Vicente Larrea, uno de los escultores vascos más sobresalientes de su generación, ha fallecido cuando estaba a punto de cumplir los 90 años. Con una amplia obra que forma parte de nuestro paisaje urbano, fue uno de los miembros del grupo Emen; fue parte activa también del movimiento de vanguardia del que surgió el arte vasco actual.
Vicente Larrea eskultorearen heriotza biziki sentitzen dugu . Euskal kulturarekin eta gure museoarekin konprometitutako artista-belaunaldi batekoa izan zen. Mugimendu informalistari lotuta, jatorrizko formei berezko energia eta adierazpena ematen jakin zuen. In memoriam. pic.twitter.com/eUdtDBJskB
— Museo BBAA Bilbao (@bilbaomuseoa) March 13, 2024
Hijo y nieto de escultores con taller en Bilbo, Vicente Larrea era popular por sus grandes obras abstractas de metal ubicadas en numerosos espacios públicos, sobre todo, en su ciudad natal. Suyas son esculturas situadas en el exterior del Palacio Euskalduna (‘Dodekatlos’, 2000-2002, fue levantada junto al Palacio Euskalduna en homenaje a los trabajadores del antiguo astillero), en la Gran Vía, en Miribilla, Ametzola o Zorrotzaurre, además de en el Museo Bellas Artes.
También son conocidas sus esculturas junto al desvío de la autovía hacia el aeropuerto de Loiu, en Galdakao, en el exterior del Museo Artium de Gasteiz o en la Ciudadela de Iruñea. Y tuvo además una relación especial con esta casa, puesto que durante varios años creó las esculturas que EGIN regalaba al mejor futbolista vasco del año.
Una saga de escultores y euskaltzales
Vicente Larrea fue heredero de una conocida saga vizcaina de escultores –su abuelo, Vicente Larrea Aldama, trabajó con Rodin en París– y entre sus familiares por parte materna –su madre se llamaba Pilar Gayarre Galbete– se hallaban también personalidades destacadas en Nafarroa en la defensa del euskara e impulsoras de las ikastolas como Arturo Campión y Paz de Ziganda.
Esto último lo recordaban precisamente en 2016, cuando fue homenajeado en la Ciudadela de Iruñea en la exposición Artea Oinez 2016, organizada en el marco del Nafarroa Oinez y que reunió a 72 artistas que rindieron así homenaje al escultor bilbaino.
De su padre, el también escultor José Larrea, aprendió trabajando en su taller. «El conocimiento de los modelos clásicos y de todos los recursos del oficio que le dio esta formación temprana, práctica, y de las peculiares características que comporta un taller de este tipo, donde se realizaron a lo largo de más de medio siglo muchas de las esculturas públicas, tanto civiles como religiosas que aún se ven en Bizkaia, influirían poderosamente en la obra de Vicente Larrea, y le permitirían realizar esculturas de gran complejidad técnica», escribió de él Javier Viar, exdirector del Museo Bellas Artes de Bilbo, una pinacoteca con la que Larrea tendría siempre una relación muy estrecha.
La ruptura
Al ser el único de los siete hermanos que se interesó por el oficio, se hizo cargo del taller familiar, hasta que en 1964 decidió disolver el negocio y tomar otro camino profesional independiente. «Estos años de la transformación del trabajo del escultor coincidieron con el nacimiento de los grupos vascos de vanguardia que formulaban la necesidad de un arte autóctono y experimental, que se abrió camino con enorme dificultad en la sociedad de aquel tiempo.
Larrea se integró en el grupo Emen, correspondiente a Bizkaia, y participó en 1966 en la exposición que celebraron conjuntamente los grupos Gaur, guipuzcoano, y Emen en el Museo de Bellas Artes de Bilbao», añade Viar.
De esa época datan obras como ‘Kirikiño’ (1966), levantada junto a la puerta del cementerio de Mañaria, en homenaje al escritor vasco. Con la serie ‘Cárceles’ (1969) estuvo representado en la Exposición de Arte Vasco celebrada en el Palacio de Bellas Artes de México en 1970, a donde viajó con Nestor Basterretxea y Remigio Mendiburu, también presentes en la exposición.
Durante el curso 1970-1971 ejerció como profesor de escultura en la recién creada Escuela de Bellas Artes de Bilbao, actividad que abandonó en desacuerdo con el sistema docente, poco adecuado, según le parecía, para estimular la creatividad de los alumnos.
De esa época datan obras como la gran escultura de hierro ‘Samotracia’, de 1970-1971, que se expondría en la Muestra de Arte Vasco de Barakaldo de 1971 y en los Encuentros Internacionales de Arte de Iruñea de 1972, y que ahora se levanta frente al Ayuntamiento de Barakaldo. Según Viar, continúa siendo una las obras maestras de Larrea.
Entre las cuevas y las personas
El ciclo de esculturas que se abrió a continuación se iniciaría con una obra llamada ‘Santimamiñe’, por la influencia que en ella encontraba el escultor en las cuevas, con galerías perdiéndose en el fondo, y también por el simbolismo antropológico contenido en ellas. En 1973 celebró una primera exposición retrospectiva en las Salas Municipales de Cultura de Durango, y al año siguiente exhibió las Santimamiñe y otras obras en la Galería Kreisler-2 de Madrid, con gran éxito de crítica.
La obra de Larrea se fue desarrollando entre esculturas de mediano formato, fundidas en bronce y otras de carácter público, de gran tamaño, fundidas en hierro y a las que a veces las primeras servían de boceto, trasladado al hierro. Son las ‘Brocas’, un concepto que se repitió en numerosas de sus obras de esa época, colocadas, por ejemplo, en Lagun Aro en Arrasate, en la Bizkaiko Kutxa de la Gran Vía bilbaina, en el Paseo de la Castellana de Madrid...
En 1983 acudió con varias obras, y nuevamente en compañía de Basterretxea y Mendiburu, a la Feria Internacional de Arte de Chicago. Otro cambio importante se produjo a finales de los años 1980, con la aparición de esculturas figurativas, con imágenes humanas como la Virgen, de 1989, para la parroquia del Rosario de Bilbo, y el Ángel, del mismo año, para el cementerio de Zumarraga.
En 1994 Larrea realizaría una importante retrospectiva en la Sala Rekalde de Bilbo y en 1996 una exposición con su última obra en la Galería A+T de la misma ciudad.
En abril de 2009 fue protagonista, de forma colateral, de una polémica que agitó al mundo del arte vasco, cuando la entonces diputada de Cultura, Josune Ariztondo, cesó a la directora de la sala Rekalde, Pilar Mur. La razón estaba en que se expuso la obra ‘5 minutos de objetividad ante una escultura verde de Bizkaia’, del artista Khuruts Begoña, trabajo que escandalizó a ciertos sectores al «presentar la escultura de Vicente Larrea y un todoterreno de la Guardia Civil en la parte trasera del edificio de la Subdelegación del Gobierno en Bizkaia, dentro de una diana de grandes dimensiones».