Conviene aclarar, para quienes se sientan molestos por el estreno en nuestra salas de una película rusa, que se trata de una obra del disidente y opositor exiliado Kirill Serebrennikov. Su nueva realización ‘Limonov: The Ballad of Eddie’ (2023) la ha rodado ya fuera de su país con un reparto internacional encabezado por Ben Whishaw y Sandrine Bonnaire, y es un biopic del poeta Eduard Limonov, líder de la resistencia contra Putin, y presidente de La Otra Rusia al frente del Partido Nacional Blochevique.
Pero la película que le ha llevado a esta situación es justo la que ahora se estrena con el título traducido de ‘La mujer de Tchaikovsky’ (2022). Fue acusado de estafa por hacer la película con fondos estatales y los tribunales de Moscú le reclamaban dos millones de rublos. Fue sometido a un arresto domiciliario y, por último, se le retiró el pasaporte, si bien consguió huir a Berlín.
También pudo presentar la película en el festival de Cannes, donde denunció la persecución de la censura y de los tribunales que le condenaron a tres años de cárcel. Para el actual gobierno homófobo ruso su retrato de Tchaikovsky es una afrenta, al romper con los tabúes sobre la homosexualidad del músico ocultada y negada oficialmente.
Aunque Serebrennikov no llega a los excesos de la versión anglosajona de Ken Russell en ‘La pasión de vivir’ (1979), con Richard Chamberlain interpretando al compositor y Glenda Jackson a su esposa Antonina, sí apuesta por un romanticismo exacerbado y una descripción femenina obsesivamente neurótica. Ahora bien, se puede ver en Antonina una resistencia vehemente y abocada a la locura, frente al principio de autoridad. De igual modo que representa el sufrimiento histórico del pueblo ruso y su trágico destino colectivo. Ella no repara en la homosexualidad de él, como tampoco tiene en cuenta la falta de química existente entre ambos. La cuestión es que Tchaikovsky consintió el matrimonio por imagen y por necesidades económicas.