Una exposición y un libro rescatan del olvido el oficio de las cargueras

Las cargueras jugaron durante cerca de cinco siglos un papel fundamental en la economía de Bizkaia. Una exposición y un libro las rescatan del olvido reivindicando a este grupo de mujeres que trabajaban en condiciones muy duras, al borde de la esclavitud, para sobrevivir ellas y sus familias.

Las historiadoras Amaia Apraíz Sahagún y María Romano Vallejo muestran el libro que han realizado sobre las cargueras.
Las historiadoras Amaia Apraíz Sahagún y María Romano Vallejo muestran el libro que han realizado sobre las cargueras. (Oskar Matxin Edesa | FOKU)

Las Juntas Generales de Bizkaia aprovechan el 8 de Marzo para rescatar a través de una exposición en su sede de Bilbo y un libro el oficio de las cargueras que durante siglos fueron imprescindibles en la economía, ya fuera para acarrear piedra con la que se construía o leña de los montes a las casas, y sobre todo, cargar y descargar los barcos que atracaban en los muelles ubicados a lo largo del cauce de la ría del Ibaizabal desde El Arenal a Portugalete.

La muestra y la exposición han sido posibles por la investigación realizada por las historiadoras Amaia Apraiz Sahagún y María Romano Vallejo, que gracias a la abundante documentación estudiada, apuntan a que ser carguera «significaba bordear la marginalidad y la pobreza». «Era estar manteniendo un equilibrio inestable en el penúltimo escalón de una sociedad tremendamente estratificada –añaden–. Sociedad que, por cierto, consentía todo tipo de violencias contra ellas, no solo por su trabajo, sino también por su condición de mujeres. Pero ser carguera también significada luchar».

En el libro se recoge, entre otros, un acuerdo del 18 de enero de 1827 del Ayuntamiento de Bilbo en el que informa a la Junta de Caridad de la Santa Casa de Misericordia que mantenía a más de 300 pobres, en su mayor parte vecinas que trabajaban de cargueras. Se empleaban en compañías comerciales pero también en mineras y siderúrgicas o importadoras de bacalao y madera.

También queda claro que el empleo de mujeres como fuerza de carga para la industria era mucho más rentable que la contratación de hombres, por los salarios más bajos que percibían y la labor que realizaban. En su mayoría, portaban la carga en cestos sobre su cabeza, no en los hombros.

No solo destacaron en el ámbito industrial y comercial, ya que a principios del siglo XIX, según las crónicas de la época, fueron las encargadas de aprovisionar a las tropas en las contiendas bélicas que se sucedieron en Bizkaia.

El oficio de carguera no entendía de estereotipos y así se transmite en la documentación histórica analizada por las investigadoras. Era un trabajo de mujeres, casadas, viudas o solteras; jóvenes, de mediana edad o viejas; con edades comprendidas entre los 17 y los 99 años (si es que llegaban o el cuerpo les aguantaba) y el único rasgo que compartían todas ellas era que carecían de instrucción. Tampoco había distinción respecto a su procedencia, ya que a las autóctonas se sumaron las llegadas a Bizkaia en búsqueda de trabajo con el que sobrevivir.

Dada que muchas se veían obligadas a ir a trabajar con sus vástagos menores, el asilo de huérfanos de Bilbo habilitó una habitación en la calle Uribitarte, junto a los muelles, para ser ocupada por esos niños y niñas mientras sus madres cargaban y descargaban mercancías.

La violencia estaba institucionalizada en todos los aspectos de su vida, ya fuera por parte de los embaladores o en los accidentes laborales, que muestran la precariedad laboral que soportaban.

Su papel en la lucha de clases

A través de la lectura de periódicos como 'El Nervión', 'El Liberal' y 'La lucha de clases' han descubierto a estas mujeres, aunque no hay que ocultar que desde una visión patriarcal y de género, «desde la acción, durante períodos de conflictividad laboral y social, y no como meras espectadoras sino como participantes activas en las reivindicaciones: un diente más en el engranaje de la poderosa maquinaria que movió la lucha de clases en Bizkaia».

La publicación describe a una mujer que en el pasado fue una fuerza de trabajo más en la construcción de la sociedad capitalista, sobreviviendo a una economía de miseria –se las pagaba menos que a los hombres–, a un maltrato continuo y a una moralina social.

Romano Vallejo ha destacado en la presentación de la exposición que las mujeres siempre han estado en la economía industrial y de que, a pesar del desarrollo tecnológico, continúa habiendo estibadoras, que suponen el 5% de las personas que trabajan en el sector a nivel del Estado español.

La muestra que acoge la sala de exposiciones de las Juntas Generales de Bizkaia, en la calle Hurtado de Amezaga de Bilbo, incluye fotos de Eulalia Abaitua y Allende-Salazar, Pedro Telesforo de Errazquin Astigarraga y Germán Elorza Arrieta, reproducciones ampliadas de cuadros de Luis Paret y Alcázar (Vista del Arenal) y Juan Eustaquio Delmas, o documentos oficiales y artículos de prensa ('El Cantábrico' y 'El Liberal').

La presidenta de la Cámara foral, Ana Otadui Biteri, ha explicado que la exposición pretende volver a reivindicar «la contribución real de las mujeres en nuestra historia, dotándolas de una visibilidad que durante siglos no han tenido».