Posibles bloqueos, inciertas salidas y preguntas sin respuesta ante el 12M
¿Reeditará mayoría el independentismo? ¿Sin Aliança Catalana? ¿Logrará Illa algún apoyo? ¿De verdad le interesa a Sánchez? ¿Qué decidirá ERC si la pelota cae sobre su tejado? A la espera de que las urnas hablen, es fácil augurar un escenario endiablado que podría llevar al bloqueo.
Más de 5,7 millones de catalanes están llamados hoy a las urnas. La independencia, e incluso la amnistía, de la que depende el regreso de uno de los principales candidatos, Carles Puigdemont, han sido las grandes ausentes de la campaña, lo cual no quita peso a una cita clave en la inacabable reconfiguración del mapa político catalán. La aritmética que resulte puede ser endiablada, por lo que no cabe descartar un posible bloqueo que dé lugar a una repetición electoral. Todo dependerá de los detalles de esta noche y de los cálculos políticos que hagan unos y otros.
¿En qué momento se encuentra la política catalana? Esta es quizá la pregunta más difícil de contestar. Las lógicas que han regido la gobernabilidad durante el Procés –pacto entre independentistas, con presidencia para el partido más votado del bloque– ha dado sobradas muestras de deterioro durante esta legislatura. Pere Aragonès fue investido con Junts dentro del Govern y con los votos de la CUP. Ha acabado gobernando en solitario con el apoyo del PSC y los Comuns a los presupuestos de 2023, una fórmula que no ha funcionado este año, lo que ha acabado en adelanto electoral.
La aritmética del Procés, por tanto, da signos de estar agotada, pero ¿están los partidos y el electorado preparados para ensayar nuevas fórmulas o recuperar antiguas? La última legislatura puede sugerir que no, pero las cosas cambian rápido, sobre todo en Catalunya, donde el peso de las promesas electorales suele ser más ligero y donde cruzar lo que hace dos días era una línea roja no penaliza tanto.
Dos opciones con riesgo de bloqueo
Bajando a lo concreto, las posibilidades son, en realidad, dos, con variables que dependerán de los resultados de esta noche. O gobierna el bloque independentista o se explora una fórmula que pivote –con o sin presidencia de la Generalitat– sobre el PSC.
Cualquier fórmula de gobierno va a requerir renuncias importantes por parte de algún gran partido, lo que puede hacer que nada se mueva hasta después de las Europeas y que el riesgo de repetición sea alto.
La opción independentista tiene dos riesgos de bloqueo. El primero es aritmético: según algunas encuestas, el independentismo podría no sumar los 68 diputados que marcan la mayoría absoluta por primera vez en muchos años. Según otros sondeos, esta mayoría dependerá de Aliança Catalana, la extrema derecha independentista que podría saltar desde el Ayuntamiento de Ripoll al Parlament. Esto, a priori, convertiría en inviable esta mayoría, ya que ERC, CUP y Junts se han comprometido a aplicar un cordón sanitario. Los de Puigdemont, sin embargo, han sido más ambiguos durante la campaña, por lo que está por ver la resistencia del dique.
Pero aunque Junts, ERC y CUP sumasen 68 parlamentarios, el riesgo de bloqueo es grande. Con la hoja de ruta independentista aplazada y sin que nadie hable ya de implementar el mandato del 1-O y hacer efectiva la República –los de Puigdemont se han avenido a la apuesta de ERC por otros ritmos–, las diferencias ideológicas entre los partidos del bloque han aflorado.
Puigdemont, que ha hecho una campaña efectiva desde Catalunya Nord con la promesa del regreso –de nuevo–, no ha tenido que mancharse en el cuerpo a cuerpo y su imagen ha permanecido impoluta, pero escuchar a Josep Rull hablar sobre reducción de impuestos y reforma de la financiación –punto que también defiende ERC– ha sido como escuchar al dirigente convergente que era hace tres lustros. La retomada relación entre Junts y el PNV también es, de hecho, un indicativo más de esta definición ideológica que Jordi Turull, una vez ganada la pugna interna con Laura Borràs, está imprimiendo al partido.
Sin un mapa claro en materia soberanista, el pacto entre independentistas, ya sea con ERC dando apoyo a Junts por lograr más votos –así lo sugieren las encuestas–, o viceversa, se presenta como algo complicado. Más teniendo en cuenta la manifiesta animadversión y el saco de rencores mutuos que almacenan. Con todo, sería prematuro descartar esta opción de forma directa.
La segunda aritmética posible pasa, de un modo u otro, por el PSC de Salvador Illa, al que todas las encuestas sitúan como vencedor. Está por ver con qué margen, pero nadie espera que los números le den para gobernar solo con los Comuns, ni siquiera sumando al PP. La opción unionista, si existe, tendría que pasar por Vox. Difícil de creer.
Illa insiste en que quiere gobernar, algo que difícilmente fortalecería a un Pedro Sánchez que depende de ERC y Junts en el Congreso
Como apunte a pie de página en clave estatal, cabe recordar que es el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, quien más se juega mañana. Su sucursal catalana tocó fondo en 2021, con solo tres parlamentarios frente a 11 de Vox, y todo lo que no sea quedar por encima de los de Santiago Abascal sería un importante tropiezo en el camino a las elecciones europeas del 9 de junio.
Las opciones del PSC pasarían por recibir el apoyo de parte del independentismo, pero francamente, no es fácil imaginar a ERC apoyando a Illa en Catalunya y a Sánchez en Madrid. ¿A cambio de qué?
El PSC insiste en que si gana tratará de gobernar y que la decisión sobre qué hacer no estará supeditada a la gobernabilidad en Madrid. Es lógico decirlo en campaña, pero suena altamente improbable. Habría que explicárselo a los electores, pero dar la presidencia de la Generalitat a la segunda fuerza podría ser un movimiento audaz por parte del PSOE, sobre todo si, como dicen las encuestas, se trata de Junts, la pieza más volátil de la actual mayoría de investidura, un dolor de cabeza constante para la Moncloa. Sánchez podría ver en esta maniobra, arriesgada, el billete para llegar hasta el final de la legislatura. De todo esto, en cualquier caso, no podría hablarse hasta pasadas las europeas, que pondrán fin –se supone– a un largo ciclo electoral que ha durado más de un año.
Preguntas sin respuesta
La cuestión puede invertirse en busca de algunas respuestas o, al menos, de nuevas preguntas. En vez de plantearse quién va a gobernar, cabe preguntarse quién va a ceder, porque para que alguien sea investido algún otro gran partido va a tener que renunciar a ello.
Junts ha dicho por activa y por pasiva que no apoyará a Illa y ha defendido que quiere gobernar con el apoyo del independentismo. Entonces, ¿cabría entender que apoyarían a ERC en caso de quedar como tercera fuerza? Está por ver, durante esta última legislatura le han hecho la vida imposible a Aragonés.
Por su parte, Illa se ha abierto a pactar con todas las fuerzas que no sean la extrema derecha. ¿Implica eso que podría dar el apoyo a la primera fuerza independentista en busca de estabilidad en Madrid? La hipótesis está planteada, pero la operación tendría sus riesgos para el propio PSC.
Por último, si como dicen las encuestas es ERC quien queda en tercer lugar, las miradas se dirigirán a Pere Aragonés y Oriol Junqueras, que deberán elegir entre tres opciones, ninguna buena: investir a Puigdemont, para lo cual no tienen demasiados incentivos –además, la aritmética debe acompañar–, apoyar a Illa, para lo cual la motivación tampoco es muy alta, o apostar por tirar de nuevo los dados. La resaca electoral será larga y las opciones de repetición electoral son reales.