La Aemet ha cerrado el año agrícola en Nafarroa. Es una medición de lluvias y temperaturas en el periodo va del 1 de septiembre al 31 de agosto, el periodo que más se acerca a la vida de las plantas y los cultivos. Y, por tanto, explica mejor por qué una cosecha ha ido mejor o peor, ya sea de cereal, legumbres o frutales.
El pasado ciclo se caracterizó por ser el más cálido desde que existen registros con qué comparar. En Nafarroa se registraron 1,2 grados por encima de la media de los últimos 30 años. Peio Oria, responsable de la Aemet, indica que esto cuadra con la tendencia previa. De 2015 a esta parte se han documentado cuatro de los cinco años más calurosos.
La otra gran anomalía es la alteración del patrón de lluvias. El año agrícola previo (que explicó las cosechas de 2022) fue el más seco hasta la fecha, algo que sintieron tanto la Cuenca de Iruñerria –el granero navarro– como la zona sur. El 2023 arrancó aún más seco, pero las lluvias de junio salvaron de lo peor a la Cuenca y las zonas más al norte, donde los cereales tardan más en desarrollarse y la cosecha se retrasa. No sucedió lo mismo de Untzue para abajo.
El 2023 arrancó aún más seco, pero las lluvias de junio salvaron de lo peor a la Cuenca y las zonas más al norte.
La producción de trigo y cebada –según datos facilitados por las cooperativas del Grupo AN, la más importante en el sur de Nafarroa– cayó en un 18% con respecto al año previo, desde las 896.506 toneladas hasta las 728.325.
Oria detalla que en los primeros meses –cuando los cereales esperan las lluvias para crecer y, después, para formar las espigas y los granos– había llovido menos que en 2022, lo que explicaría la caída en la producción (que va en sintonía con lo sucedido en Aragón o Castilla).
Según datos del Intia, la producción de cereal en el conjunto de Nafarroa se situó entre las dos o tres peores. Ahora bien, si se amplía el foco más allá del cereal, otras producciones no se han visto tan perjudicadas. «La evolución de las leñosas, como olivos o almendros, están en números normales o mejores que la media», indica el técnico del instituto agrícola público, Daniel Andión.
Las tormentas de verano evitaron los cortes de agua en regadíos, pero aumentaron los daños por granizo y lluvias torrenciales.
Por otro lado, las tormentas –es el año agrícola más tormentoso registrado– salvaron a los pantanos de la crisis aguda que se preveía a principios de año, lo que permitió que no hubiera grandes cortes de agua en el regadío y en las hortalizas, por lo que la afección de un año tan atípico fue menor. En contraposición, han sufrido más daños por pedrisco las hortalizas más importantes: pimiento y tomate.
Además del granizo, Andión apunta una mayor incidencia de las plagas, como la mosca de la fruta, gracias a la confluencia de calor y humedad. «El tiempo está cambiando. Las plagas y hongos lo notan y son las primeras que se adaptan», asegura Andión.