Equivocaciones en las últimas decisiones electorales, errores de posición ante el PSN, falta de «rearme ideológico» y problemas también de formas. Todo esto es lo que reprocha a la actual dirección de UPN el que fue su líder muchos años y presidente navarro durante 16 ininterrumpidos (1995-2011), Miguel Sanz, en una entrevista este lunes en ‘Diario de Navarra’.
La andanada denota que, como era previsible, las aguas bajan revueltas en un partido que por tercera legislatura consecutiva se ha quedado en la oposición en Nafarroa y que además ha pagado la fractura con el PP perdiendo uno de sus dos diputados en Madrid. Su presidente, Javier Esparza, ha intentado diluir el descontento negando que haya críticas internas y anticipando que no será candidato ya en 2027, pero Miguel Sanz ha abierto la caja de los truenos con una andanada integral, en la que deja pocos aspectos sin críticas.
Comienza desmintiendo ese negacionismo de la crisis interna: «Leí el otro día en la entrevista de este periódico que Javier Esparza venía a decir que no hay malestar dentro de UPN. No se corresponde con lo que a mí me llega en forma de mensajes. Y no de uno, ni dos, ni tres, ni cuatro, ni cinco. Me llega que hay malestar dentro de UPN».
En lo más reciente, critica que no se llegara a un acuerdo con el PP para concurrir juntos a las estatales, pese a la deserción de sus dos diputados electos en 2019, Carlos García Adanero y Sergio Sayas, al partido de Núñez Feijóo. «Ha habido un error de estrategia al no haber aceptado la contrapropuesta que el PP nos hizo para ir juntos. La propuesta de UPN fue que los dos primeros de la lista al Congreso fueran de UPN y el tercero, del PP; para el Senado, dos del PP y uno de UPN. La contrapropuesta del PP fue que el número 1 al Congreso fuera de UPN, el 2 del PP y el 3 de UPN. Y en el Senado, 2 de UPN y uno designado por el PP. El PP nos hizo una contrapropuesta que ya fue efectiva en 2011 y no aceptarla fue un error».
Entiende Sanz que «eso nos ha llevado a perder el liderazgo que hemos tenido en los últimos años, también en las elecciones generales, y perder incluso el liderazgo en el Senado, donde se ganan los tres senadores siendo exclusivamente el partido más votado. Afortunadamente, en el Senado obtuvimos escaño porque se vota a las personas y María Caballero tiene su carisma y su aceptación en la ciudadanía. Pero para el Congreso fuimos los cuartos, por detrás del PSOE, Bildu y el PP».
Le molesta especialmente «que Bildu sea el segundo partido más votado para que Navarra esté representada en Madrid. Me parece lo más grave».
Estrategia errónea
Más allá de esta decisión puntual, Miguel Sanz ve falta de adaptación a un contexto político que admite que ha cambiado en Nafarroa respecto a los años en que él gobernó. Considera que «hay que hacer cosas diferentes. Hay que abrirse a la sociedad, hay que ser mucho más contundentes en algunas críticas políticas, hay que rearmar al partido estratégica e ideológicamente, sin perder los principios». Al mismo tiempo, aboga por «ofrecer cosas» al PSN, dando a entender que Esparza no es suficientemente combativo para evitar que el partido de María Chivite se alíe con formaciones de izquierda y abertzales.
Profundizando en ello, expone el que fue presidente de UPN entre 1997 y 2009: «En política hay que aplicar la fórmula del conde de Romanones: sumar lo más, restar lo menos, multiplicar prudentemente y dividir al adversario. Y nosotros, ni sumamos lo más, ni restamos lo menos, ni mucho menos dividimos al adversario. Al revés, unimos cada vez más al Partido Socialista con el nacionalismo vasco».
Dicho todo esto, parece claro que a Sanz no le gustaría la continuidad de Esparza, aunque cuando se le plantea responde así: «No lo voy a decir, no quiero influir en la afiliación». También deja en el aire la posibilidad de volver a cargos de responsabilidad: «Lo siento, prefiero no responder, no quiero estar en el foco de la confrontación», dice, sin aclarar si alguien se lo está planteando.
«No me gustaría acabar como UA»
La preocupación de Miguel Sanz con la deriva del partido llega al punto de afirmar que «lo último que me gustaría es que a UPN le pase como a Unidad Alavesa o el Partido Aragonesista, que han desaparecido o lo han ido haciendo poco a poco».
«No espero que ocurra, no quiero ser catastrofista. Pero nada me desagradaría más», insiste.