Concentrar el poder y centralizar las decisiones para disciplinar a la UE
La estrategia de seguridad económica presentada por Bruselas esta semana no aporta grandes novedades. Por una parte, rubrica el fin de la era del libre comercio y la globalización neoliberal y, por otra, trata de sujetar a los Estados miembro frente a ofertas que puedan llegar del exterior.
El pasado martes, la Comisión Europea presentó la estrategia de seguridad económica con un amplio despliegue de medios. Participaron la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, los vicepresidentes, Margrethe Vestager y Valdis Dombrovskis, y el alto representante de la UE, Josep Borrell. En realidad, expusieron las líneas generales que todavía deberán ser discutidas y ratificadas por los jefes de Estado y de Gobierno en la cumbre que se celebrará la semana que viene.
El punto de partida de la Comisión distingue entre resiliencia económica, un concepto amplio que cubre toda clase de riesgos como los provocados por el cambio climático, las pandemias o los desastres naturales, y seguridad económica.
Esta última es una noción mucho más estrecha y limitada y de claro contenido político que responde más a los riesgos geopolíticos que a los estrictamente económicos.
De hecho, la Comisión reconoce una feroz «competencia por las tecnologías que la UE necesita para mantener su liderazgo en la carrera tecnológica mundial». Una forma elegante de decir que la competencia geopolítica ha transformado las relaciones económicas, y una confesión de que la globalización neoliberal que buscaba estabilizar el mundo a través del comercio ha fallado.
Dombrovskis abogó por una reforma de la Organización Mundial del Comercio que, de facto, ha dejado de funcionar. En este momento, cualquier país puede alegar riesgo para la seguridad nacional y justificar así cualquier política proteccionista.
La propuesta de la Comisión busca reducir el riesgo (de-risking, un concepto que se ha puesto de moda) inherente a la cooperación económica, lo que significa que en la nueva configuración del mundo la UE clasificará a sus socios en función de si los considera peligrosos, o no tanto.
De repente, preocupa que la tan ansiada interdependencia económica pueda ser usada como un arma por terceros países.
De una manera pueril quieren mantener lo bueno de la cooperación –el flujo económico– quitando lo malo –la dependencia–.
Un planteamiento que, con otra justificación, recuerda poderosamente el proteccionismo de otros tiempos. Por esa razón, Vestager insistió en que no se trata de aislarse, que no se trata de proteccionismo, sino de abordar conjuntamente los riesgos, de construir un filtro geopolítico conjunto.
Si de cara al exterior la estrategia de seguridad económica tiene un objetivo claro, clasificar a los socios comerciales en fiables y no fiables, de cara al interior tiene un objetivo no menos importante, mantener unidos a los países frente a proyectos y ofertas exteriores, ya sean bienintencionadas o maliciosas.
«Cuando no actuamos juntos somos un patio de recreo, cuando actuamos juntos, somos un jugador», enfatizó Vestager.
La UE quiere arrogarse el derecho a decidir sobre las inversiones en los Estados miembro, y de estos en el exterior.
Uno de los aspectos en los que más explícita queda esta intención es en la propuesta de controlar la inversión exterior para que «no pueda ser utilizada para socavar la paz y la seguridad», en palabras de Dombrovskis.
Un aspecto que sin duda provocará resistencia por parte de los Estados y que, de aprobarse, someterá a los proyectos de inversión exterior al filtro de Bruselas.
Una situación especialmente negativa para las naciones sin Estado que jugarán en desventaja sin un Estado que defienda sus intereses en las instituciones europeas.
Principales riesgos
La Comisión ha establecido cuatro tipos de riesgos a evaluar: riesgo para la cadena de suministros, para las infraestructuras críticas, para la seguridad tecnológica y el riesgo de coerción económica. Nada nuevo con respecto a lo que ya ha plateado el asesor de Seguridad de EEUU, Jake Sullivan.
Entre los aspectos que la Comisión valorará especialmente destacan los riesgos de las tecnologías que se clasifican dentro de la categoría de doble uso, esto es, que puedan ser utilizadas también con fines militares o «para violar derechos humanos». No está claro que tiene en mente la burocracia comunitaria con este último criterio.
Vestager apuntó varias líneas de actuación. La primera sería profundizar en el mercado único con la creación de una Plataforma de Tecnologías Estratégicas para Europa para proteger las cadenas de valor cruciales para la transición verde y digital.
La segunda sería proteger datos y tecnología y apuntó que la Unión Europea ya ha tomado «medidas específicas contra las compañías chinas ZTE y Huawei»; las tecnológicas norteamericanas al parecer no preocupan en Bruselas. Esta fue una de las escasísimas menciones directas a China que es sin lugar a dudas el principal objetivo de esta estrategia.