Laura Pego, directora de la investigación del IVAC sobre torturas en Nafarroa, y Jeannette Ruiz, coordinadora de las periciales, han presentado la actualización del informe sobre el periodo 1979-2015. La cifra final queda en 625 personas torturadas y los casos se elevan a 741, dado que una misma persona puede haber sufrido torturas más de una vez.
Aunque Pego sostiene que la investigación nunca puede darse por concluida, dado que «siguen apareciendo casos», ha sostenido que en las últimas fechas estas novedades van llegando «a cuentagotas».
El lugar de presentación de la actualización –que llega después de un año profundizando en entrevistas y, muy especialmente, ampliando la muestra que se ha corroborado mediante la aplicación del Protocolo de Estambul– ha sido Tutera. Y este emplazamiento se ha escogido, precisamente, por esta idea de que se trata de una investigación inconclusa.
La presentación ha tenido lugar en el Centro Cívico de la Rúa y la sala ha completado el aforo. Han acudido a la cita unas 75 personas.
«En esta zona el contraste ha sido menor que en otros puntos. Sabemos de los casos, pero el nivel de sensibilización entre los afectados ha sido menor. De ahí que hayamos querido presentar esto aquí», ha aclarado la directora del estudio.
«Estos trabajos nunca mueren del todo. En la CAV, donde empezamos antes, hay personas que siguen tocando a la puerta», ha señalado Pego, quien subraya que esto, por otra parte, resulta perfectamente normal.
«Es sencillo de entender y funciona así. Gente que en un momento determinado no se siente capaz de trasladar su denuncia, al cabo de cuatro años sí que encuentra esas fuerzas», ha aclarado.
La labor realizada a lo largo de 2023 no ha variado en gran cosa las conclusiones que se adelantaron el año pasado. «Nuestra estimación fue certera», ha confirmado.
«Considero que estos nuevos datos, pueden darse ya, prácticamente por definitivos», ha asegurado Pego.
La cifra de víctimas de la tortura se ha reducido de 676 víctimas a las 625, si bien las responsables del informe señalan que no han podido hacer comprobaciones de 80 casos denunciados.
Cabe recordar que, a los casos documentados entre 1979 y 2016, se han de sumar los del trabajo previo que arrancó en el año 1960. La suma total cae de 1.068 a 1.017.
Protocolos de Estambul: de 13 a 50
El mayor salto cualitativo que ha dado el trabajo de las investigadoras del Instituto Vasco de Criminalística probablemente tenga que ver con el número de Protocolos de Estambul que se han realizado.
Ruiz, la responsable de esta parte del trabajo, ha señalado que han pasado de 13 Protocolos completos a 50. «Pasamos de estar seis sicólogas para llevarlos a cabo a 17. La investigación ha tenido otra entidad. Son procesos muy costosos», ha señalado.
Al haberse logrado un número más sólido y con los individuos seleccionados por décadas, las responsables del estudio han podido efectuar un contraste.
Ruiz concreta de que de las cuatro posibles resoluciones de los testimonios que fija el citado Protocolo, uno de ellos ha alcanzado el nivel superior (Máxima Consistencia), 18 quedaron un peldaño por debajo (Muy Consistentes) y el resto han sido catalogados como Consistentes. Ninguno de los testimonios quedó como «inconsistente».
Ruiz ha señalado, además, que detectaron un cambio de patrón importante hacia el año 2000, después del cual el nivel de marcas en el cuerpo detectadas bajó considerablemente y que esto va en relación con las prácticas que relatan las víctimas.
Las secuelas
«Yo estoy en desacuerdo con la distinción que se hace entre tortura física y sicológica. Tortura sicológica hay siempre. Ocurre mucho que nos topamos con personas a las que no han golpeado, pero que acaban desarrollando secuelas clínicas», ha señalado la experta.
«Para quebrar a una persona a lo largo de cinco días basta con privarla de sentidos, con someterla a ruidos constantes, con amenazarla con no darle de comer. Al final, eso desata el terror y eso pasa factura después», ha aseverado esta experta.
«En lo que respecta a esas 50 personas a las que sometieron al Protocolo de Estambul, 33 no presentaban en el momento de la realización de esta prueba muestras de estrés postraumático. Siete sí tenían un trastorno claro y otras tres era probable que lo tuvieran. Con el resto, otras siete, tenemos dudas», ha dicho Ruiz.
Sin embargo, la psicóloga señala que sigue dudando de que la muestra sea del todo significativa. «No descarto que, en esto de las secuelas, la investigación tenga cierto sesgo. Son pruebas voluntarias. Sospecho que la gente que no se presta a acudir a nosotras es la que está emocionalmente peor. ‘No quiero abrir de nuevo esa caja’, es una frase que suelen decir para excusarse».
En último término, Ruiz señala que la no percepción de síntomas hoy no quiere decir que el trastorno no estuviera ahí en su día. «Depende del nivel de resiliencia de cada uno el superar ciertos episodios traumáticos. La gente suele superar experiencias así sola. Y sabemos de personas que, tras sufrir torturas, acudieron a terapia para poder superarlo».