Daniel Galvalizi
Interview
Carlos Dada
Fundador del periódico ‘El Faro’

«Tuvimos que mudar el periódico fuera de El Salvador porque ya no hay leyes que nos protejan»

El periodista y fundador de ‘El Faro’, Carlos Dada, recupera en un libro sus mejores crónicas en lugares de resistencia social en Centroamérica y cuenta a NAIZ los retrocesos democráticos llevados a cabo por el Gobierno de Nayib Bukele. Pide que la UE que «vuelva a defender los derechos humanos».

Carlos Dada, periodista y fundador del periódico ‘El Faro’ de El Salvador.
Carlos Dada, periodista y fundador del periódico ‘El Faro’ de El Salvador. (LIBROS DEL K.O.)

«Yo soy un privilegiado, no me gusta el papel de víctima», dice Carlos Dada, en una de sus muchas paradas por territorio europeo. Por motivos personales y laborales viaja mucho. El pasado 8 de noviembre presentó su libro en la Casa de América en Madrid y recibió un premio.

Aunque no le guste el papel de víctima, el Gobierno del salvadoreño Nayib Bukele ha decidido que lo sea. No solo Dada y sus compañeros de trabajo fueron víctimas de espionaje ilegal de Pegasus, sino que debieron trasladar una parte de la redacción y la titularidad de la empresa dueña del periódico ‘El Faro’ (referente en investigación al poder en ese continente) de San Salvador a San José de Costa Rica para protegerse ante la embestida autoritaria en su país, tras más de 15 años de trabajos que marcaron un antes y un después en el periodismo centroamericano.

Nacido hace 52 años en Lovaina (Bélgica) y criado en su adolescencia entre El Salvador y México, Dada cuenta a NAIZ la situación salvadoreña y de la región, y recuerda algunos puntos sobresalientes de ‘Los pliegues de la cintura’ (Ed. Libros del K.O., 2023), su nuevo libro. Antes de hablar del libro, imposible no mencionar su trabajo en ‘El Faro’.

El periódico en abril se mudó a Costa Rica con toda la redacción. ¿Por qué?

Bueno, no del todo. ‘El Faro’ es ahora un periódico centroamericano registrado y con sede en Costa Rica. Hasta abril era de El Salvador y ahora pertenece a una fundación costarricense, la Fundación Periódica. Así es mucho más difícil que el señor Bukele nos embargue o nos cierre. La redacción sigue estando en su mayoría en San Salvador.

La mudamos porque estamos ante un Gobierno que no admite críticas, un régimen populista de manual que está desmantelando todas las instituciones, que controla todo el Estado. En este contexto, ‘El Faro’ era muy vulnerable, necesitábamos sacarlo de ese país porque ya no hay garantías constitucionales. El Gobierno controla todo el sistema y no admite narrativas distintas, ya no hay leyes que nos protejan. Los primeros cambios (de Bukele) fueron en el aparato judicial, ahora la Justicia es simplemente una herramienta a favor del régimen. Más allá de los cambios en las leyes, ese hecho nos vuelve más vulnerables, no hay espacio para la legítima defensa. El Congreso está totalmente controlado por Bukele y ha aprobado leyes que van en contra de la actividad periodística.

¿Puede poner un ejemplo?

Por ejemplo, han aprobado una ley que prevé más años de prisión para los periodistas que publiquemos información sobre las pandillas que para los violadores. La ley habla de ‘información sobre pandillas que cause zozobra’ a la sociedad, y entonces así se puede justificar todo. Se le conoce en El Salvador como ‘la ley de El Faro’, porque nosotros publicamos informaciones del Gobierno de Bukele y sus negociaciones con los jefes pandilleros, y a partir de ahí vino la ley. Además, nos acusa de haber deteriorado su relación con Estados Unidos.

Citizenlab nos confirmó que 22 de los 30 fuimos espiados año y medio por Pegasus. Dijo que era anormal que tanta gente durante tanto tiempo fuera espiada, y lo calificó de «actitud obsesiva»

 

¿Fue víctima de Pegasus?

Nosotros somos una organización pequeña, somos 30 personas. Los de Ctizenlab, de la Universidad de Toronto, nos confirmaron que 22 de los 30 habíamos sido espiados por Pegasus por un periodo de un año y medio. Citizenlab dijo que era anormal que tanta gente durante tanto tiempo fuera espiada, y lo calificó de ‘actitud obsesiva’. Por ejemplo, a nuestro redactor Carlos Martínez le enchufaron su teléfono 269 días, y al segundo que más fue a mí, con 167 días. Es imposible saber quién instigó esto, pero hay dos pistas: la empresa que fabrica Pegasus ha dicho en los tribunales que solo lo vende a Gobiernos y agencias estatales, previa autorización del Gobierno israelí. Y Citizenlab pudo determinar la localización de la operación, y dijo que estaba en San Salvador (la capital).

En su libro dice que para los que vivieron con una pistola de las pandillas en la cabeza muchos años, todo, incluso los derechos humanos, es secundario y que eso explica el apoyo a Bukele. ¿Cómo se sale de ese laberinto?

Es una pregunta que se puede extender a muchos lugares del mundo, la democracia está en retroceso. Creo que hemos tenido demócratas bastante irresponsables. Parte de porque decidí publicar este libro es porque leídas en conjunto todas estas crónicas te dan un paisaje del fracaso de estos gobiernos democráticos: usaron el poder para otras cosas y fracasaron en encontrar las soluciones más urgentes. Y estos personajes nuevos como Bukele son muy contagiosos, son el sueño de todo populista autoritario, perpetuándose con el aplauso de las multitudes. Los llamados demócratas se alejaron de las soluciones y su objetivo fue solamente afincarse en el poder por el poder mismo.

Creo que va a llevar tiempo resolver esto, pero la historia demuestra que todos estos capítulos terminan pasando. En el caso de El Salvador, esto no es un proyecto político sostenible, porque no está solucionando los problemas. Encarcelar a 6.000 personas no soluciona, las pandillas no bajaron de una nave espacial, son la expresión más deforme de una sociedad disfuncional. Me encanta citar a monseñor Romero, nuestro mártir, que decía que no se podía erradicar la violencia sin atender sus causas estructurales. Estamos ante un Gobierno mucho más corrupto que los anteriores, bastante incapaz en materia económica, pero el más eficiente en términos comunicacionales. El problema es que esto toma tiempo y tengo temor de las cosas horribles que puedan pasar cuando esto empiece a caer.

¿Por qué?

Bukele, por ejemplo, ha duplicado el número de efectivos de las Fuerzas Armadas y está reforzando muchísimo el equipo militar, y además tenemos 18 meses de régimen de excepción que les permite detener a cualquier persona que les dé la gana. Hay menos inseguridad, eso es un hecho. Las pandillas han sido desarticuladas, y es normal, comprensible, que la gente que vivió con una pistola en la cabeza lo apoye. Te responden que cuando teníamos democracia ellos tenían una pistola en la cabeza. Y estadísticamente es el país centroamericano con menos apoyo al sistema democrático.

Estamos ante un Gobierno mucho más corrupto que los anteriores, bastante incapaz en materia económica, pero el más eficiente en términos comunicacionales 

¿El triunfo de Arévalo en las presidenciales de Guatemala abre esperanzas de cambio?

En primer lugar, es muy sorpresivo su triunfo, nadie lo tenía en las encuestas. El statu quo había logrado quitar del camino a los candidatos que veían incómodos. Lo primero que puedo decir es que tomó al sistema por sorpresa y ya trajo un cambio real que es devolverle agencia a esas grandes masas de gente que sus victorias estaban siendo revertidas por el statu quo guatemalteco. Quienes no veían esperanza de cambio han encontrado en él la encarnación de una demanda de justicia.

¿Por qué el título de su libro es con «pliegues»? ¿Qué sintetiza esa metáfora?

Porque los pliegues son esas zonas en las que no entra la luz, que no aparecen en nuestras narrativas oficiales, esas zonas oscuras. Parte esencial de un periodista es visitar esas zonas oscuras y contárselas al resto de la gente, e ir a los sitios y contar aquí se vive así, no como ustedes creen.

En una de sus crónicas cuenta que encontró africanos en un río fronterizo de Guatemala y México, en su camino a emigrar a EEUU, pero estaban varados en Chiapas.

En Europa puede sorprender que lleguen africanos hasta allí, estando acostumbrados a ver su sufrimiento en el Mediterráneo. Sí, hay miles, mientras hablamos, ahora mismo, hay miles acampando en Tapachula (Chiapas). En el primer centro de migración al entrar, de los miles que hay muchos son africanos huyendo de sus países. Como Europa ya no quiere a esta gente por los pretextos que dice, que es indignante, entonces tienen que dar la vuelta al mundo para una vida. El caso que cuento es el de un camerunés perseguido por el dictador que sostiene el Gobierno francés a cambio de contratos de explotación de recursos naturales para empresas francesas. Este camerunés se había ido a Estambul, de ahí a Quito y luego en bus hasta Guatemala, atravesando el golfo de Darién, que hoy es el principal corredor migratorio... toda esa ruta llena de venezolanos, haitianos y africanos. Al atravesar la frontera de Guatemala con México, para los migrantes comienza el infierno. El camerunés se ahogó en un río entre Chiapas y Oaxaca, tratando de esquivar los controles de la Guardia Nacional mexicana.

En el capítulo «Masaya se atrinchera» usted cuenta un poco esa experiencia en la Nicaragua sublevada contra Ortega.

Sí, visité Masaya en el apogeo de la revuelta contra Daniel Ortega y Rosario Murillo en 2018, cuando más allá del levantamiento de estudiantes, esto se extendió por todo el país con la gente poniendo tranques para evitar la entrada de policías y paramilitares. La gente estaba levantada contra quien fuera su comandante (en la guerra contra la dictadura). Allí, en Masaya, murió el hermano de Daniel Ortega y era la ciudad a donde todos los años iba a conmemorar el inicio de la revolución sandinista, la ciudad más aguerrida contra la dictadura de Somoza, y es esa misma la que se levantó contra Ortega.

Se veía un hartazgo ante el dictador y sus arbitrariedades. Los estudiantes encendieron un pequeño fósforo y ahí a algunos como yo nos sorprendió que ese hartazgo fuera tan masivo y la disposición de la gente para aprovechar el momento fuera tan grande. En Masaya sitiaron el cuartel de Policía y los accesos a la ciudad, y con la mediación del sacerdote local, que fue luego expulsado del país, cedieron. Fue un momento extraordinario, un momento decisivo de la historia, y la batalla la terminó ganando Ortega. Hay una generación rota en Nicaragua.

Los pliegues son esas zonas en las que no entra la luz, que no aparecen en nuestras narrativas oficiales, esas zonas oscuras. Parte esencial de un periodista es visitar esas zonas oscuras y contarlas

«Por aquí pasó Berta Cáceres» es el capítulo sobre la muerte de la ambientalista hondureña en medio del boom de construcción de represas. ¿Por qué fue allí?

Fui porque me pareció que siempre las cosas se hablan en macro y nunca llegamos a los lugares a ver en realidad qué pasa en esas comunidades. Le había costado la vida a esta señora la defensa de su territorio, y yo quería ver cómo era ese territorio y cómo les afectaría esa represa hidroeléctrica. Les prometían energía limpia con la fuerza del agua, pero si era tan fantástico por qué mataron a una señora y por qué hubo tantas protestas. Son comunidades que viven en la miseria, divididas por estas ofertas de poquita cosa que hacen las empresas, les ofrecen una cancha de futbol, etc., lo que no hizo el Estado.

Fue esperanzador ver líderes comunitarios indígenas que empezaron a refrendar legalmente la propiedad comunal de las tierras, evitando que venga el empresario a comprarle a un particular. Yo allí vi literalmente un río seco, con toda la fauna muerta y el fin de la irrigación a las comunidades, por represas de capital finlandés y holandés. Hoy Honduras es un narcoestado, puente del tráfico entre Colombia y México desde Pablo Escobar hasta hoy, y un narcoestado no se termina por decreto. Todas las estructuras han sido tomadas.

Para terminar, quiero su opinión sobre hacia dónde va Centroamérica.

Los periodistas somos campeones del pesimismo (se ríe). Hemos fallado en unirnos como una sola región, estamos al margen de las dinámicas económicas del mundo, no recibimos beneficios de la globalización, y eso abre las puertas a otro tipo de cosas como el narcotraficante y el crimen organizado. No veo cómo Centroamérica se puede insertar en los mercados globales y lo que va a seguir pasando es migración, corrupción y crimen organizado.

Espero también otro rol de España y de la UE para Centroamérica. España tuvo una relación muy intensa desde los 70, especialmente a través de sus sacerdotes jesuitas vascos y gallegos, y hace 20 años se autoproclamó el puente natural entre la UE y Latinoamérica. Pero en los últimos años toda la UE parece que se ha olvidado de los derechos humanos y se ha vuelto una corporación, falta una defensa férrea e indudable de los derechos humanos y de la democracia. Pido que sean un poco congruentes con esos principios.