Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad
CUADERNO DE CAMPAñA (DíA 4)

El huevo, la castaña y el castañazo

Llevamos casi una semana de portadas tendenciosas y exabruptos que buscan embarrar el debate, acotar el margen de crecimiento de EH Bildu y preparar el camino de la Moncloa para la derecha. La maniobra es muy burda, pero a la misma se ha sumado, con poco pudor y el lehendakari a la cabeza, el PNV.

Acto de EH Bildu el sábado en Bilbo.
Acto de EH Bildu el sábado en Bilbo. (Aritz LOIOLA | FOKU)

2023 se parece a la de 2003 como un huevo a una castaña, más o menos lo que se parecía la de 2003 a la de 1983. Porque aunque Gardel dijera lo contrario, veinte años es un mundo. Los cambios son notorios en las preocupaciones sociales, con nuevos trending topic como la crisis climática, en las formas de ocio, en el modo de relacionarnos, en la música, en la estética, en la situación económica y, claro, también en la política. Quizá sobre todo en la política; no hace falta más que echar un vistazo a la hemeroteca para darse cuenta.

Sin embargo, las elecciones municipales, forales y al Parlamento navarro de 2003 estuvieron marcadas por la anulación de todas las candidaturas de la izquierda abertzale, en la que fue la primera oleada de vetos e ilegalizaciones tras la entrada en vigor de la Ley de Partidos, y hemos comenzado las elecciones municipales, forales y al Parlamento navarro de 2023 con el anuncio de que la Audiencia Nacional investigará a casi medio centenar de candidatos y candidatas soberanistas para saber si van a poder concurrir a los comicios. 

Por supuesto, esa noticia, que tiene un 100% de impostura, no invalida la afirmación que abre la página, pero es un recordatorio de cuál es el campo donde se juega el partido.

¿Cuál es su oferta?

El hecho de que algunos hayan empezado una campaña en mayo de 2023 hablando de ETA debería dar una pista sobre la calidad de su oferta. No solo electoral, que también, sino de futuro.

Porque de eso trata todo esto, aunque la primera reacción a la enésima acometida de políticos, jueces y caverna contra el independentismo vasco, en este caso representado por EH Bildu, sea afirmar que esa gente tiene añoranza del pasado.

No es una afirmación incorrecta, pues dentro de la crudeza de aquellos años, quienes manejan la tramoya del Estado estaban cómodos entre esos límites tan bien definidos de la acción política, cuando no había nada que hablar con «los violentos». No como ahora, que lo mismo te pactan una Ley de Vivienda como le sueltan un zasca al hijo de Suárez.

Pero no es la nostalgia la que ha diseñado esas portadas en blanco y negro, es el miedo ante la constatación de que el proyecto del adversario tiene más atractivo que el propio; miedo, porque los datos indican que llevas una década dejándote riadas de votos donde el otro crece; miedo al descontrol, a que sin ese corsé artificial sea cada vez más evidente la flacidez de todo el sistema.

Sin duda, este disparate tiene mucho de intentar dar un sopapo a Pedro Sánchez en rostro ajeno, de preparar el camino a la Moncloa al PP de Feijóo y Ayuso, pero a nadie se le escapa que a quienes andan gritando «¡más madera!» desde la sala de máquinas no les inquieta que gobierne el PSOE sino quién le aporta la mayoría que necesita para hacerlo.

Lo que preocupa de Sánchez no son sus políticas, son sus socios y lo que estos representan. Así que leña al mono.

El PNV se sube al carro

Y si en Madrid preocupa la firmeza del nudo con el que todo quedó atado y bien atado, aquí las preocupaciones son más terrenales y se miden, ahora en alcaldías y diputaciones, mañana quién sabe si en gobiernos.

UPN y el PNV andan nerviosos. Los primeros intuyen que otra legislatura sin tocar poder y con el PP achicando espacios puede darles la puntilla. A los segundos poder no les falta, pero sienten el aliento de EH Bildu en el cogote y la mosca detrás de la oreja. Los jeltzales no se fían, en primer lugar de sus propios votantes.

Así que se han subido al carro, con las horcas y las antorchas. Y si en UPN era de esperar, todavía resulta grotesco ver a los jeltzales enfangados en campañas de la ultraderecha española. Pero ahí están, con el lehendakari a la cabeza.

Lo que ocurre es que la gente tiende a ser más lista de lo que la clase política le atribuye, y no hay que ser muy sagaz para sacar conclusiones si en la página par del periódico lees que EH Bildu sube en todas las encuestas y en la impar encuentras a Urkullu soltando burradas contra la coalición.

Hay otros que también se han lanzado por la pendiente inquisitorial, partidos que han necesitado no veinte sino cinco años para pasar de huevo a castaña, y cuya misión el 28M es evitar un castañazo. Insultar la inteligencia del electorado no les va a ayudar mucho.