Carmen Castillo, como ella misma ha manifestado en la rueda de prensa que ha ofrecido este viernes junto al alcalde de Donostia, Eneko Goia, y el director del Festival de Cine y Derechos Humanos, Josemi Beltrán, ha tenido «múltiples vidas». Militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno, el 5 de octubre de 1974 fue gravemente herida mientras su compañero, Miguel Enríquez, secretario general de esta formación, combatía contra agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), «la Gestapo chilena», en la casa en la que vivían en la calle Santa Fe, en Santiago de Chile.
Ella estaba embarazada de siete meses. Permaneció más de una hora tirada en el suelo «en un charco de sangre». Un vecino se atrevió a romper el cordón militar y exigir una ambulancia para esa mujer embarazada que se estaba desangrando. Gracias a aquella acción fue trasladada de gravedad a un hospital. 21 días después de aquel operativo, el 26 de octubre, miembros de la DINA entraron en su habitación del hospital. «Nunca más ponga los pies en Chile», le dijeron. Ahí comienza un exilio de décadas. Un exilio a través del cual llegó al cine.
Este viernes se proyecta uno de los documentales más emblemáticos de Castillo, «Calle Santa Fe», que justamente fue estrenado en el Festival Internacional de Cine de Donostia.
«El cine en mi vida es un regalo del exilio»
«Siempre comienzo diciendo que el cine en mi vida es un regalo del exilio. Siempre pienso en las palabras de María Zambrano cuando al regresar a España dice ‘nadie podrá quitarme esos 40 años de exilio, es mi vida, es sagrado’. Yo he sentido profundamente eso. No le deseo a nadie ser exiliado. El torturador, el criminal, el dictador que no nos pudo matar, la máquina de matar es imperfecta y por eso estamos reunidos hoy aquí. La lucha por el respeto de los derechos fundamentales humanos siempre ganará. Sobreviví, fui exiliada y el exilio me regaló, entre otras muchas cosas, el cine», ha subrayado.
Su primer documental fue ‘La flaca Alejandra’, «la historia de una compañera militante del MIR que quebrada bajo la tortura va a colaborar con la DINA».
«Obsesionada por el mal, por interrogar lo que es la tortura ylo que es la máquina de matar, no había percibido hasta 2002 la fuerza de los gestos de bien. En Calle Santa Fe regreso al lugar donde vivimos clandestinos durante casi un año con el hombre de mi vida, Miguel Enríquez, y dos niñas de cuatro años. En la casa había vida, la amenaza estaba fuera de ella. Allí viví todo lo que se puede vivir a lo largo de una vida. ¿Qué encuentro? A mi vecino, un humilde trabajador del barrio San Miguel. Solo en 2002 supe que me salvó la vida, que fue él quien me recogió del suelo en un charco de sangre y que atravesando todo el cerco militar exige que me suban a una ambulancia. Una cadena de gestos de bien y valientes van a hacer que hoy esté con ustedes», ha remarcado con tono firme.
«Al conocer en esa persona el héroe real de la resistencia a la dictadura, voy a poder comenzar a interrogar mi compromiso político, el de mi generación, el precio a pagar por esa resistencia y compromiso político revolucionario. Después de cinco años de trabajo, Calle Santa Fe existe como una película coral en la cual la narradora, que soy yo, dialoga en ese coro de voces de mi generación que dirán cada una desde su lugar. Me atrevo a hacer la pregunta de ¿valió la pena a pesar de todas las muertes, desapariciones, sufrimiento de nuestros hijos? La respuesta es ‘sí’», incide.
La transmisión de la memoria
Como sobreviviente, se marcó la tarea de «luchar contra la máquina de olvido y la amnesia obligada impuesta por la dictadura y la transición». Y el cine ha sido una de las herramientas, porque «permite despertar emoción e invita a reflexionar».
«El cine me pareció un instrumento de emoción, de preguntas y pensamiento sobre una memoria que nunca está archivada. No se trata de poner el pasado en un museo, mis películas están hechas desde un presente que interroga», ha afirmado Castillo, cuyos documentales se han exhibido «muy poco» en Chile.
Ha enfatizado en que «mientras no se trabaje sobre aquello, la maldición que pesa sobre Chile permanecerá. La maldición porque no se trabaja la historia».
Reivindicar la figura de Allende
Cuando se cumplen 50 años del golpe de Estado de Pinochet, Castillo ha reivindicado con especial ahínco la figura del presidente Salvador Allende, de cuyos «mil días de gobierno no se quiere hablar».
«Por supuesto que mi generación, mis hijos… todos queremos participar en esa batalla por la memoria, que es una disputa permanente. ¿Qué sucede hoy en Chile? No se quiere hablar de Allende. Los mil días de Allende, donde la igualdad no era solo la lucha contra la desigualdad, era la igualdad vivida. Había un proyecto político realista. Por eso se lanza el golpe. El golpe de Estado es el odio a la igualdad. Masacraron toda una sociedad para implantar el modelo neoliberal de mercado que conocemos».
La exposición ‘Carmen Castillo, una exiliada chilena’, un recorrido por su experiencia como exiliada, se puede visitar la casa de cultura de Okendo hasta el 4 de mayo.