Tristeza y preocupación para los kurdos de Turquía
Si ya es casi seguro que las elecciones presidenciales turcas se decidirán en segunda vuelta el 28 de mayo, en el sudeste del país, la población kurda de Turquía siente el golpe y se hace pocas ilusiones.
Primero fue la violenta conmoción. El shock de los primeros resultados parciales, una hora después del cierre de los colegios, que daban a Recep Tayyip Erdogan una amplia ventaja. Después, la encarnizada batalla de cifras entre las agencias. Una guerra de nervios que se prolongó hasta bien entrada una noche que muchos kurdos sentían como la de la esperanza y que se tornó en pesadilla.
«La batalla no está perdida, pero es un día triste», dice desilusionado Mehmet, un jubilado de unos 60 años. Respondiendo a la llamada del HDP, no dudó en depositar en la urna, por primera vez en su vida, una papeleta a favor de un candidato del kemalista CHP, Kemal Kiliçdaroglu. «No fue una decisión fácil para nadie, y menos para mí. Imagínense, los kemalistas ahorcaron a mi abuelo en 1927. Pero lo hice y sé que era la decisión correcta para nosotros, los kurdos. Tenemos que pasar la página de Erdogan y empezar un nuevo libro», añade.
Habrá que esperar otra quincena y una segunda vuelta a la que Erdogan llegará en una posición de fuerza. Un escenario que muy poca gente imaginaba 24 horas antes: en aprietos en los sondeos, el reis apenas parecía capaz de nada más que intentar aferrarse a la segunda vuelta, con la esperanza de no ser derrotado en la primera.
Durante toda la noche, los reunidos en la sede del HDP, que concurrió a las legislativas bajo la etiqueta del partido Yesil Sol, contemplan, incrédulos, un escenario desastroso. Muestra de la intensidad del golpe, los miles de simpatizantes que tradicionalmente se concentran cerca del edificio, no acudirán.
Cientos de metros más allá, en la sede del CHP, el ambiente no es mejor. Las palabras tranquilizadoras de Kiliçdaroglu, que cuestiona los resultados y asegura su próxima victoria, no parecen tranquilizar a nadie. Diyar, un profesor de treinta años, no oculta su estupefacción: «Erdogan se llevó 20 de nuestros mejores años. Queríamos la paz, íbamos por el camino correcto, pero me temo que esta noche nos robará la victoria», dice con aspecto demacrado.
Chia, de 30 años, acudió con unos amigos frente al tribunal donde se depositan las papeletas «para comprobar que los votos no desaparezcan»: «No nos fiamos, así que estamos mirando. Es una gran decepción, pero no debemos desmovilizarnos en caso de una segunda vuelta, no está perdido», quiere creer
Están satisfechos de que en su ciudad más del 70% haya votado a Kiliçdaroglu. Evin, de 35 años, echa humo: «Erdogan nos hizo tanto daño que queríamos que terminara su carrera en la primera vuelta. Eso es todo lo que se merecía. Es responsable de decenas de miles de muertes tras el terremoto, de nuestra desastrosa situación económica y de todo el daño causado a los kurdos durante años».
El día después
La noche fue corta, la resaca intensa. Preocupación entre los kurdos. Lo que está en juego va mucho más allá de las divisiones políticas «clásicas» de Gobierno. Duramente reprimida en los últimos años por el jefe de Estado saliente –más de 5.000 miembros y simpatizantes del HDP están en prisión–, la minoría quería convertir estas elecciones en un punto de inflexión histórico. Muchos kurdos incluso soñaban con que el carismático líder del HDP, Selahattin Demirtas, encarcelado desde 2016, fuera liberado, y que las decenas de alcaldes destituidos y reemplazados por administradores cercanos al poder retomaran sus mandatos.
Para eso, el HDP tenía que permitir que Kiliçdaroglu llegara al poder y ganara la mayor cantidad de escaños en el Parlamento. Si con unos 60 representantes de Yesil Sol en la Asamblea parte del contrato parece cumplido, la probabilidad de que una segunda vuelta dé ventaja a Erdogan viene a truncar las esperanzas kurdas.
Porque ahora es difícil imaginar algún progreso político para los kurdos, explica Samim Akgonul, director del Departamento de Estudios Turcos en Estrasburgo: «En una segunda vuelta, la única reserva de votos disponible provendrá de Sinan Ogan, candidato de extrema derecha. Esto conducirá inevitablemente a una derechización del discurso político de ambos campos, que será desfavorable para los kurdos. Aunque no hayan perdido rotundamente, me parece que los kurdos son los grandes perdedores».
Prueba de su centralidad, el tema kurdo no tardó en volver a la mesa. Primero en el discurso triunfal de Erdogan, quien señaló los «vínculos» de Kiliçdaroglu con «terroristas del PKK». Minutos después, Ogan señaló que apoyará a Kiliçdaroglu en la segunda vuelta «solo si el HDP es excluido del sistema político». Porque ahora es una realidad con la que habrá que lidiar en Turquía: omnipresente en los debates, en el Parlamento, la extrema derecha en su diversidad tiene ahora todas las cartas en su mano para tener aún más peso político.
Suficiente para prometer a los kurdos un futuro «a la altura» de su atormentada historia.