«Antes de la guerra, en Ucrania podían detestar a Putin pero no tenían animosidad hacia Rusia»
El investigador donostiarra y especialista en Europa del Este, Borja Lasheras, señala que la guerra en Ucrania ha profundizado un proceso de «desidentificación» con Moscú y considera que el conflicto continuará hasta 2024.
Cuando en 2015 Borja Lasheras comenzó a focalizar su investigación académica en Ucrania como parte de su trabajo en el Center for European Policy Analysis (CEPA), difícilmente hubiera imaginado que unos años después ese país al que le dedicaba tanto tiempo y esfuerzo pasaría a ser objeto de atención mundial permanente.
Nacido en Donostia, Lasheras es graduado en Derecho Público de la Universidad de Deusto, especializado en crímenes de guerra y Europa del Este. Ha vivido en Bilbo, Madrid, Países Bajos, Estados Unidos, Bosnia y Albania. En los últimos años sus visitas a Ucrania se han vuelto tan asiduas y sus contactos con la cultura y la gente de ese país tan arraigado que le dio material de sobra para poder escribir “Estación Ucrania. El país que fue” (Ed. Libros del K.O.).
En entrevista con NAIZ habla de su libro, una radiografía sobre esa nación tan diversa, gigante y, actualmente, bajo el microscopio permanente de los medios, del peculiar sistema político unitario y con ciudades-estado ucraniano y de sus visitas a Ucrania también en tiempos de guerra.
¿Cuándo fue la última vez que estuvo en Ucrania?
En enero. Paso bastante tiempo todavía por allí. Gran parte del último año es trabajo concreto en el terreno. Los trenes funcionan fantásticamente, por eso entrar no es tan complicado. Esta última vez me quedé más por el oeste, entrevistando a un historiador ucraniano, que cito en el libro. Tengo un montón de amigos y conocidos por todo el país. En diciembre tuve reuniones de trabajo en Kiev y también ayudé a repartir ayuda, colaborando con redes de voluntarios.
Su primera estadía allí fue 2015. ¿Qué país encontró?
La primera vez fue después de la revolución naranja, en 2008. Yo era mucho más joven, lo recuerdo borroso. En 2015 como parte de mi trabajo de investigador, creía que tenía que conocer bien Ucrania; si tu trabajo es analizar la situación allí es importante ir a conocerla en el terreno y estudiar el idioma. Luego estuve yendo mucho, pasando estancias y desde 2018 a 2021 asesoré al Gobierno de Sánchez en materia de Ucrania.
En 2015 me encontré un país en efervescencia política con un gran ánimo reformista, en el gobierno había varias figuras del sector reformista, del Maidán, y por otro lado una guerra con periodos de intensidad. Llegué justo después de la firma de los acuerdos de Minsk. Podías estar en Kiev y había fiestas por la noche, mucha actividad cultural y la guerra parecía algo lejano y la gente estaba con grandes esperanzas. Una mezcla de vivir una tragedia como la anexión de Crimea y la guerra del Donbás, y en el resto del país casi absoluta normalidad. El libro recoge eso, esa vida normal.
¿Hay mucha diferencia entre Kiev y el resto del país, como sucede con otras capitales grandes al estilo París-Estado francés?
Buena pregunta… Las grandes ciudades de Ucrania han sido casi ciudades-Estado, con una gran idiosincrasia propia. Jarkov, Odessa, Lviv... tienen su propio núcleo de élites, a veces con una relación tensa con Kiev. A la vez, Kiev es un poco como la ciudad sagrada, mezcla de amor-odio, las élites te dicen «todo el mundo odia a Kiev pero todos quieren ir a Kiev». Es el punto central del país, todos encuentran su lugar allí. Kiev es fuente de problemas, si quieres, pero también de inspiración. Las grandes ciudades tienen sus propias lógicas, idiosincrasia, su núcleo de élites y eso explica alguno de los desarrollos políticos modernos ucranianos.
Desde el Kremlin nunca entendieron esto, desde su lógica imperialista, no ven que cada ciudad son entes políticos, por ejemplo, en Jarkiv son muy orgullosos, Rusia fracasó allí en 2014 y por eso ahora también.
A los agentes democráticos en estas ciudades les fastidia mucho porque que el gobierno central alcance acuerdo con los oligarcas locales. Hay tensión entre la vieja y la nueva guardia. Se dan unas políticas de conveniencia independientemente del color político en Kiev. Cabe recordar que Ucrania es un estado unitario con elementos descentralizados, dividido en provincias, y una tradición municipalista importante.
Ha contado que una cafetería a la que usted iba siempre, Stari Hem, en Jarkov, fue borrada del mapa.
Estuve varias veces allí. Stari Hem significa «el viejo Hem», por Hemingway, porque es un sitio de escritores y gente joven, en pleno centro donde la gente se reunía a leer literatura y beber. En marzo del año pasado le alcanzó un misil ruso, un amigo me lo contó y lo vi en persona en octubre. Era un sitio de encuentro de artistas, escritores y también cervecería. Verlo en ruinas tiene un elemento de trauma para mí, no te voy a engañar.
¿Me está diciendo que estuvo en Jarkov en octubre en pleno conflicto?
Sí. Allí estuvo fatal entre marzo y setiembre, los rusos estaban al norte de la ciudad y eso fue un infierno. Yo fui después de la contraofensiva que empujó a los rusos fuera de la provincia y la ciudad dejó de estar a tiro de artillería.
Me encontré una ciudad medio vacía pero vibrante de noche todavía, con sitio abiertos, pero un montón de alarmas. De hecho un misil ruso impactó en un edifico muy cerca de donde estábamos nosotros. Quien te diga que no tiene miedo estaría mintiendo, se puede tener miedo pero no estar asustado. En octubre había alarmas aéreas todo el rato, pero en diciembre ya había vuelto más gente, había una mayor actividad económica, y hasta estuve en un festival literario y un encuentro musical, pero subterráneos claro. Lo peor es en las zonas mas cercanas del frente, al este, como Bajmut, todo eso es un agujero negro, ya no existe.
Según su experiencia, ¿el ucraniano de a pie diferencia el Kremlin de la ciudadanía rusa?
Antes de febrero, la mayor parte de los ucranianos tenía una opinión bastante favorable de Rusia. Una minoría no, pero en las estadísticas se ve que la mayoría no tenía sentimientos especialmente negativos. Eso ha cambiado y, por otra parte, tienes programas de TV rusa donde todos los días hablan de la destrucción de Ucrania y hacen bromas sobre alarmas aéreas, etc, y eso llega a Ucrania.
Si tuviera que resumirlo, la gente podía detestar a Putin pero no tenía animosidad intensa contra Rusia y los rusos, pero ahora es peor. Probablemente te encuentres posiciones mezcladas, muchos amigos y conocidos míos tienen familiares en Rusia y cuentan que no les han llamado o mostrado empatía. El Kremlin se ha encargado de inocular mucha pasividad en la sociedad rusa. Es muy complejo.
¿Y cómo es la coexistencia con el ucraniano rusohablante que se siente más ruso que ucraniano o siente ambas identidad por igual?
Hay que distinguir los rusófonos de los ciudadanos de origen ruso. Hay entre un 16% y un 18% de ciudadanos de origen ruso o hijos de rusos. Hay muchos ciudadanos que hablan ruso pero la lengua en Ucrania no es un factor de adscripción política. Que hablen ruso como primera lengua no significa adhesión, no hay causalidad. Un poco diferente es el caso en los ciudadanos de origen ruso; en zonas como Donetsk ha habido una pérdida de identificación que fue creciendo, es también algo generacional. Hay en general una desidentificación con Rusia y un fenómeno de mayor identificación con Ucrania, independiente de la lengua que se hable.
Por ejemplo, Jarkiv mayormente la han gobernado alcaldes pro-rusos, lo que no significa que sean partidarios de Rusia en la guerra. Por eso ha fracasado Rusia, porque desde febrero cada vez más gente que hablaba los dos idiomas está hablando más ucraniano y va creciendo el rechazo. Hablan ruso en casa pero fuera no.
Con los ucranianos que usted hablaba, ¿creían que la invasión rusa iba a llegar tarde o temprano?
Siempre tenían miedo de que esto podía empeorar y que Rusia decidiera invadir completamente. Mucha gente no lo quería ver venir porque la consecuencia sería brutal, había una especie de autosugestión. En mi entorno pensaban que, probablemente, sucedería algo en el Donbass. La prueba está que muchos no se fueron antes de la guerra, no la creían tanto.
Ha habido proscripción de varios partidos políticos y cierre de medios, además de la existencia del batallón Azov. ¿Los ucranianos son conscientes de ello? ¿Lo avalan?
He visto estos argumentos, pero lo que suelo decir es que lo que se han prohibido son plataformas rusas en Ucrania. Dicho esto, Ucrania es miembro del Consejo de Europa y las decisiones que toma suelen ser revisadas por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Si ha habido excesos, tarde o temprano este tipo de cosas se verán y los ucranianos responden a estas cosas, son muy críticos. Una de las decisiones recientes de destituir a algunos responsables del gobierno, altos cargos, por negligencia o corrupción, fue por la sociedad civil.
«La guerra probablemente dure hasta buena parte del año que viene»
Muchos te dicen «ahora no podemos hablar de esto pero después de la guerra habrá que verlo». Hay libertad de expresión y un elevado grado de crítica y el gobierno ucraniano es reactivo a este tipo de cosas porque le pasa factura políticamente. Otra cosa es que haya elementos de populismo. Ahora hay una situación de seguridad nacional y seguramente algunas decisiones merezcan revisarse.
¿La sociedad ucraniana antes de la guerra estaba muy politizada? En asuntos como el feminismo, derechos civiles, etc.
Sí, hay una parte de la población, que eso es heredado de la Unión Soviética, que crece en la apatía política. Hay una ambivalencia, depende también las regiones y del grupo social, pero hay una politización considerable y de organización civil. Antes de la guerra todo era discusión sobre reformas democráticas, lucha contra la corrupción y contra los oligarcas. También mucho populismo, un fenómeno muy ucraniano, la gente habla de nacionalismo pero en realidad lo que hay es populismo. El político ucraniano medio para llegar al cargo tenía que tener altas dosis de populismo. Quizás ahora el nivel de crítica es menor, pero si el gobierno se pasa de la raya la gente se lo hace ver. El estado de derecho en Ucrania funciona, aunque de manera muy imperfecta.
¿Qué cree que va a pasar?
La guerra va para largo, de una u otra forma. Putin no concibe que Ucrania siga existiendo como tal, de ahí la movilización que puso en marcha en setiembre y su seudo-anexión. Preveo que no alcanzará sus objetivos y los ucranianos seguirán resistiendo. Salvo que haya un cambio político en Rusia, a largo plazo la guerra continuará. El Gobierno ruso mantiene los mismos objetivos y habla de las fronteras históricas rusas. La guerra probablemente dure hasta buena parte del año que viene.