Beñat Zaldua
Edukien erredakzio burua / jefe de redacción de contenidos

La participación de las rentas altas el 21A superó en 26 puntos la de las bajas

La correlación entre la renta y la participación en las elecciones es un fenómeno conocido que pocas veces suele atenderse. En las últimas elecciones en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, esta brecha se agrandó de forma notoria en Bilbo.

Participación en las elecciones del 21A, según la renta.
Participación en las elecciones del 21A, según la renta. (NAIZ)

La participación en las mesas electorales situadas en las secciones con las rentas más altas de Bilbo llegó el pasado 21 de abril al 71,5%. En el extremo contrario, solo el 45,6% de las personas con derecho a voto en las secciones con las rentas más bajas acudió a las urnas en las últimas elecciones al Parlamento de Gasteiz.

Cruzar los resultados electorales con los datos de la renta ofrecidos por el INE a nivel de sección –división administrativa compuesta por entre 500 y 2.000 personas– vuelve a ofrecer una cruda radiografía de la salud del sistema representativo. Como es habitual, la población empobrecida acude considerablemente menos a las urnas, lo que hace que sus preferencias políticas y sus mandatos democráticos lleguen en menor medida a las instituciones, en las que queda sobrerrepresentada la voluntad de las rentas más altas.

El caso de Bilbo, la ciudad más grande del país, es el más extremo, pero la dinámica es exactamente la misma en las otras dos capitales analizadas. Cuanto mayor es la renta disponible, mayor es la participación electoral. En Gasteiz, la brecha se sitúa entre el 51,2% de votantes en las secciones de rentas más bajas y el 67,3% de las más altas. En Donostia, la distancia es similar y oscila entre el 53% y el 67,9%.

La brecha se amplía en Bilbo

Hay que tener cuidado con las medias. En Bilbo fue noticia la importante subida de la participación registrada respecto a las elecciones pandémicas de 2020, dado que subió 13,1 puntos, desde el 48,6% de hace cuatro años, al 61,7% de hace dos domingos. El aumento en la mitad inferior, sin embargo, fue menor. A la inversa, en la mitad superior fue mayor y llegó a los 14,5 puntos en las secciones más privilegiadas.

Esto nos lleva a una de las malas noticias del 21A: pese a que la participación creció en todos los estratos, lo hizo en mayor medida entre las rentas altas que entre las bajas, lo que amplió la brecha ya existente entre los votos de zonas ricas y los de zonas empobrecidas. De nuevo, el fenómeno se concentra sobre todo en la capital vizcaína. Los 20,6 puntos de diferencia de 2020 se convirtieron esta vez en 25, 9 puntos.

Aunque en números generales la brecha también se agrandó, debido a la fuerza tractora de Bilbo, principal metrópoli, el fenómeno no se replica de igual modo en las otras dos capitales de la CAV. En Gasteiz, la brecha se ha ampliado, pero en solo medio punto –de 15,6 a 16–, mientras que en Donostia, de hecho, la diferencia se empequeñeció, al pasar de 16,8 puntos a 15,5.

Las causas de esta diferente evolución requieren de análisis fuera del alcance de estas pocas líneas, pero el comportamiento electoral en función de la renta muestra de forma bastante rotunda que, el pasado 21 de abril, el voto de los sectores más ricos de la población se movilizó en mayor medida en Bilbo que en Gasteiz o en Donostia.