Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

Isabelle Huppert es Maureen Kearney

UN BLANCO FÁCIL
Estado francés. 2022. 121’ Tit. orig.: ‘La syndicaliste’. Dtor.: Jean-Paul Salomé. Guion: Jean-Paul Salomé y Fadette Drouard, sobre un libro de Caroline Michel-Aguirre. Int.: Isabelle Huppert, Yvan Attal, Marina Foïs.

La sindicalista (Isabelle Huppert) y la ejecutiva (Marina Foïs).
La sindicalista (Isabelle Huppert) y la ejecutiva (Marina Foïs). (NAIZ)

​La capacidad de transformación de Isabelle Huppert no está al alcance prácticamente de ninguna otra actriz. En la anterior película de Jean-Paul Salomé ‘Mamá María’ (2020) hizo una caricatura genial como narcotraficante de aspecto exótico, todo lo contrario que en ‘Un blanco fácil’ (2022), donde tiene que encarnar el personaje real de la sindicalista Maureen Kearney.

Logra ser todo un calco de la irlandesa, y en las fotos que se hicieron juntas parecían hermanas. Cierto es que al remontarse la acción unos años atrás la imagen de la protagonista se muestra rejuvenecida mediante retoques digitales y entonces su rostro se convierte en una máscara, lo que añade a su figura todavía un aura más impenetrable.

Kearney no responde a la idea preconcebida de alguien que trabaja en una central sindical, al vestir de forma impecable al estilo de una mujer ejecutiva, con trajes de marca. La Huppert se recrea en la imitación, tras las gafas que la hicieron tristemente célebre en el año 2012.

La narración está basada en el libro biográfico de Caroline Michel Aguirre, cuyo título se ha mantenido en la versión doblada, no así en la original, que es sencillamente ‘La syndicaliste’. Por lo tanto Salomé opta por empezar con el suceso que la llevó a las portadas y primeras páginas de la prensa, cuando un grupo de encapuchados asaltaron su casa, marcaron su vientre a cuchillo con una letra A e introdujeron el arma blanca en su sexo. El caso por el ataque y la violación se volvió contra la propia víctima, finalmente condenada por falsa denuncia, sin ser absuelta hasta seis años más tarde.

Antes había recibido amenazas, con su marido e hija vigilados. Todo ello por hacer pública la información que desvelaba que la multinacional nuclear AREVA estaba negociando en secreto con China para transferir tecnología y hacer miles de despidos. Kearney había llegado a la empresa como profesora de inglés, pero viendo muchas irregularidades se afilió a la CFDT.