Alberto Pradilla
C. DE MÉXICO

El continuismo con estilo propio de Sheinbaum frente a la misión imposible de Gálvez

México llega a unas elecciones inéditas puesto que enfrentan a dos mujeres candidata, aunque con muy pocas dudas sobre la victoria de la sucesora de López Obrador. Estos son los perfiles políticos y expectativas de Sheinbaum y Gálvez

Sheinbaum y Gálvez, dos mujeres muy diferentes en pugna por la Presidencia de México.
Sheinbaum y Gálvez, dos mujeres muy diferentes en pugna por la Presidencia de México. (Alfredo Estrella | AFP)

Una de las grandes virtudes de Claudia Sheinbaum es que forma parte de la tradición de izquierdas mexicana y, al contrario que la mayor parte de aliados de Andrés Manuel López Obrador, nunca pasó por el PRI. En un país en el que el priísmo funcionó como régimen de partido único de forma casi ininterrumpida durante el último siglo, se trata de una gran credencial. A pesar de que los formalismos obligan a decir que la elección está entre dos mujeres, la realidad es que solo una catástrofe impediría que la exjefa de gobierno de la Ciudad de México se convierta en la primera presidenta del país.

Claudia Sheinbaum ha contado en varias ocasiones que conoció a López Obrador en un restaurante antes de que este llegase a la jefatura de gobierno del Distrito Federal (ahora CDMX). Según este relato, el político le preguntó si sabría qué hacer para combatir el cambio climático y terminó fichándola como secretaria de Medio Ambiente. Desde entonces, ambas carreras políticas estuvieron unidas. La oposición ha tratado de atacarla presentándola como mero títere del presidente. Pero, en realidad, no tiene mucho sentido. Aquí, la candidata tiene un reto: mantener continuidad con las políticas de la autodenominada “Cuarta Transformación” pero ser capaz de tener un perfil propio.

No es fácil sustituir a un animal político como Andrés Manuel López Obrador, sin el cual no se entendería la historia reciente de México. Las comparaciones siempre son odiosas y más si hablamos de un hecho histórico, como la primera presidenta en un país tan machista como México, que eligirá su primera presidenta con la disyuntiva entre continuismo o regresar al pasado. De ella se puede esperar menos locuacidad que su antecesor (no parece que se vayan a conservar las conferencias de prensa diarias de cerca de tres horas) y un perfil más técnico. Aunque no es lo mismo gobernar la capital, de 9 millones de habitantes, que los 130 millones que habitan en este continente reducido a país.

Una de las claves será saber cómo tratará de resolver Shainbaum el tema de la violencia. Estas son las primeras elecciones en las que ya votan jóvenes que solo han conocido la «guerra al narco»

 

En relación a los comicios que se celebrarán mañana domingo, lo cierto es que la verdadera elección que afrontó México tuvo lugar en septiembre de 2023, cuando Morena (también conocido como el partido de izquierda Movimiento de Regeneración Nacional) celebró su elección interna. Aunque Sheinbaum siempre partió como favorita, el excanciller Marcelo Ebrard le puso las cosas difíciles y llegó a amenazar con la ruptura del partido. Finalmente, todos los aspirantes aceptaron el nuevo liderazgo.

Una de las claves será saber cómo tratará de resolver el tema de la violencia. Estas son las primeras elecciones en las que ya votan jóvenes que solo han conocido la «guerra al narcotráfico» declarada por el expresidente Felipe Calderón. Por un lado, la candidata presume de que los homicidios disminuyeron de forma significativa en sus años al frente de la capital. Sin embargo, sus detractores alegan que esto fue a costa de un incremento de las desapariciones. Por otro lado, está por ver qué relación mantendrá Claudia Sheinbaum con el Ejército, convertido en pilar fáctico del sexenio de López Obrador y con unas cotas de poder que parece difícil echar atrás.

Sheinbaum es la presidenta a la que le toca consolidar la hegemonía de Morena. Sus intentos de atraer a exmiembros del PRI han sido observados con sospecha por parte de algunos correligionarios. También algunas de sus alianzas, como la de Omar García Harfuch, policía, hijo y nieto de policías represores, pero mano derecha de Sheinbaum en asuntos de seguridad.

Tras la victoria faltarán aún cuatro meses hasta que una mujer tome por primera vez las riendas de México. En los últimos años, el país ha experimentado cambios profundos y, qué duda cabe que simbólicamente, este es uno de los más importantes.

¿Y Gálvez?

Poca gente querría estar en el papel de Xochitl Gálvez, liderando una candidatura sin opciones y con cuestionamientos al interior de sus propias filas. La exsenadora del derechista Partido de Acción Nacional (PAN) encabeza una alianza contra natura junto a sus antiguos rivales del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Esta unión ha permitido al actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, retratar a sus rivales como defensores del antiguo régimen sin mayores dificultades. Casi solo con recordar quién se encuentra enfrente, a Claudia Sheinbaum le bastaba para garantizarse la presidencia.

La candidatura de Gálvez es el ejemplo de una oposición desnortada y con poco que ofrecer a México. No existen liderazgos sólidos y tanto PRI como PAN son responsables directos de algunos de los grandes problemas que afectan al país, como la violencia y la corrupción. Así que resulta poco creíble que cualquiera de sus líderes se presente como alternativa a un problema que ellos mismos crearon.

Gálvez ha sido un intento de acercarse a las clases populares mexicanas; de hecho, efectivamente su rival tiene un origen más acomodado

La apuesta por Gálvez fue un intento de acercarse a las clases populares mexicanas. De orígenes humildes, de familia de etnia otomí, la senadora siempre se presentó como una mujer «hecha a sí misma». Asegura haber vendido gelatinas en el mercado para sobrevivir y proyecta una historia de crecimiento en la escala social que encaja en la doctrina meritocrática.

De hecho, este es un argumento que ha utilizado contra su rival, Claudia Sheinbaum, que a pesar de liderar una opción progresista tiene un origen más acomodado. «Mientras tú bailabas yo tenía que trabajar», le dijo a su rival en el último debate.

Después de sus estudios fundó una empresa tecnológica y llegó a encargarse de las comunicaciones del pabellón de México en la Expo celebrada en Sevilla en 1992. Una década después daría el salto a la política de la mano de Vicente Fox, el primer presidente que rompió con casi un siglo de hegemonía priísta.

En realidad, el nombre de Xochitl Gálvez sonó más para competir por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, donde la oposición sí tiene posibilidades. Sin embargo, Gálvez buscó la confrontación directa con López Obrador y trató de plantarse en una de sus conferencias «mañaneras» para debatir con el jefe de gobierno federal. Se encontró con las puertas cerradas. Un año antes, la senadora se había hecho notar disfrazándose de dinosaurio para debatir la reforma de la ley electoral. En un contexto en el que la oposición carece de una línea clara, su estilo y su popularidad parecieron una buena opción.

En relación a las propuestas, Gálvez trató de manejarse entre mostrar un perfil de aparente defensa de los derechos sociales (que son bandera del actual gobierno), la tradicional reivindicación de la empresa privada y guiños conservadores para su público más fiel. Por ejemplo, la candidata ha repetido hasta la saciedad que mantendrá los programas sociales impulsados por López Obrador (lo cual implica una victoria ideológica del obradorismo) pero al mismo tiempo ha terminado apelando a Dios como argumento para la victoria. «Tengan la certeza: Dios está con nosotros, tengan fe. Si Dios está conmigo, ¿quién contra mí?», terminó proclamando en el mitin que cerraba la campaña celebrado en Monterrey, una de las capitales industriales del país y de los pocos lugares en los que no gobierna Morena.

Aunque su obligación es asegurar que se ve ganadora, prácticamente nadie cree que pueda estar ni cerca. De hecho, su gran batacazo sería quedar por detrás del candidato de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, cuyo discurso se ha centrado en los más jóvenes, acudiendo a universidades para obtener el apoyo de los votantes: es activo en redes sociales con retos virales y tiene propuestas como la regulación del consumo de drogas y desmilitarizar la seguridad pública, y a quien sectores de la oposición pidieron que renunciara para hacer frente común.