Un interesante pero nada publicitado estudio de Lehendakaritza de Lakua sobre la percepción ciudadana en torno a la situación y evolución sociopolítica reflejó este mes de marzo que «la pandemia ha sido asimilada por la ciudadanía como el momento a partir del que han empeorado sus condiciones de vida». Aquí estamos, este es el hummus en el que, por primera vez desde el fin de la pandemia, la mayoría de la ciudadanía de este país acude a las urnas.
Las taras que ha dejado la experiencia colectiva que supuso el covid-19, algunas notables y otras más ocultas, son transversales, pero están todavía por catalogar y no sabemos cómo van a afectar al mapa electoral. Hay enfado y hay hartazgo, pero también un «déjame en paz, que son dos días y quiero disfrutar».
Si de normal es difícil anticipar flecos sueltos como la participación o la tendencia de los indecisos, lo es más en esta ocasión. ¿Qué va a hacer esa persona que hoy, al bajar a comprar el pan, pasear al perro, dejar a su vástago en el partido, despertarse con un buen clavo, volver del monte, acicalarse para el vermut o picar la verdura para la paella, pare un momento y se plantee durante cinco segundos si irá a votar o no? En las municipales de 2019, hasta un 22% de quienes se abstuvieron decidieron no votar el mismo día de las elecciones, según la encuesta postelectoral de Lakua.
Las dos últimas semanas difícilmente habrán servido para motivar a este grupo de votantes. No es demasiado atrevido decir que, en términos generales, la gente no ha conectado con la campaña, que ha transcurrido en paralelo a su vida cotidiana como un estorbo resignadamente tolerado. Pero sería peligroso deducir automáticamente que esta aparente apatía vaya a traducirse en una gran abstención. Sobre todo en Nafarroa, las encuestas no lo auguran. En la CAV está todo más abierto en este rubro. La teoría dice que la baja participación favorece siempre a aquellos que tienen a su base más movilizada, algo que en este caso podría remar más a favor de EH Bildu, siempre según las encuestas. Pero de esto hablaremos con mayor conocimiento de causa hoy a la noche. Las incógnitas son demasiadas a esta hora.
Lo que preocupa a la gente
Desde luego, los temas predominantes durante la campaña no han ayudado, probablemente, a lograr esta conexión con la gente. Teniendo en cuenta que, cuando se habla de independencia, el unionismo insiste en que hay que hablar de las verdaderas preocupaciones de la gente, tiene un punto de ironía que, en una campaña en la cual el vector soberanista ha estado fuera del foco, el conflicto vasco y EH Bildu hayan acaparado las preocupaciones del resto, de Madrid a Sabin Etxea.
Porque ni ETA ni la vida personal de Oskar Matute constan entre las principales preocupaciones de la gente, según las encuestas y el sentir general. El citado ‘Estudio cualitativo sobre la percepción ciudadana en torno a la situación y evolución socio-política vasca’, con fecha de 31 de marzo, establece de forma indudable que la mayor preocupación tiene que ver con el encarecimiento del coste de la vida de los últimos meses, a lo que se unen la precariedad de las condiciones laborales, así como las dificultades para la emancipación. El deterioro de la sanidad pública también ha emergido, tanto en la CAV como en Nafarroa, entre las principales preocupaciones.
La participación es la gran incógnita. La teoría dice que, a mayor abstención, mayor premio para quienes tienen a su base más movilizada
Pero no han sido estos los focos de la campaña, desde luego. Hacerse el sorprendido por la «pérdida de confianza en la política» detectada por la misma encuesta de Lehendakaritza resulta casi entrañable. Si la gente llegaba con dudas y escepticismo a la campaña, esta no ha desmentido sus prejuicios.
Una idea en la cabeza, ¿pero cuál?
Con todo, la mayoría de las más de dos millones de personas llamadas hoy a las urnas depositará su voto. Muchas tienen su opción escogida desde tiempos inmemoriales, otras han madurado su decisión durante los últimos meses, unas pocas lo habrán hecho durante la campaña y, finalmente, hay una bolsa de votantes que lo hará hoy mismo. ¿Qué tendrá este grupo en la mente a la hora de escoger finalmente una papeleta u otra? ¿El semáforo que, sea a pie o en coche, le agria el humor cada mañana, las listas de espera de Osakidetza o la casa en la que veranea Matute? Esta respuesta puede ser clave para desenlaces apretados como el esperado, por ejemplo, en Gipuzkoa.
Ligado a esto, otra variable difícilmente predecible es lo que ocurra con el voto dual. Por ejemplo, en Gipuzkoa, EH Bildu ha solido obtener mejores resultados en las municipales que en las elecciones a Juntas, aunque ambas urnas están una al lado de otro. ¿Se reducirá en esta ocasión este voto dual de quienes votan a un partido para el Ayuntamiento y otro para la Diputación? En dirección contraria, y visto que un voto por María Chivite es un voto por un Gobierno de mayoría progresista, pero un voto por Elma Saiz es un voto por UPN en Iruñea, ¿se abrirá este voto dual en Iruñea?
El desempeño de candidatos y candidatas
En este comportamiento variable también tiene mucho que ver la figura de cada candidato. Por ejemplo, ¿servirá la profesionalidad contrastada de Maddalen Iriarte para hacer más confiable la candidatura de EH Bildu en las Juntas para quienes acostumbran a cambiar de papeleta entre urna y urna? Es una hipótesis válida que hoy se somete a prueba.
Gipuzkoa, Nafarroa, Iruñea y Gasteiz serán hoy los principales focos de atención, con permiso de plazas como Lizarra, Tafalla, Durango, Laudio, Arrasate o Tolosa, donde el resultado puede ser cosa de un puñado de votos
A nivel municipal, en localidades disputadas como Laudio, Arrasate, Andoain, Tolosa, Durango o Lizarra, el desempeño de los candidatos suele ser clave. Qué decir de Gasteiz, plaza disputada por nada menos que cuatro fuerzas políticas y donde está por ver si la decisión del PNV de designar a Beatriz Artolazabal como sustituta de Gorka Urtaran fue o no una buena decisión. No está claro que vaya a ser así.
Otra dualidad: votos no son cargos
Es un clásico decir que no hay perdedores en una noche electoral. No se corresponde con la realidad ni con los rostros que a veces vemos por televisión, pero responde a la sensación de que todos los partidos tratan de sacar la cara a los resultados obtenidos, sean estos cuales sean. Pero también responde a una verdad: unas elecciones rara vez dejan un solo vencedor. Todo depende, a menudo, de los ojos con los que se observen los resultados y las expectativas que cada uno carga en la mochila.
Un gran resultado puede ser decodificado con cierta frustración si no se traduce en el poder esperado. Un mal resultado puede ser disimulado si permite mantener cotas de gestión institucional considerables. Puede haber algo de esto esta noche. O no. La clave temporal también moldea la visión. Nunca es lo mismo mirar una foto fija que observar una imagen en movimiento.