Siempre he sostenido que el cine de autor es un género más, ni peor ni mejor que otros, y que tiene igualmente sus tópicos y sus lugares comunes. Si tuviera que hacer un recuento de las películas en las que el joven protagonista sufre la pérdida de un ser querido, por lo general el padre muerto en accidente de tráfico, me saldrían cientos.

Y ‘Le lycéen’ (2022) como tantas otras películas pretenciosas parte de dicho esquema tan explotado, pero bajo la idea de que se trata de una obra personal de inspiración autobiográfica. Y eso en cuanto al contenido, ya que con respecto al estilo sucede algo similar, porque a Christophe Honoré le gustan los homenajes a la Nouvelle Vague, y en su nueva realización coincide además bastante con Ozon y con Fassbinder.

Donde el director de ‘Les bien-aimés’ (2011) acierta plenamente es en la elección de su actor principal, convirtiendo a Paul Kircher en el centro de todas las miradas, amén de conductor narrativo mediante la utilización, siempre literaria, de su voz en off. Su trabajo ha sido reconocido con un César al Mejor Actor Revelación, así como el Premio de Interpretación en el SSIFF donostiarra.

Curiosamente Christophe Honoré se reserva el papel del padre, breve por los motivos antes expuestos. Tienen mayor peso dramático tanto Vincent Lacoste en el rol del hermano mayor, como Juliette Binoche en el materno. Y, por último, Erwan Kepoa Falé es el inmigrante africano del que se enamora el protagonista.

El protagónico Lucas está en esa edad puente, a punto de cumplir los 18 y saliendo de la adolescencia. Es un chico de provincias que vive en la pequeña localidad de Chambéry junto a su madre. Su hermano Quentin es un artista plástico de éxito que vive en París.

Afectado por la ausencia paterna, busca cariño y comprensión en personas del mismo sexo, y comienza una relación intergeneracional e interracial con Lilio, un hombre negro que es mayor que él, pero que le aporta cambios vitales.