Dabid Lazkanoiturburu

El bucle de Netanyahu en Gaza

Tras su rechazo a la propuesta de Hamas de vincular el intercambio de rehenes y prisioneros con la retirada israelí del enclave, y la advertencia de EEUU (Biden) de que no apoyará su ofensiva «final» en Rafah, Netanyahu ordena la evacuación del último enclave del sur de Gaza. Un bucle.

(Gil COHEN-MAGEN | AFP)

El rotundo rechazo del primer ministro israelí a la propuesta concreta de alto el fuego por fases de Hamas y las críticas de EEUU a su «ofensiva final» contra «el último bastión» islamista de Rafah evidencian el bucle al que Netanyahu ha abocado a Oriente Medio en la mayor crisis de los últimos decenios.

El Cuarteto de París (EEUU, Qatar, Egipto e Israel) presentó un plan de alto el fuego de seis semanas (45 días) que incluiría la llegada de creciente ayuda humanitaria a Gaza y el intercambio de rehenes israelíes (menores, mujeres y varones mayores de 60 años) por prisioneros palestinos. El plan aludía genéricamente a siguientes fases con nuevos canjes y negociaciones sobre una eventual retirada israelí.

Hamas presentó una contrapropuesta «positiva» en tres fases de 45 días con un calendario definido que secuencia los intercambios, que alcanzarían escalonadamente a todos los rehenes (incluidos los soldados) y supondría la liberación de 1.500 prisioneros palestinos (un tercio de ellos a elección de la propia Hamas). Y vincularía, desde la primera fase, el progresivo avance en los canjes con la retirada progresiva, pero finalmente definitiva de Israel de la Franja.

Netanyahu, e Israel, saben que es altamente improbable que recuperen un rehén con vida sin liberar a prisioneros palestinos. La proporción de excarcelaciones en el plan de los islamistas es ahora mayor que en la tregua del pasado noviembre, pero en su día soltaron a un millar por el soldado Guilad Shalit.

Tampoco hay duda de que chirría en Israel que Hamas consiguiera la excarcelación de condenados a prisión de por vida. Y no solo de su organización, ya que podría exigir la libertad del líder de la milicia de Al-Fatah, las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, Marwan Barghouti, de cara a crear un frente de resistencia unido por encima de la denostada ANP. Pero tampoco hay que olvidar que en el canje por el tanquista Shalit, en 2011, liberaron a Yahia Sinwar, líder de las Brigadas Ezzedin al-Qassam, de Hamas, a quien Israel responsabiliza del ataque del 7-O (Sabbath Negro).

El nudo gordiano no reside en el rango de los presos intercambiables -negociable-, sino en la cuestión de la retirada de Gaza. Tampoco sería la primera vez que Israel se compromete a algo y luego lo incumple (podría incluso volver a detener a los excarcelados), pero Netanyahu se niega a asumir siquiera sobre el papel una salida de la Franja, lo que sería una derrota estratégica.

El primer ministro insiste en conjugar los objetivos de liberar a los rehenes y derrotar a Hamas, a sabiendas de que la situación sobre el terreno apunta a que son totalmente incompatibles.

Israel ha masacrado a 28.000 gazatíes y ha destrozado el 60% de las casas de la Franja. Y sigue sin hallar rastro alguno de Sinwar, a día de hoy el hombre fuerte de Hamas, y del ingeniero Mohamed al-Deif, «el invitado», que reivindicó el 7-O. Solo ha podido reivindicar la muerte con un dron de Saleh al-Arouri, dirigente de Hamas desde el exilio en Líbano. Una «pieza relativamente fácil» pero de «caza mayor» para la que no dudó en arriesgarse a un conflicto total con Hizbulah.

El Tsahal habrá hecho daño a Hamas (otra cosa es que haya matado, como asegura, a más de 12.000 milicianos), pero desde Gaza siguen despegando periódicamente cohetes que obligan a los israelíes a refugiarse. Hasta en Tel Aviv.

Acabar con Hamas en Gaza implica borrar la Franja del mapa, incluidos los rehenes. Netanyahu lo sabe, pero precisa tiempo. Una retirada, siquiera temporal, en el marco de un alto el fuego consolidado, le abocaría a comicios sin apoyo de los ultras colonos y ortodoxos. Su tumba.

El primer ministro quiere apurar hasta finales de año o comienzos de 2025 y sueña con un Donald Trump en la Casa Blanca. Su inquilino, Joe Biden, acosado por sus lapsus mentales, lo ve y le ha advertido contra la ofensiva total sobre Rafah, último reducto no arrasado en Gaza.

A Netanyahu, y a su bucle, se le achica el tiempo.