![Una de las obras que forman parte de la exposición, “Agustín Ibarrola. A base de papel”, que se puede ver hasta el mes de enero en el Museo de Arte e Historia de Durango.](/media/asset_publics/resources/001/055/366/article_main_vertical/1297_panoramika1.jpg)
De todas las vertientes que comprende el arte contemporáneo, las artes plásticas son sin lugar a dudas una de las más extendidas. Si bien todo forma parte de un mismo ámbito, la presencia de lo matérico está tradicionalmente ligada a la creación artística desde antes de que se extendiera la utilización del concepto ‘artes visuales’. Y es que desde las tradicionalmente grandes disciplinas del arte, escultura, pintura y arquitectura, el resultado del arte entendido como un cuerpo tangible permanece aún en el imaginario social.
En este sentido, la relevancia de lo plástico, ha sido y es determinante en muchas de las maneras de enfocar el trabajo artístico. Los procesos creativos, que nunca son un estándar y pueden ser cambiantes, llegan a asumir un material concreto bien como un medio del que valerse para llegar a un resultado, o incluso como elemento central alrededor del cual gira todo el desarrollo.
A este respecto, el Museo de Arte e Historia de Durango inauguró a mediados del mes pasado una interesante propuesta titulada ‘Agustín Ibarrola. A base de papel’. La casualidad quiso que Agustín Ibarrola (Bilbo, 1930-Galdakao 2023), el protagonista de la muestra, falleciera el día anterior a la apertura, convirtiéndola así en una de las primeras exposiciones tras su desaparición. El legado de Ibarrola es muy extenso y su relevancia en el desarrollo cultural de nuestro territorio es innegable.
La muestra se centra en una serie de producciones realizadas principalmente entre los años 1997 y 2022. En todas ellas el papel emerge como ingrediente imprescindible. A veces como punto de partida, en otras como soporte y en algunas como finalización. Encontramos collages que utilizan el papel de periódico como fondo y escenario. También pequeños frottages que capturan texturas de su entorno próximo a través de la relación con el blanco del papel y el negro de las ceras. Un variedad tan humilde como el papel de estraza, usado para envolver, sirve como base para unas piezas en las que el autor se explaya a través de sus reconocibles colores y formas orgánicas. El óleo reivindica su momento en unos trabajos de formato medio, regidos también por el equilibrio entre el color y la abstracción.
Mención especial requieren las esculturas de papel. Una serie de composiciones tridimensionales que juegan entre la geometría y la relación de espacio vacío, cavidad y color. Estudios espaciales que, a pesar de no tener un tamaño muy grande, plantean cuestiones sugerentes cuando se ponen en relación con el resto de trabajos.
‘Agustín Ibarrola. A base de papel’ permanecerá abierta hasta finales del próximo mes de enero. Una oportunidad inmejorable para acercarnos a parte de la vasta producción de este creador recientemente desaparecido.
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