¿Quién es Víctor Erice, por qué nos hemos reunido aquí para celebrar su vida y su obra? Ana Torrent ha lanzado la pregunta al aire, mientras el público veía fragmentos de la producción cinematográfica del director en la gran pantalla. Un breve viaje por su filmografía, no muy extensa pero sí muy relevante. Con títulos como ‘El Sur’, ‘El sol del menbrillo’ y ‘Piedra y cielo’, entre otros.
«Es emocionante entregar el premio 50 años después de estrenar ‘El espíritu de la colmena», ha confesado Torrent, al tiempo que ha destacado el modo en que Erice ha cerrado ahora el círculo que inició «con una niña que entonces no distinguía la realidad y la ficción».
«‘¿Cómo ha dirigido a la niña?’, le preguntaron. ‘Ella me dirigió a mí’, fue la respuesta de Erice, recordó Torrent.
«Él ha entendido el cine como espacio para el conocimiento, de captura de aspectos fundamentales de la vida. Ha dado mucho de sí en sus imágenes», ha destacado. Es coherente, generoso y valiente en su compromiso. No ha mostrado ni una sola imagen que no estuviera latiendo». Le ha agradecido su «lealtad y su mirada. Me regaló una interpretación que me ha acompañado toda mi vida».
Abrumado, con la platea en pie
Acto seguido le ha entregado el galardón al director, quien lo ha alzado con el patio de butacas puesto en pie. Erice, emocionado y abrumado, daba las gracias por la acogida del público.
Ha comenzado leyendo unas palabras en euskara, y posteriormente ha continuado su discurso de agradecimiento en castellano. «He escrito unas palabras para intentar no hundirme del todo en un mar de emociones y que leeré con vuestro permiso».
Siendo adolescente se preguntó cómo sería un mundo sin necesidad de premios. «Ingenuamente imaginaba que sería mejor, pero he comprendido que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Aquí estoy recibiendo uno con todo el agradecimiento del que soy capaz».
«Crecí como espectador de películas. Vi mi primera película en el Gran Kursaal, en el invierno de 1946. El Teatro Victoria Eugenia no es solo el lugar donde recibí la Concha de Oro, también es uno de los cines de mi infancia. Si cierro los ojos me veo en una butaca disfrutando de películas que jamás olvidaré», ha contado.
«En la penumbra del gallinero vi mi primera película en el festival, ‘Las noches de Kabilia’, de un tal Federico Fellini. Él estaba luciendo smoking blanco en el palco. He visto nacer y crecer el festival, surgido de la nada a iniciativa de un grupo de comerciantes donostiarras. Este tipo de certámenes son ventanas abiertas al mundo, y el de Donostia lo cumplió como nunca en tiempo de sus orígenes, vigilado por la censura de la época, víctima de sus prohibiciones», ha recordado.
«Sé lo mucho que supuso para cinéfilos del Cine club de San Sebastián, colaboradores del certamen como Javier Aguirre, Anton Eceiza, Elías Querejeta, Santiago San Migel, José Luis Ejea e Iván Zulueta. Soy uno de los supervivientes del grupo», ha afirmado.
También ha recordado su traslado a Madrid «para aprender el viejo oficio del cine». «El cine es el arte del siglo, arte popular, como fue durante gran parte de su historia; hoy por desgracia ha desaparecido».
Concibe el cine como medio de conocimiento. «Su aprendizaje no se acaba nunca», ha asegurado.
Ha tenido un emotivo mención a sus padres –«me dieron la posiblidad de irme a Madrid, nunca teminaré de agradecerles»–, a su hermana –«me llevó al cine de su mano»–, a su hijo Pablo y a su mujer Cristina.