Con la pompa y puesta en escena de las grandes ocasiones, el presidente de EEUU afirmó el viernes pasado desde la Casa Blanca que Hamás había sido destruida hasta el punto de que ya no podía llevar a cabo un tipo de ataque como el que lanzó el 7 de octubre, y presentó un plan «de Israel» de tres fases para poner fin al conflicto. Tras lo cual declaró solemnemente que «es hora de que esta guerra termine».
Acababa de presentar ante el mundo «una propuesta israelí (sic)» de tres fases que combinaba la liberación de rehenes y prisioneros con un «alto el fuego total y completo», un plan que, según declaró, presentaba la mejor esperanza para llevar la paz a Gaza. «Este es verdaderamente un momento decisivo», dijo.
Y otro dato de gran trascendencia, poco después de que se hiciera público el plan de Biden, se anunció que los cuatro principales líderes del Congreso habían invitado formalmente a Netanyahu a dirigirse a una reunión conjunta del Congreso, aunque no se especificó una fecha para que tuviera lugar.
«Claro, realista y justo»
Menos de una hora después de que Biden detallara la propuesta israelí, el primer ministro de ese país, Benjamín Netanyahu, insistió en que el país no pondría fin a la guerra hasta que Hamas sea derrotado, «hasta el regreso de nuestros rehenes y la eliminación completa de las capacidades militares y gubernamentales de Hamas». Netanyahu insistió en que ese era el «esquema exacto» de la propuesta de Israel, que le permite «mantener estos principios y alcanzar todos sus objetivos».
Paralelamente, Hamás emitió un comunicado a las horas diciendo que veía el plan de manera positiva.«El Movimiento de Resistencia Islámica Hamas ve positivamente el plan que se incluyó en el discurso del presidente Joe Biden», decía el comunicado.
«Afirmamos –señaló Hamás– nuestra posición de estar dispuestos a abordar de manera positiva y constructiva cualquier propuesta basada en un alto el fuego permanente, una retirada completa de Gaza, la reconstrucción, el regreso de los desplazados a todos sus lugares de residencia y la finalización de la grave situación de prisioneros. Estamos dispuestos a un acuerdo de intercambio si los ocupantes declaran su compromiso explícito con ese acuerdo».
Incluso el expresidente Barack Obama, en una inusual declaración, dijo que la propuesta de alto el fuego es «clara, realista y justa». «Por sí solo no aliviará el terrible dolor de los israelíes cuyos seres queridos fueron masacrados o secuestrados, o de los palestinos cuyas familias han quedado destrozadas por la guerra posterior», dijo Obama. «No resolverá el conflicto de larga data entre israelíes y palestinos, ni responderá a cuestiones polémicas como la solución de dos Estados o la actividad de los colonos en Cisjordania. Pero lo que puede hacer es poner fin al actual derramamiento de sangre, ayudar a las familias a reunirse y permitir un aumento de la ayuda humanitaria para ayudar a las personas desesperadas y hambrientas».
Biden o disolver el gobierno
En su discurso desde la Casa Blanca, Biden reconoció las divisiones dentro de Israel que podrían impedir que se llegue a implementar el plan. «Sé que hay quienes en Israel no estarán de acuerdo con este plan y pedirán que la guerra continúe indefinidamente. Algunos incluso están en la coalición de gobierno», señaló, en una referencia poco sutil a los miembros de línea más dura del gobierno de Netanyahu que se han resistido a los esfuerzos de mediar en el conflicto. «Dejaron claro que quieren ocupar Gaza. Quieren seguir la guerra durante años y los rehenes no son una prioridad», aseguró Biden.
Aunque no nombró a nadie, Biden ya ha señalado otras veces al ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, y al de Finanzas, Bezalel Smotrich, entre los miembros de la coalición de Netanyahu que están dificultando cualquier progreso. Pero poco les importó las palabras del presidente de EEUU a los dos miembros de extrema derecha más destacados del gobierno de Israel. Ambos dejaron explícitamente claro que rechazan un alto el fuego inmediato.
En una declaración en las redes sociales, Smotrich dijo que había «dejado claro» a Netanyahu que no «sería parte de un gobierno que aceptará el esquema propuesto y pondrá fin a la guerra sin destruir a Hamás y devolver a todos los rehenes». Exigió que los combates continúen hasta la «destrucción total de Hamás», así como la «creación de una realidad de seguridad completamente diferente en Gaza y el Líbano». Mientras tanto, el Ministro de Seguridad Nacional, Ben Gvir, describió el plan como «una victoria para el terrorismo», y declaró que si el primer ministro lo implementa «disolveremos el gobierno».
Presión interna y externa
El genocidio, la matanza de civiles a escala industrial en la guerra de Gaza ha causado una gran indignación a nivel global y ha generado una presión extrema sobre Biden en el plano doméstico que amenaza con dividir su coalición demócrata mientras libra una campaña de reelección muy reñida contra Donald Trump. Los republicanos ya están acusando al presidente de apaciguar y premiar a los «terroristas de Hamas» tras sus comentarios.
A pesar de las preocupaciones de EEUU, el gobierno de Netanyahu dice que no tiene otra opción que llevar hasta el final su ataque contra Hamás, que se ha incrustado en zonas civiles (incluida Rafah) donde sus líderes clave están escondidos en túneles. Para Netanyahu, la erradicación de la organización islamista parece ser una cuestión de supervivencia política.
Biden, por contra, busca crear un espacio que le permita aliviar la dura presión electoral dentro de su partido y a nivel internacional, evitar una guerra más amplia en Oriente Medio y honrar su compromiso a largo plazo con la seguridad de Israel. Y es que parece dudoso que sea de interés nacional para EEUU ser visto como cómplice de un genocidio, de un desastre humanitario en Gaza que ha puesto a Washington en desacuerdo con muchos aliados en Oriente Medio y ha erosionado su pretensión de liderazgo global.
También tiene enormes problemas políticos. Si bien la guerra entre Israel y Gaza está lejos de ser el tema principal que preocupa a los votantes estadounidenses, la probable pugna reñida con Trump significa que la carrera podría decidirse con unos pocos miles de votos en los estados clave entre decenas de millones emitidos a nivel nacional. Y los grupos demográficos más afectados por el costo de la guerra y la difícil situación de los palestinos son los votantes jóvenes, progresistas y árabes estadounidenses en Michigan, un estado que podría decidir las elecciones.
A Biden ya lo han llamado «Joe el genocida» en eventos de campaña que son interrumpidos por protestas. La ola de manifestaciones propalestinas en los campus juega en favor de las afirmaciones de Trump de que EEUU está acosado por un extremismo de izquierda y por un caos que Biden no puede controlar.
Preguntas en el aire
Ahí siguen las preguntas en el aire: ¿Afectará el plan de Biden la toma de decisiones de Israel mientras realiza operaciones aéreas y terrestres en Rafah? ¿Puede Israel –como promete Netanyahu– seguir adelante en una operación que EEUU pide parar? Y en EEUU, ¿el tardío intento de Biden de imponer presión sobre Netanyahu hará algo para aliviar su vulnerable situación mientras los republicanos lo azotan con afirmaciones como la de dar la espalda a Israel?
Netanyahu sometido a una inmensa presión
Básicamente, el plan de Joe Biden prevé tres etapas. En la primera, propone un alto el fuego de seis semanas durante las cuales el ejército israelí se retirará de las zonas pobladas de Gaza. Le seguiría un intercambio de rehenes israelíes y prisioneros palestinos, así como un «aumento» de ayuda humanitaria para aliviar a la población de Gaza, en riesgo de hambruna y con más de 82.000 heridos. En la tercera fase, seguiría un alto el fuego permanente, lo que facilitaría la reconstrucción del enclave, incluido el 60% de las clínicas, escuelas, universidades y edificios religiosos dañados o destruidos por las fuerzas israelíes...
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, está bajo una inmensa presión por parte de las familias de los rehenes y sus partidarios que se manifiestan por decenas de miles, y de la Casa Blanca para que lo acepte, mientras que sus aliados de extrema derecha amenazan con colapsar la coalición gubernamental si lo hace.
Benny Gantz dice que es necesario estudiarlo. Asistentes de Netanyahu declaran en público que «es un mal acuerdo, pero es algo que debemos tomar en serio». Yair Lapid, líder de la oposición, ofrece a Netanyahu una «red de seguridad» y lo apoyaría si los ministros de extrema derecha Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, que califican el plan de «imprudente», «una victoria para el terrorismo» y un peligro para la seguridad de Israel, abandonan el gobierno.
Los analistas hablan de algún tipo de acuerdo de compromiso que permita a Israel aceptar el plan, a pesar de que Biden lo formuló como una propuesta israelí. Creen que, tal vez, acepte la primera fase y diga, «si va bien, haremos la segunda, y luego la tercera», pero dudan de que acepten todas las fases a la vez. La posición de Netanyahu, hasta ahora, es clara: no al alto el fuego permanente hasta que se cumplan todos los objetivos, incluida la destrucción de la capacidad militar y de gobierno de Hamas.