García Adanero ya tiene el escaño de diputado que le habían prometido
El voto CERA ha acabado cambiando el reparto de escaños. El beneficiado del mismo es una de las grandes figuras de UPN, Carlos García Adanero, todo un personaje a quien el PP colocó en sus listas por Madrid. Ahora será concejal de Iruñea y diputado por Madrid.
Pocas cosas son, en Carlos García Adanero, lo que parecen. Para empezar, es un tipo risueño y ciertamente simpático. Es fácil que caiga bien. Tiene un gran encanto personal en las distancias cortas.
Ha llovido de aquello, pero en los tiempos en los que UPN gobernaba Nafarroa y no parecía haber modo alguno de derrocarle, García Adanero era el amo de los pasillos del Parlamento. Soltaba los chismes a la prensa y pululaba cerca de las puertas de los despachos de todas las formaciones políticas a ver si les sacaba algo, ya fueran informaciones o acuerdos para tal o cual asunto de esos que no hay necesidad de discutir en público.
Sí, García Adanero también merodeaba el despacho de los parlamentarios de la izquierda abertzale, llegando a trabar amistad con alguno de ellos que ya no está. Ahora bien, el hierro volvía a sus palabras en cuanto se subía a la tarima, donde ejercía como portavoz de su partido: UPN. Igual que ahora. En eso no ha cambiado.
En cuanto a sus convicciones políticas, el último diputado del PP por Madrid es muy religioso. Bebe más de ahí que del neoliberalismo. Se dejó ver, por ejemplo, en las concentraciones donde se gritó «¡Viva Cristo Rey!» al calor de una polémica obra de Abel Azcona.
A pesar de su religiosidad, no cuadra con el perfil del Opus. Le falta candor y sus modos extremadamente educados propios de los de Escrivá. De la otra parte, tampoco se le puede ubicar en el ala más carlistona de la derecha navarra. Es demasiado cínico para eso.
Sus creencias morales tienen un punto más foráneo, como si fueran herederos de una tradición ideológica derechas más falangista. Tómese esta afirmación en su justa medida. García Adanero no es falangista, es demasiado listo para serlo. Ultraconservador sí, pero nostálgico no.
Siempre ha sido un orador eficaz y comodón. Cuando defendía al partido mayoritario, reiteraba lo siguiente: diréis lo que queráis, pero yo tengo más votos. Cuando ya no le valió eso, cogió lo de ETA, que funciona siempre.
No se caracteriza, pues, por lo rebuscado de su oratoria ni se complica con argumentos brillantes o alambicados. García Adanero va siempre al grano, a lo fácil, a lo verdaderamente efectivo. Esa es su virtud política, que va más allá de lo puramente retórico.
Esta tendencia a ir a lo sencillo fue lo que le arruinó la carrera en su partido. UPN se sumergió en disputas internas con Barcina, con Sayas, con Esparza y también con Alberto Catalán en cuanto perdió el poder. Fueron peleas muy reñidas donde, muchas veces, no había un favorito. No existía un candidato claro y García Adanero no encontró bando ni solución fácil. No supo qué hacer. Se quedó quieto.
UPN lo daba por amortizado
El de Talavera de la Reina (no es navarro de nacimiento, otra de las curiosidades del personaje) llegó al Congreso como castigo a su inmovilidad en los conflictos entre bandos. Javier Esparza no confiaba en él por no haberle apoyado, así que lo mandó a Madrid para que no le estorbara tanto. En el UPN, tras el encarnizado proceso sucesorio, ya solo quedaba sitio para los que se habían mojado por el nuevo líder.
García Adanero comenzó a brillar en el Congreso por esa oratoria directa, de agudo chulo de bar. Vox y el PP parecían rifárselo, amplificando el eco de sus declaraciones a través de sus redes sociales. De este modo, el representante de un partido pequeñísimo se convirtió en uno de los ídolos de la derecha martilleando con ETA gracias a un discurso pulido en décadas ejerciendo en el Parlamento foral.
Sabiendo, como su compañero Sayas, que su partido ya les había descartado, la única opción fácil que les quedó fue venderse a otra formación que les prometiera continuidad en política. La oportunidad les llegó con la votación de la Reforma Laboral y la oferta se la hizo el PP, entonces dirigido por Pablo Casado.
García Adanero y Sayas se saltaron a la torera las directrices de Esparza en aquella votación, siendo conscientes de que aquello era roja y expulsión, como así sucedió. A partir de ahí, surgieron toda una suerte de cortinas de humo, como la creación de una plataforma ciudadana, el recurso contra la expulsión y demás. Marearon la perdiz, pero el billete de ida al PP lo compraron el mismo día que votaron en contra de la Reforma Laboral.
Asegurarse la entrada
El pago del PP fue la continuidad en política. Y, de nuevo, García Adanero cogió la opción más fácil, el doblete. De un lado se prestó a liderar la candidatura del PP en Iruñea donde, debido al corte del 5%, este partido tenía muy complicado entrar.
Sin embargo, ya antes de salir escogido en Iruñea el exparlamentario navarro iba soltando en entrevistas que aspiraba a repetir en el Congreso. El PP –contento por haber conseguido entrar en el ayuntamiento de la capital navarra– cumplió el trato y le puso en uno de sus puestos de salida por Madrid. Las desatinadas encuestas daban el escaño muy seguro, aunque no lo haya sido tanto.
La lista por Madrid era una opción de regresar al Congreso más factible incluso que la de Sayas, puesto que en Nafarroa había mucha incertidumbre sobre cómo dividiría el voto la derecha y las elecciones de junio no eran el mejor precedente para los populares.
Por los pelos del voto CERA, García Adanero continuará en el Congreso. Habrá que ver si compatibiliza esta labor con la del Ayuntamiento. Hay motivos para creer que sí y otra buena pila para opinar que no.
El diputado navarro por Madrid poco ha trabajado fuera de la política. Tiene 56 años. El PP quizá crea que ha comprado un gran activo, pero lo más fácil y cómodo es que se acabe retirando en cuanto pueda jubilarse.