Tras los pasos de Pantani, 25 años después
Hace un cuarto de siglo ‘El Pirata’ ganaba el Tour a pocas semanas de haber triunfado en el Giro. Sigue siendo el último ciclista capaz de conseguir este doblete histórico. Extraordinario escalador, Marco era curiosamente un hombre de mar y playa. De Cesenatico, la ciudad que nunca lo ha olvidado.
Uno de los mejores escaladores de la historia del ciclismo era un hombre nacido a nivel del mar, se llamaba Marco Pantani y como mote atendía a ‘Il Pirata’. Ha sido el último capaz de ganar en el mismo año el Giro de Italia y el Tour de Francia, ambos entre junio y agosto de 1998, hace 25 años.
A partir de entonces, unos cuantos campeones han intentado hacer este doblete, que anteriormente solo lograron Fausto Coppi, Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault, Stephen Roche y Miguel Indurain. Y todos han fracasado, hasta los dominadores de nuestra época. Porque Giro más Tour, solamente pensarlo, hoy en día es casi de locos.
Lo que consiguió Pantani hace un cuarto de siglo fue algo inesperado. En un ciclismo cada día más robotizado, con atletas polivalentes y completos, un escalador pequeño, de orejas grandes, piernas minúsculas aunque potentes, parecía tener poco futuro; como mucho, ganar un par de etapas.
Por contra, llegaría el Giro el 7 de junio después de un durísimo cara a cara con Pavel Tonkov y luego, en el Tour, Plateau de Beille, el ataque bajo la tormenta en la cumbre del Galibier, y el gran favorito Jan Ullrich 'kaputt', a 10 minutos, fuera de combate.
Primero el Giro y luego el ataque del Galibier, con Ullrich ‘kaputt’. Después el hematocrito demasiado alto, las descalificaciones, la depresión y finalmente la muerte
El 2 de agosto de 1998 Pantani se coronaba ganador del Tour en los Campos Elíseos de París, completando el doblete. El último italiano capaz de triunfar en la Grande Boucle había sido en 1965 Felice Gimondi, que acompañó aquel día a Marco, sonriente quizás por última vez en su vida deportiva. Luego llegarían el hematocrito demasiado alto en el Giro de 1999, cuando vestía la maglia rosa y a dos etapas para el triunfo, las descalificaciones, la depresión y finalmente la muerte, el día de San Valentín de 2004.
Todo italiano recuerda dónde estaba aquella triste noche en que la noticia empezó a circular, interrumpiendo todos los programas, igual que cuando Pantani irrumpía en los informativos porque había atacado, y la audiencia subía hasta las nubes con él gracias al deportista más icónico en el país transalpino, junto quizás al esquiador Alberto Tomba.
No podía ser verdad. Aunque hubiese dejado la bicicleta, ‘El Pirata’ parecía ser inmortal. Muerto solo en un hotel en Rimini, ciudad de diversión en verano pero fría y gris en invierno por una intoxicación aguda de cocaína y medicamentos. Pero mejor no abrir hoy esta caja, hay muchos libros que pueden saciar la sed por esa información, entre otros el muy bien documentado ‘Los últimos días de Marco Pantani’, escrito por el periodista de ‘L'Equipe’ Philippe Brunel.
Sin duda, la de Pantani es una herida todavía abierta y sin supurar, no solo en el deporte italiano sino en la sociedad entera del país transalpino. Veinticinco años después de aquel verano perfecto, pasamos por su ciudad natal, el único lugar en el mundo donde probablemente Marco se haya siempre encontrado feliz: Cesenatico.
Cesenatico y el turismo masívo
«Vengo aquí cada día. Ca-da dí-a!». Es una mujer la que habla, saliendo de la capilla donde se encuentra la tumba de Marco Pantani, en el elegante cementerio de Cesenatico. Pasillo número 16, a la izquierda, un templo blanco con una especie de altar. Allí, unas fotos de ‘El Pirata’ sonriente, destaca una más reciente en la que aparece un poco triste, varios homenajes de los aficionados, mensajes de cariño, un libro para dejar recuerdos... «En el escalón más alto del podio.. para siempre», reza el epitafio.
La mujer que ha salido de la capilla no tiene nada que ver con la familia Pantani, y habla a los turistas que confluyen ahí como gotas, uno tras otro, hacia la capilla. La mayoría en bicicleta, por supuesto, se quitan el casco, entran con respeto y rezan. Normalmente se puede encontrar cerca de la tumba a su madre, Tonina, que sigue con su batalla en los juzgados. «Me lo han matado –repite siempre–. Pero no pongo fin a mi batalla en el nombre de Marco. Para pagar abogados utilizo el dinero que ganó en su vida».
Es una señora cualquiera que cuida el personaje más famoso de Cesenatico, esta ciudad cuna del turismo masivo en Italia desde 1878. En aquel año empezaron los trabajos para construir el Grand Hotel, un palacio enorme enfrente de la playa, de estilo liberty y que huele tremendamente a Belle Epoque, un poco a lo donostiarra.
Cesenatico ha sido una ciudad pionera del turismo. Los burgueses de la zona encontraban allí el Mar Adriático, bastante tranquilo, una costa larga y bien cuidada, con bosques de pinos rodeando los entornos, adecuada para pasear. No muy lejos, Rimini, la verdadera capital de la Ribera Adriática, hoy en día una hilera interminable e ininterrumpida de colores, ruidos, hoteles, pisos de alquiler y discotecas.
Sin embargo, la gran maravilla de Cesenatico es, como en otras ciudades de la zona, el canal navegable que une los ríos del interior con el mar. Se llama Porto Canale y fue proyectado en torno a 1502 por Leonardo da Vinci, ni más ni menos, junto con Cesare Borgia, hijo del papa Alejandro VI, hermano de la escandalosa Lucrecia e ídolo de Nicolo Machiavelli. De hecho, el ensayo más conocido del escritor fiorentino, ‘El Príncipe’, está inspirado en esta figura de Cesare Borgia, un déspota sin escrúpulos pero capaz de lograr sus objetivos, que por aquel entonces era duque de Romagna.
Porto Canale es el corazón de Cesenatico. Ahí se juntaba con sus amigos de chaval. Ahí celebró el Tour de 1998 con 40.000 personas, unas invitadas y otras infiltradas
Porto Canale es el corazón de Cesenatico, con sus restaurantes, sus chiringuitos y sus barcos variopintos. Aquí Pantani se juntaba con sus amigos para tomar algo cuando era un chaval. Aquí hubo una fiesta enorme después de haber ganado el Tour en 1998, cuando todos los compañeros del Mercatone Uno se habían pintado el pelo, la barba o las cejas de amarillo. Junto a Marco, 40.000 personas, unas invitadas y otras infiltradas, incluido el primer ministro italiano Romano Prodi, muy aficionado de la bicicleta.
De la tumba a la estatua
Pantani nació en la calle Aurelio Saffi, héroe de las luchas para la unificación italiana. Era el piso de su abuelo Sotero. «¿Mi sueño de felicidad? Irme a las 5 de la mañana a pescar con él al Porto Canale para atrapar unas angulas, mejillones y sardinas. Y luego, coger la bicicleta roja que me regaló y subir a un monte hasta llegar a la cumbre, y desde allí tirarme al vacío porque soy capaz de volar». Esta frase la dijo ‘El Pirata’ antes de participar en la Lieja de 2002.
Sotero tiene su tumba en la capilla de la familia de Marco, en frente de la del nieto, y fue la persona que impulsó a Marco a empezar con la bici, un punto de inflexión en su vida. Todos estos testimonios se encuentran en el Spazio Pantani, una especie de museo al lado de la estación del ferrocarril de Cesenatico, a 10 minutos del cementerio. Cinco euros por visita, fue una idea de la familia de Marco para mantener vivo el recuerdo del campeón.
Estamos cerca también del Porto Canale, que parte en dos la ciudad. Si seguimos recto al lado del canal llegaremos a la larguísima calle Giosué Carducci. Luego giramos a la derecha y encontraremos el mítico Grand Hotel, que domina la piazza Andrea Costa. Aquí, aparece otro homenaje a Pantani, un par de enormes esferas con dos imágenes del campeón.
No son objetos casuales; en el pasado todos los chavales y jóvenes en Italia, en Cesenatico o en cualquier otro lugar playero, han recreado alguna carrera ciclista en la arena. ¿Cómo? Dibujando con las manos o los pies un recorrido, luego poniéndose de rodillas a golpear estas pelotitas de plástico que llevaban la cara de los corredores. Pelotitas que se vendían en las tiendas al lado de las playas y eran tremendamente ilusionantes, tipo cromos. Las dos megabolas de Pantani del Grand Hotel son en realidad un homenaje a un pasado que nunca volverá, a una manera simple pero eficaz de entretenerse.
En la otra punta de la calle Carducci, después de haber cruzado tiendas de piadinas (los «talos» típicos de la Romagna, un oficio donde trabajaba la familia Pantani antes de los éxitos de Marco), y también de camisetas ciclistas, supermercados y un parque de atracción para niños, está la estatua que homenajea a ‘El Pirata‘. La reproducción es bastante fiel al original; Marco empujando sobre los pedales, como para empezar un ataque, la mirada al frente.
Media hora andando, desde el cementerio. En bicicleta, por supuesto, muchos minutos menos. Parece que en Cesenatico no haya otro medio de transporte que este, a pesar de algunos cuantos coches aparcados. Es ideal para los niños y los adolescentes también lo utilizan. La zona del Porto Canale, además, es totalmente peatonal.
Volviendo a objetos 'vintage', nada mejor en la costa de la Romagna que el 'risció', una especie de coche descapotable con pedales. Hasta cuatro personas pueden utilizarlo, normalmente un grupo de amigos.
El cariño de casa
En un lugar así, más veraniego, marinero y playero que ningún otro, nació un escalador prodigioso. ¿Dónde encontró la manera de coger confianza con las montañas, entonces, ‘El Pirata’? «Mi basta il Carpegna», repetía siempre. Es decir, se conformaba con el Carpegna, un puerto que discurre subiendo desde el interior de Cesenatico y la urbanización de Sala, donde hoy en día vive mamma Tonina con su padre Paolo, llegando a los Appennini. No es muy alto, 1.415 metros, pero sí bastante duro. Hoy también la cumbre de este puerto tiene su monumento a ‘El Pirata’.
Para Pantani resultaba suficiente, era como si fuese su jardín: salía desde casa sin botellas ni avituallamientos, sabía donde se encontraban las fuentes para beber y en la cumbre le gustaba encontrar algún paisano para hablar un poco en dialecto, entre 'patacca', como se llaman en Romagna los fanfarrones. Luego bajar a Cesenatico y repetir subida al Carpegna, y así una y otra vez. Mucho mejor que las concentraciones a 3.000 metros.
Para Pantani ninguna concentración era mejor que subir al monte cercano («mi basta il Carpegna»), una y otra vez, una y otra vez...
De hecho en el Mercatone Uno, ganador del Giro y del Tour en 1998, muchos compañeros de Pantani eran paisanos suyos: los gregarios Siboni (Cesena), Fontanelli (Faenza) y Conti (Faenza), el responsable de prensa y futuro seleccionador del equipo de Italia, Davide Cassani (Faenza), y el fundador del equipo, Luciano Pezzi (Russi). Su muerte repentina después del Giro fue el resorte que impulsó a Pantani a participar también en el Tour, en principio sin muchas expectativas. Pero fue y lo ganó. Y es que con el grupo de Mercatone Uno se sentía como en casa, rodeado de los suyos.
Todo este sabor de cercanía, de un ciclismo de antaño, es lo que mantiene Pantani vivo en los recuerdos de todos los aficionados. Igual que un Thibaut Pinot capaz de ganar una vez, pero hacerlo como nadie, a los grandes favoritos. Por esta razón el Tour ha decidido dar a la Romagna un papel dprotagonista para la edición de 2024: con la primera etapa, que desde Florencia llegará a Rimini, y sobre todo con la segunda, que tendrá el punto de partida en la misma Cesenatico. Homenajeando de nuevo a ‘El Pirata’, el desafortunado campeón de todos.