El despliegue de los tanques del Ejército israelí en Rafah y la toma del paso fronterizo con Egipto no solo aumentó el terror en la Franja y cortó el acceso de la ayuda humanitaria al asediado territorio palestino, sino que intentó acabar también con cualquier acuerdo negociado, justo cuando Hamas acababa de aceptar una propuesta de alto el fuego planteada por Egipto y Qatar.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dejó claro ayer que su interés es arruinar las conversaciones y que la propuesta aceptada por Hamas cogió al Gobierno sionista con el paso cambiado.
Netanyahu se jactó de que el anuncio de Hamas «buscaba torpedear la entrada de nuestras fuerzas en Rafah», y esto «no ha ocurrido».
En un mensaje en vídeo, defendió la decisión de tomar el control del extremo gazatí del paso fronterizo hacia Egipto, rechazada por toda la comunidad internacional, incluso por los aliados que hasta ahora han ignorado –cuando no apoyado– las masacres diarias que ya han dejado más de 42.000 muertos –34.789 identificados–, casi 15.000 de ellos niños.
Solo unos minutos después de que Hamas anunciara que aceptaba el plan de cese el fuego, Israel lanzó intensos bombardeos sobre Rafah que dejaron al menos 27 muertos en una noche de terror marcada por el ruido y el intenso fuego de los helicópteros. Por la mañana muchos cuerpos seguían aún bajo los escombros.
La víspera, el Ejército había pedido la evacuación de decenas de miles de familias del este de la ciudad, provocando el pánico entre los 1,5 millones de palestinos que malviven en la zona y la huida de miles de ellos.
A la vez, tanques y soldados tomaron el lado palestino de la zona fronteriza y prohibieron el acceso desde Egipto cortando este punto de entrada de la ayuda humanitaria vital para la población de Gaza, sometida al hambre. En el lado egipcio, centenares de camiones cargados con combustible y ayuda siguen bloqueados y la ONU advirtió de que solo le quedaba reserva de combustible para un día de operaciones humanitarias en Gaza.
Las autoridades palestinas acusaron a Israel de exacerbar deliberadamente la crisis humanitaria cerrando los pasos fronterizos de Rafah y Kerem Shalom, y atacando hospitales y escuelas durante su operación. Para Hamas, la entrada en Rafah confirma «la intención de la ocupación de socavar los esfuerzos de mediación para un alto el fuego y la liberación de prisioneros, a favor de los intereses personales de Netanyahu y su Gobierno extremista».
Con todo, una delegación de Israel llegó ayer a El Cairo aunque su objetivo se acerca más a volver a hacer descarrilar cualquier acuerdo, ya que anunció que pretende cambiar la propuesta aceptada por Hamas, y aumentar la presión sobre el grupo islamista. La propuesta está «lejos de las exigencias israelíes», afirmó la Oficina del primer ministro.
Según el número dos de la rama política de Hamas en Gaza, Khalil al-Hayya, el plan incluye tres fases, de 42 días de duración cada una, prevé una retirada israelí completa del territorio, el regreso de los desplazados y un intercambio de prisioneros, con el objetivo de llegar a un «alto el fuego permanente». Israel se opone a un alto el fuego definitivo y solo contempla una pausa para liberar a los cautivos y volver a los ataques.
El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió de las devastadoras consecuencias del asalto a Rafah. «Sería un error estratégico, una calamidad política y una pesadilla humanitaria», añadió sobre una operación que, de hecho, ya ha dado sus primeros pasos. «Incluso los mejores amigos de Israel lo tienen claro», abundó, en referencia a EEUU.
EEUU mantiene su apoyo
El secretario general llamó «a los que tienen influencia sobre Israel» a que hagan todo lo que esté en su poder para evitar una tragedia, pero «los mejores amigos» de Israel no están dispuestos a parar la pesadilla de Rafah.
El presidente de EEUU, Joe Biden, reafirmó su «férreo» compromiso con Israel, «incluso cuando no estamos de acuerdo», y medios israelíes apuntaron a un acuerdo para que empresas estadounidenses se hagan cargo del paso fronterizo.
Control de EEUU
Según el diario «Haaretz», Israel ha acordado transferir la gestión del cruce de Rafah a una empresa de seguridad privada de EEUU. Precisamente, Washington pidió ayer la reapertura de los cruces fronterizos, pero señaló que espera que estos no sean «controlados» por Hamas.
En los siete meses de matanzas, Israel no ha recibido ni una sanción y solo países como Sudáfrica, Colombia o Nicaragua han adoptado alguna medida concreta de presión.
El ministro israel de Defensa, Yoav Gallant, confirmó que «Israel continuará su operación en Rafah hasta que los combatientes de Hamas en el área sean destruidos o el grupo entregue al último los cautivos israelíes que aún tiene», y que también incrementarán su ofensiva «en toda la Franja: en el sur, en el centro y en el norte».
«Es un golpe devastador para las operaciones de ayuda en Rafah y más allá», denunció de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), Jens Laerke, que constató el pánico y la desesperación de la población. «La gente está aterrorizada. Hemos visto gente huyendo, pero es extremadamente complicado contar con cifras».
Todas las organizaciones humanitarias repiten que no hay ninguna zona segura en Gaza e insistieron en que Al-Mawasi, donde Israel ha ordenado evacuar a miles de palestinos de Rafah, no cuenta con la infraestructura ni recursos necesarios para gestionar un desplazamiento masivo.
Una ciudad de niños
El portavoz de Unicef, James Elder, alertó de que la incursión militar en Rafah pone en riesgo a más de la mitad de los niños gazatíes, que han encontrado allí el último refugio. «Rafah es una ciudad de niños», aseguró, recordando que muchos de estos niños sufren amputaciones.
Unicef alertó del caso de un niño pequeño en la llamada «zona segura» de Al-Mawasi, que fue a buscar perejil para la cena familiar y al que los soldados israelíes mataron de un disparo en la cabeza. «Una zona a la que ahora se supone que deben huir los niños y las familias de Rafah», deploró. El régimen sionista ha bombardeado cada «zona segura» que designaba forzando continuos desplazamientos.
Desde que el lunes el Ejército israelí ordenara la evacuación, miles de hombres, mujeres y niños desesperados, muchos de ellos ya desplazados de otras zonas arrasadas en la Franja, habían empaquetado apresuradamente algunas pertenencias, sin saber realmente adónde ir. La Oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas recordó que las órdenes de desplazamiento de civiles por razones relacionadas con un conflicto son un crimen de guerra.
Biden usa el «antisemitismo» contra las protestas
A la vez que las tropas israelíes asaltaban el paso fronterizo de Rafah, el presidente de EEUU, Joe Biden, utilizó el «antisemitismo» para reiterar su apoyo «férreo» a Israel. También le sirvió como recurso para criminalizar de nuevo las protestas que se extienden por los campus universitarios del país. «Entiendo que la gente tiene creencias fuertes y convicciones profundas sobre el mundo. En EEUU respetamos y protegemos los derechos fundamentales de libertad de expresión (...) pero no hay lugar en ningún campus de EEUU para el antisemitismo», señaló en un discurso con motivo del Día del Holocausto. En este sentido, afirmó que la destrucción de la propiedad «está en contra de la ley» y que «en los campus, los estudiantes judíos son parados (por los manifestantes), acosados y atacados», a pesar de las agresiones sionistas contra los campamentos propalestinos, la represión policial y los miles de detenidos. Biden compartió la retórica de Benjamin Netanyahu al sostener que la gente «ya está olvidando que fue Hamas quien desató este terror».
Los ataques a las protestas también se extienden a Europa. La Policía alemana desalojó con violencia un campamento instalado en la Universidad Libre de Berlín y retiró una veintena de tiendas de campaña mientras los estudiantes apelaron a la ocupación de otros campus para poner fin a la ocupación colonial israelí. La Policía también intervino en la escuela Sciences Po de París para dispersar concentraciones propalestinas y en La Sorbona, donde los estudiantes habían ocupado un anfiteatro.