India integra desde ayer el selecto club de grandes potencias espaciales (EEUU, China y Rusia) en marcar su presencia en la Luna tras lograr el aterrizaje de su nave no tripulada Chandrayaan-3.
Se trata, además, del primer alunizaje en la historia de la Humanidad en el polo sur, que supuestamente alberga grandes reservas de hielo de agua que podrían sustentar puestos de avanzada humanos y suministrar propulsores para naves espaciales a Marte.
El primer ministro indio, Narendra Modi, se mostró exultante en el segundo día de la cumbre de los BRICS (potencias emergentes) en Sudáfrica.
No era para menos. Y es que el propio Modi tuvo que consolar hace cuatro años al entonces jefe de la agencia espacial india (ISRO), Kailasavadivoo Sivan, quien rompió en lágrimas después de que perdieran el contacto con la nave predecesora Chandrayaan-3, que pretendía asimismo aterrizar en el polo meridional del satélite terrestre.
«Hicimos una promesa en la Tierra y la cumplimos en la Luna. Nuestros camaradas científicos han declarado: ‘India está ahora en la Luna’», alardeó el líder panhinduísta en Johannesburgo.
Reafirmación panhindú
Como ocurre con la carrera espacial desde sus inicios -y con todo tipo de carreras-, los países las usan como mecanismo de reafirmación.
La India de Modi lo hace desde una perspectiva panhinduísta y excluyente con res-pecto a las minorías del país (300 millones de musulmanes). Y eso se refleja incluso en la elección del lenguaje para la misión lunar. Chandrayaan significa nave astral en sánscrito. El módulo de aterrizaje ha sido bautizado con el nombre de Vikram (valor) y el robot móvil que ya ha comenzado a enviar imágenes de la superficie lunar se llama Pragyan (sabiduría), también en lengua vernácula indoaria.
Todo ello no es óbice para reconocer que India es una potencia emergente en ascenso desde que se ha convertido en el país más poblado, por encima de una China que da síntomas de crisis de crecimiento y a la que aspira a sustituir como fábrica mundial. Una potencialidad que no pocos ponen en duda habida cuenta de las tasas de pobreza, analfabetismo y desigualdad actuales.
Un país en el que la gente muere casi todos los días por infraestructuras, ferroviarias y viarias (ayer mismo) terrestres mientras llega a la Luna.
Pero lo hace, con más lentitud incluso que las misiones estadounidenses de los 60. Y con un magro presupuesto compensado con la abundancia de ingenieros altamente cualificados, peor pagados que sus colegas extranjeros. Potencia emergente y carrera espacial «made in India».