Berlusconi, los fieles y los rehenes
Así han sido los días de los funerales de Estado del ex primer ministro italiano y rey de las televisiones, en una Milán llena de hinchas.
Mucho mejor que una película, mucho mejor que un concurso, mucho mejor que un partido de fútbol (del Milán, por supuesto): Silvio Berlusconi ha tenido sus funerales de Estado en el Duomo de Milán, la cuarta iglesia más grande del mundo, y su cuerpo ha sido incinerado para ser colocado en el mausoleo familiar en Arcore, un pueblo en la provincia de Monza, conocido solamente por su ciudadano más célebre, el más vip de los vips.
Probablemente, es pronto para balances. Y además es fácil que, ahora que las cenizas del ‘Cavaliere’ ya reposan, salga alguna noticia más sobre otros escándalos, que nunca podrán ser juzgados por ausencia del directo interesado.
De momento, una semana entera de vacaciones para el Parlamento, como ha estipulado la primera ministra italiana, Giorgia Meloni.
Más que un rey
NAIZ ha podido presenciar directamente el funeral, de Estado y con luto nacional, como nunca había ocurrido para un ex primer ministro, con una cobertura mediática sin precedentes por parte de Mediaset y de la televisión pública. Horas y horas de seguimiento, documentales especiales, días enteros en directo, con algunos periodistas entre lágrimas, mientras que en la Piazza del Duomo se cantaban himnos del Milán, con la Curva Sud presente con bengalas, o contra «los comunistas».
Il coro in un universo parallelo: pic.twitter.com/c2PVzK8B3w
— Il Grande Flagello (@grande_flagello) June 14, 2023
Estrellas de la tele, colaboradores, amigos, la familia, infiltrados... Nadie ha querido faltar a esta cita con la historia, en un luto probablemente superior al británico con su reina, fallecida el pasado septiembre.
Y esto porque, dicho con todo el respeto, Isabel II no había tenido hinchas, sino súbditos. Los que han abarrotado el centro de Milán, por contra, han ido a homenajear, bajo un calor agobiante, a una persona que literalmente les había cambiado la vida a través de la televisión, o del fútbol (en última instancia su partido, Forza Italia, es un nombre equiparable a Aupa Athletic). Y en muchos casos, incluso ofreciéndoles un trabajo.
Quienes han abarrotado el centro de Milán han ido a homenajear a una persona que les ha cambiado la vida con la televisión o con el fútbol (Forza Italia, en última instancia, es como Aupa Athletic)
Seguramente no ha sido a través de la política, a pesar de que esta ha sido la verdadera ocupación de Berlusconi en las últimas tres décadas. Pero es evidente para cualquier observador que Berlusconi se ha librado de sus problemas como empresario entrando al Parlamento, donde ha resultado aún más intocable. Y una vez dentro, ya ha sido imposible quitarlo.
Demasiado poder mediático, demasiada influencia sobre la mentalidad del italiano medio: «Recordad que nuestro público tiene como mucho educación primaria», este era el input de Berlusconi a sus colaboradores cuando había que inventar un nuevo programa.
Y era verdad, una verdad que parecía inventada para niños y gente semianalfabeta, pero que terminaría beneficiando al ‘Cavaliere’ incluso en las elecciones. Desde Arcore hasta su carrera empresarial, la ciudad que nunca duerme y donde siempre se produce.
A su lado, siempre miles y miles de personas, de electores, de espectadores, de admiradores y de hinchas. La escena podía parecerse por su dimensión a la que se vio en 1984, cuando murió Enrico Berlinguer, secretario del Partido Comunista Italiano; pero allí, por contra, eran todos militantes.
Piropos al muerto
Abrir los periódicos en los últimos días en Italia ha sido también una experiencia digna de película de humor: nunca se habían visto tantas páginas de esquelas dedicadas a una sola persona. Gente famosa y gente común, todos a una enviando un mensaje de apoyo (pagado, claro está) a Berlusconi.
La razón de tantos piropos a alguien fallecido tiene que ver de nuevo con el efecto creado durante estas décadas por el ‘Cavaliere’. «Muerto Berlusconi no se hace otro», ha sido un titular muy atinado. Mejor que un Papa.
Ha resultado imposible contrarrestar la narración dominante. Ha habido quienes contestaban al luto nacional para un hombre condenado definitivamente por fraude fiscal, y ponían de manifiesto la contradicción de que el Estado le organizara el funeral, estando además acusando de otros delitos de todo tipo. Se les ha tildado rápidamente de «comunistas» (un clásico) y también de personas crueles que no respetan a un muerto, «odiadores profesionales».
Ha sido imposible contrarrestar la narración dominante: se les ha tildado rápidamente de «comunistas» u «odiadores profesionales»
Todos los líderes políticos italianos han ido al funeral, a excepción de Giuseppe Conte, «jefe» de los Cinco Estrellas. Coherente con un movimiento que nació cuando la potencia de Berlusconi estaba a su apogeo, se ha demostrado más «de izquierdas» que los del Partido Democrático, con su secretaria Elly Schlein, que ha estado tranquilamente en el Duomo. Ella, que afirmó haber dejado de ser tifosa del Milan porque el presidente era Berlusconi, menuda ingenuidad...
Seductor y seducidos
Dicho está que los italianos están entre los mejores al mundo en la cuestión de los piropos desde que durante el Rinascimento un tal Baldassar Castiglione escribió un manual para ser un buen cortesano (‘Il libro del cortegiano’, 1528). Pero con el ‘Cavaliere’ hemos llegado más al Tartufo de Moliére: un personaje falso, con una personalidad no ya doble, sino triple, listo y seductor. ‘El Caimán’, otro de sus apelativos, ha acabado rodeado de un ejército de escudos humanos dispuestos a humillarse para defender al «capo», todos presentes en la catedral milanesa.
Para muchos ahora cambiarán las perspectivas. Es verdad que unos cuantos periodistas y analistas perderán argumentos y no serán tan felices. Pero en realidad el conjunto de la sociedad italiana ha sido rehén de Berlusconi, obligada a seguir sus hechos, sus problemas, sus ritos, conociendo perfectamente como acabarían, a la manera de un dibujo animado, con el ‘Cavaliere’ triunfador gracias a su inmenso poder, los insultos a los jueces, las frases machistas, unos cuantos chistes...
Termina el funeral, termina el espectáculo. Y esta vez no ha habido ni una interrupción para los anuncios publicitarios.