Iñaki  Iriondo
Cronista político

PNV: quizá no sea la abstención, sino la expulsión y la desafección

Imagen de la noche electoral. Discurso de Andoni Ortuzar ante la mirada de Itxaso Atutxa.
Imagen de la noche electoral. Discurso de Andoni Ortuzar ante la mirada de Itxaso Atutxa. (Oskar MATXIN EDESA | FOKU)

El partido «acostumbrado a ganar» –como ha reconocido la presidenta del BBB, Itxaso Atutxa– ha quedado en esta ocasión en tercera posición en la CAV, donde ha ganado EH Bildu y le ha pasado el PSE. En la noche electoral, Andoni Ortuzar lo atribuyó a la abstención de su electorado «clásico» y la polarización del voto ante «la suma dureza» de la riña política del PSOE y el PP. Quienes dentro de las bases jeltzales ya no comulgan con ruedas de molino salieron pronto a contestar que eso tenía que haberle castigado igualmente a Ahora Repúblicas, lo que no había ocurrido.

El efecto de la abstención es medible cuando se toma como unidad el porcentaje. En esta ocasión, el PNV ha sumado en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa el 22,40% de los votos. En 2019, cuando la cita con las urnas fue unida a las municipales y forales, los jeltzales alcanzaron el 33,92%. Pero como quizá eso no sea comparable, repasemos que en 2014 logró el 27,48% y en 2009 fue el 28,54%. Es decir, el PNV está perdiendo apoyos de forma sangrante no solo en términos absolutos sino también porcentuales.

Caídas en todo el ciclo electoral

Y no es un problema puntual. Entre las elecciones al Congreso de 2019 y 2023 se dejaron 101.733 votos, de las municipales de 2019 a 2023 cayeron 81.473 y en las Juntas Generales perdieron 85.755 papeletas. Esto supuso que en Cortes bajaron del 32,01% al 24,00%, en los ayuntamientos del 35,82% al 31,69%, en juntas del 38,68% al 34,43% y en el Parlamento de Gasteiz del 38,70% al 34,82%.

Los números, por lo tanto, invitan a pensar que al PNV no solo le está penalizando la abstención, puesto que se ha comprobado que a otros partidos vascos a los que también les debería afectar han llegado a subir en votos mientras bajaba la participación. Es decir, esa fuerza ha dado con la tecla de sumar, mientras que a los jeltzales solo les funciona la de restar.

Itxaso Atutxa ha anunciado una reflexión sobre lo que les viene ocurriendo, aunque también ha reconocido que ya viene reflexionando sobre esta tendencia desde las elecciones municipales y forales del pasado año y que quizá «no se supo leer» tras los comicios autonómicos de 2020, que supusieron «un primer aviso». También entonces se escudaron en la abstención, que atribuyeron solo a la pandemia.

¿Entzunez eraiki?

Sin embargo, el PNV dijo haber culminado esa «reflexión» con el proceso «Entzunez eraiki» y quizá lo que puede estar ocurriéndoles es que no aplican las lecciones que dicen haber aprendido. Por ejemplo, dijo haberse dado cuenta de que era percibido como un partido con «imagen de amiguismo» y, sin embargo, sin esperar siquiera a que dejara su alto cargo en el Parlamento, Iñigo Iturrate ya fue aupado a director general de Euskalduna Bilbao, en un movimiento que todo el mundo ha entendido como una puerta giratoria de libro, con el agravante de que quitaba el puesto a Nerea Lupardo, una ejecutiva también con carné del PNV y que había conseguido darle la vuelta a las cuentas del Palacio pasándolas del rojo al negro. Esto ha generado un considerable alboroto interno entre sectores de afiliados.

Antes, tras las elecciones forales, la totalidad de los gerentes y directores de las sociedades forales de la Diputación de Bizkaia, algunas muy específicas, están ocupadas por cargos del PNV, algunos de los cuáles son alcaldes que perdieron las elecciones municipales o, peor, que han tenido que dejar la alcaldía por orden judicial. Y además, se hacen trueques que demuestran que esas personas son excepcionalmente polivalentes o que lo importante es tener buenos padrinos.

Así que la corrección de la imagen de «amiguismo» parece dejarse para el futuro, aunque ya suena en la ría que la próxima dirección de fiestas del Ayuntamiento de Bilbo –que permanece vacante desde la jubilación del anterior director, Alberto Ruiz de Azua, que llegó al cargo en 2011 al dejar de ser alcalde de Arrigorriaga– puede recaer por vía ‘digital’ en alguien de la comparsa Gogorregi.

Proceso interno para enero de 2025

Todo esto no pasa desapercibido ni para la ciudadanía ni para las propias bases jeltzales y sectores de ex altos cargos que en algunos casos están dando evidencias de un malestar no solo profundo sino también mordaz. Lo que le puede estar pasando al PNV no es un problema de abstención, sino de que hay quienes se están sintiendo expulsados de su propio partido o desertan ya por no sentirse ni escuchados ni atendidos, y de desafección de quienes algún día estuvieron cerca por distintos objetivos que ya no ven cumplidos.

Por imperativo estatutario, el PNV debe afrontar en los próximos meses un proceso interno para redactar una ponencia política (la última es de 2007) y para renovar sus órganos internos. Deberá culminarse, se calcula, para enero de 2025.

Habrá que ver qué ocurre, pero lo cierto es que la cuenta de resultados de las plantas altas de Sabin Etxea es la pérdida constante de apoyo electoral, aunque haya salvado gracias al PP la Diputación de Gipuzkoa, por los pelos y el pacto con el PSE la Lehendakaritza, y por su unión con la menguante Coalición Canaria contraria a la amnistía y al Nuevo Estatus de Ibarretxe, el acta de europarlamentaria.