido estremecedor, como cuando no defendió ciertos proyectos insignia de las ministras de Podemos o cuando no pone claridad al votante entre las fuerzas de izquierda, que comparten la foto en un acto para confluir en un algo en las generales aunque competirán entre ellas en territorio en siete semanas. Un caos de interpretación para el votante desprevenido.

Díaz confirmó en la mencionada entrevista lo que desde NAIZ se informó el fin de semana pasado: la reunión personal que mantuvo con Iglesias. Es cierto que desde entonces las críticas del líder sin cargo son más moderadas y el entorno de la vicepresidenta así lo reconoce. Pero el pulso sigue y en Sumar hasta parece que lo disfrutan. Acabar unidos pero con un Podemos más disuelto y con menos poder de presión, contar con ellos pero tras haber quedado bien claro que la nueva líder es diferente. Ese parece ser el objetivo.

Nunca hay que subestimar los factores emocionales y personales en política porque al fin y al cabo la política la hacen humanos que sienten, sufren y sueñan. Uno de los principales aliados políticos de Díaz explicaba a NAIZ que la vicepresidenta «sin duda» desea la unidad pero tiene un carácter que la endurece cuando siente que buscan acorralarla o forzarla a tomar decisiones. Ella quiere gobernar los tiempos. Al fin y al cabo la de ella es una batalla por el poder y a largo plazo, y está en todo su derecho.

La diferencia es que la de la cúpula de Podemos es una batalla por la superviviencia. Pocos, o nadie, hubieran imaginado que el rumbo que tomaría Díaz al aceptar (a regañadientes al principio, según se han ocupado de filtrar) ser la sustituta de Iglesias al frente de Unidas Podemos (es decir, de todas las confluencias y su representación en el Gobierno) hubiera sido este.

La de la cúpula de Podemos es una batalla por la superviviencia. En la polarización no crecen sino consolidan a su votante más leal.

Pero es lo que es y ahora ellos en la polarización no crecen sino consolidan a su votante más leal. Lo necesitan para tener un buen resultado en las autonómicas y municipales y tener esa carta para negociar en la mesa que discutirá las listas electorales (primarias mediante, se supone) y la forma en que la confluencia Sumar se organizará para ir a las generales.

Podemos tiene a favor que cuenta con una estructura en todo el Estado pero tiene en contra que en Madrid, tanto en la región como en la capital, peligra obtener siquiera representación. Y que en Catalunya su marca va de acompañante secundaria con los de En Comú de Ada Colau, aliada neta de Díaz.

Por otro lado, los morados e Izquierda Unida han alcanzado un récord de acuerdos para concurrir juntos el 28M. De hecho, en cinco regiones es la primera vez: Nafarroa (con Begoña Alfaro de candidata por Contigo Navarra), Murcia, Cantabria, Canarias y La Rioja. No todas son noticias de desunión.

Las confluencias y noviembre

Desde Podemos tampoco todos piensan igual. NAIZ pudo constatar que al menos dos miembros de la Ejecutiva estatal, madrileños ellos, batallaron por ir al acto del domingo pasado en el Polideportivo Magariños pero ganó, en la discusión del cónclave hecho el día anterior, no participar. Los ‘pablistas’ no quieren dar un cheque en blanco que no saben bien cómo van a cobrar.

La secretaria general de Podemos, la diputada por Nafarroa Ione Belarra, hace malabares para cuidar la gestión y la relación gubernamental con Díaz y con las posiciones más extremas de su amiga personal desde tiempos universitarios, Irene Montero, representante orgánica de esa facción más dura que en los medios representa Iglesias. Desde el entorno de la vicepresidenta valoran su rol, aunque las negociaciones entre ambos partidos las llevan adelante Lilith Verstrynge (número 3 de Podemos) y el jefe de gabinete de la ministra de Trabajo, Josep Vendrell. Fuentes moradas indican que por ahora no hay fecha de nueva reunión entre ambos.

El debate también tiene que ver con las confluencias. Los más desconfiados de Podemos creen que Díaz quiere delegar la estructura en Madrid y en el País Valencià en el errejonismo y en Compromís, y que estos no desean una alianza. Desde Más Madrid uno de los diputados y candidatos el 28M aseguró a NAIZ que hay voluntad de unión, no hay animadversión contra los morados y que desde Sumar les informaron que planteaban «un diálogo multilateral entre las distintas fuerzas», algo que para ellos cuadra genial pero que a una formación con trayectoria y presencia como Podemos le suena fatal.

Jugar al borde del abismo parece ser una costumbre a la que la izquierda española es adicta. La disputa es entendible y legítima pero a veces peligrosa si no es digerible para los votantes.

El candidato a presidente de la Generalitat valenciana por Compromís, Joan Baldoví, no ha ayudado con sus declaraciones diciendo que «no» van a permitir un trato «bilateral» entre Sumar y Podemos. Cabe recordar que allí la autonomía es gobernada en tripartito con el PSPV y Podem. Con sus palabras arrojó mas leña al fuego pero sin embargo no quiso estar presente el domingo pasado, y solo fue por parte de su partido el alcalde Joan Ribó (que no representa al Bloc, el partido de Baldoví).

En esta marea de idas y vueltas que confunden, y que hablan de cosas que al votante medio le importan poco y nada, hay algo en lo que sí están de acuerdo los ‘pablistas’ y los ‘yolander’: el pulso será llevado hasta el final, y ese final es mediados de otoño, cuando se diriman las listas electorales (salvo que Pedro Sánchez, titiritero principal, decida adelantar los comicios, pero eso es muy improbable).

Jugar al borde del abismo parece ser una costumbre a la que la izquierda española es adicta. La disputa es entendible y legítima pero a veces peligrosa si no es digerible para los votantes. No hay que ser un maestro de la demoscopía para saber que estos ruidos políticos provocan desmovilización del electorado. Por algo, algunos de ambos bandos dejan trascender que lo mejor es el sosiego por unos días, aprovechar para ello la Semana Santa y retomar, con más calma las negociaciones en unos días. Por el bien de ellos y por los que temen a Feijóo y Abascal en Moncloa, ojalá estos pacificadores sean escuchados.