Las mujeres de Gaza están expuestas a otros tipos de violencia más allá del propio conflicto, obligadas a parir en las calles, sin productos menstruales y víctimas de una desnutrición que afecta a sus lactantes.
Así lo explica a Efe la directora ejecutiva del comité español de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (Unrwa), Raquel Martí.
«Los hospitales no pueden recibir pacientes por el colapso y esto está produciendo una brecha crítica en el acceso a los servicios de salud que afectan particularmente a las mujeres y a los niños y niñas. La atención integral de emergencia a la salud femenina, la atención al recién nacido y a la salud sexual y reproductiva no se está pudiendo llevar a cabo», alerta Martí.
Se calcula, agrega la directora ejecutiva, que hay unas 50.000 embarazadas en Gaza y que cada día nacen una media de 160 bebés «en unas condiciones terribles».
«Muchas de estas mujeres no pueden llegar a los hospitales y están teniendo que dar a luz en los refugios de Unrwa, en sus casas sin atención sanitaria, en las calles entre escombros o en centros de salud absolutamente saturados», afirma.
Hay unas 50.000 embarazadas en Gaza y que cada día nacen una media de 160 bebés «en unas condiciones terribles»
Denuncia que «las condiciones sanitarias empeoran cada día y existe un riesgo elevadísimo de contraer infecciones y tener complicaciones médicas por la falta suministros y de recursos humanos».
Desde el 7 de octubre, las mujeres y niñas de Gaza han vivido afectaciones desproporcionadas en múltiples aspectos de sus vidas y miles de ellas han fallecido de manera colateral.
Esta última escalada de violencia ha provocado 15.000 muertos, de los que más de 6.150 son menores, y más de 4.000, mujeres, según el Gobierno de Gaza.
La salud de las mujeres en Gaza
El conflicto también impacta en la salud mental de las mujeres, que viven una situación «extrema y traumática» al haber sido obligadas a desplazarse y tener que asumir el cuidado de familiares adultos, muchos de ellos enfermos, y de los niños.
«Están extenuadas. Es una sobrecarga inmensa que les está creando un profundo estrés e incrementando su vulnerabilidad», menciona Martí.
Ese estrés afecta especialmente a las embarazadas y lactantes. Por un lado paren de manera prematura y, por otro, dejan de producir leche materna y deben reemplazarla por biberones «que no se pueden mantener en unas condiciones higiénicas suficientes» y que en muchas ocasiones se preparan con agua no potable.
Se suma la desnutrición que sufren las madres y recién nacidos por la falta de alimentos, lo que incrementa el riesgo de muertes maternas e infantiles.
Otra de las preocupaciones de Unrwa es la salud menstrual, pues en la zona carecen de materiales higiénicos para suministrarles «y eso aumenta el riesgo de infección, sobre todo en las niñas», lamenta Martí, quien añade que ahora ni siquiera hay agua limpia para lavar los trapos que tienen que utilizar por falta de compresas o tampones.
Aumento de la violencia machista
Martí advierte también de que el hacinamiento en los albergues y refugios está produciendo un aumento de las tensiones familiares que puede desencadenar un incremento de la violencia de género.
«En esta situación es muy difícil identificar la violencia de género y que las mujeres denuncien porque, además, no hay suficientes servicios para poder detectarla», añade, y refiere que los casos llegan cuando son extremos o cuando algún familiar, mayoritariamente femenino, cuenta esta información al personal.
Sin embargo, ahora no hay ni asociaciones ni ONG ni hospitales que puedan atender la violencia de género en Gaza.
Además, afirma que el cierre de las escuelas y la falta de apoyo psicosocial hace más vulnerables a los abusos a los niños y niñas y señala que temen que, tras el conflicto, el matrimonio infantil se vea como un mecanismo para afrontar el futuro.
Por eso solicitan un alto al fuego definitivo para evaluar las necesidades de la población y llevar la ayuda necesaria para afrontar esta difícil situación.