Imanol Intziarte

El cambio climático demandará que se construyan más embalses… o no

Tomando el cambio climático como una realidad innegable, el ingeniero Miguel Salaverria expuso en los Cursos de Verano de la UPV-EHU su análisis sobre los diferentes modelos de desarrollo del mismo y cómo afectarán al suministro de agua, poniendo el foco en un territorio como Gipuzkoa.

El embalse de Barrendiola, en Legazpi, en una imagen de archivo.
El embalse de Barrendiola, en Legazpi, en una imagen de archivo. (Gorka RUBIO | FOKU)

Después de varios meses con pocas lluvias, «los embalses se encuentran al XX% de su capacidad». ¿Cuántas veces hemos leído o escuchado algún titular de este estilo, acompañado de una imagen en la que se aprecia la torre de aquella vieja iglesia que habitualmente se encuentra sumergida bajo el agua? Infraestructuras controvertidas por su impacto pero también necesarias en muchas circunstancias, los Cursos de Verano de la UPV-EHU dedicaron la mañana del miércoles a analizar el impacto del cambio climático en la capacidad de almacenamiento de agua.

Fueron cinco charlas que abordaron temas como el efecto invernadero, la producción eléctrica, la seguridad contra inundaciones o las afecciones ecológicas. El primer plato del menú era un anzuelo demasiado sabroso como para no morderlo: «¿Van a ser necesarios más embalses como consecuencia del cambio climático?».

Para dar respuesta a esa cuestión subió al estrado Miguel Salaverria, CEO de Salaberria Ingenieritza, firma ubicada en Donostia y especializada en proyectos hidráulicos, fluviales y de drenaje. Antes de dar un «sí» o un «no», su exposición se centró en explicar primero de qué hablamos cuando hablamos de cambio climático e hidrología.

La charla, centrada en el territorio de Gipuzkoa, partió de la base de que no se prevé un incremento de la demanda de agua. «De hecho, se ha producido un descenso desde la mitad de los noventa hasta nuestros días», apuntó.

Salaverria fue contundente al subrayar que el cambio climático es una realidad, y explicó que se trata de una variación persistente en el tiempo –generalmente decenios o periodos más largos– que se puede generar por procesos propios del planeta, como por ejemplo las glaciaciones, o por causas externas que pueden ser naturales (ciclos solares, erupciones…) o generadas por el ser humano.

La Edad Media

No se trata por tanto de un fenómeno actual. Por ejemplo se produjo una subida de temperatura durante la Edad Media, con un pico en el siglo XII, un descenso entre los siglos XVI y XIX, y el incremento actual, aproximadamente desde 1850 hasta nuestros días.

El factor diferencial es que el actual calentamiento tiene como causa principal «los gases de efecto invernadero –dióxido de carbono, metano y óxido nitroso–, producidos por la actividad humana, combustibles fósiles e industria principalmente, y agricultura y ganadería en menor medida».

Miguel Salaverria recordó que el Acuerdo de París aspira a limitar la subida de temperatura a 1,5º, pero transmitió su pesimismo al comentar que casi siete años después de su entrada en vigor todavía «seguimos discutiendo si existe o no existe» el cambio climático, si «recuperamos o no el carbón».

Indicó que para conseguir ese objetivo la estrategia evidente es la reducción de consumo de combustibles fósiles, aunque se habla también del uso de «técnicas de bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS), que están en vías de desarrollo. Hay quien dice que es la gran mentira, porque se usaría como excusa para seguir emitiendo como hasta ahora o más».

De los diferentes escenarios que se contemplan, que obedecen a las siglas RCP (Representative Concentration Pathways), en los análisis de cambio climático se trabaja principalmente con dos: el RCP 4.5 equivale a implementar los acuerdos de París, mientras que el RCP 8.5 sería mantener las emisiones actuales.  

En el primer caso, en la CAV las temperaturas subirían ligeramente y las precipitaciones de lluvia se mantendrían, mientras que en el segundo se contempla un incremento de 3,5 o 4 grados de aquí a final de siglo y una caída de las precipitaciones en torno al 17%.

«Sería catastrófico»

Además mencionó otro aspecto del que no se suele hablar tanto, la evapotranspiración –agua que no se puede emplear porque el sol la evapora antes–, mayor cuanto más calor hace. Las proyecciones apuntan que no habría cambios con el RCP 4.5, mientras que con el RCP 8.5 subiría entre un 15% y un 20%. «Sería catastrófico», sentenció tajante.

A su juicio, alcanzar el escenario dibujado por el RCP 4.5 «podría ser compatible con la situación actual sin crear un exceso medio de estrés hidrológico, aunque se pueden esperar periodos de sequía algo más importantes».

En cuanto a la hidrología, el experto apuntó que se podría definir como «la ciencia que estudia y analiza los procesos que rigen el agotamiento y la recuperación de los recursos de agua en las áreas cointinentales de la Tierra». A su vez, se divide en hidrología de los recursos e hidrología de los eventos. La charla se centró en la primera, que es la que permite analizar las aportaciones que llegan a los embalses durante una serie prolongada de tiempo.

A lo largo del siglo XX se registraron en Gipuzkoa tres períodos importantes de sequía. De 1900 a 1905 –la peor, aunque los datos existentes son escasos, ya que por ejemplo solo había dos pluviómetros–, de 1944 a 1949 –la bautizada como ‘pertinaz sequía’ por los medios del franquismo–, y de 1987 a 1991, la que mejor se ha podido analizar por ser la más reciente. Estos datos sirven para que quienes tomen las decisiones puedan ponerse en el peor de los casos.

Optimizar lo existente

Con los datos de las lluvias y otras aportaciones, la evaporación, las pérdidas y el consumo se trata de prever la situación de cada embalse. A juicio de Miguel Salaverria, hay margen para la optimización del sistema existente, sin construir nuevos embalses, aunque el problema estriba en la evolución el modelo climático, hacia el RCP 4.5 o hacia el RCP 8.5.  

En ese camino de optimización, apuntó a la opción de interconectar los diversas cuencas hidrográficas, para por ejemplo poder llevar agua de Txingudi a Lezo y Pasaia si fuera necesario. Dentro de este concepto ubicó «dos problemas gordos» en Goierri y Debagoiena.

Otra posible fuente de suministro serían manantiales o cauces subterráneos que en su día se descartaron por problemas de calidad del agua u otras condiciones ambientales –salinidad, presencia de metales–, cuestiones que con las tecnologías actuales podrían solventarse, aunque «habría que evaluar el daño ecológico a los ríos si se les quitaran esos caudales».

Finalmente mencionó una enorme masa de agua disponible, el mar, que se podría aprovechar con la instalación de plantas desalinizadoras. De este modo, Salaverria concluyó que no considera necesaria la construcción de nuevos embalse en Gipuzkoa, infraestructuras que además «son muy díficiles de hacer y contarían con una gran oposición social».