«El PIB no da una idea real de la riqueza de un país si estás destrozándolo a la vez»
Abundan las voces acostumbradas a repetir en foros ambientales que «no hay economía sin ecología» pero solo hay un economista que haya dedicado cuatro décadas a demostrar la necesidad de valorar el capital natural para conocer la dimensión real de una economía: Sir Partha Dasgupta.
El catedrático de la universidad británica de Cambridge (Dhaka, Bangladés, 1942) ha pasado por Madrid para recibir el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento de Economía por su contribución a crear la base científica para una economía y prosperidad ambientalmente sostenibles. Allí lo ha entrevistado Efe.
Las claves de su trabajo económico aparecieron compiladas en el 'Informe Dasgupta sobre la Economía de la Biodiversidad'. Publicado bajo encargo del Tesoro británico en 2021, el Informe Dasgupta ha supuesto a la naturaleza lo que el Informe Stern fue al cambio climático (2006): una hoja de ruta económica para afrontar la crisis ambiental.
El marco económico propuesto por Dasgupta pasa por reformar la medición del éxito económico y dejar de usar el Producto Interior Bruto (PIB) como indicador.
El uso del PIB «se basa en una aplicación errónea de la economía porque mide el flujo de dinero, no las existencias de activos nacionales».
«Si alguien te pregunta cuánto tienes, no dices lo que ganas al año, sino que sumas el valor de tus propiedades»
Dasgupta lo ilustra con el siguiente ejemplo: «Si alguien te pregunta cuánto tienes, lo normal no es que le digas lo que ganas al año, sino que sumes el valor de tus propiedades, el dinero que tengas en el banco y el resto de cosas que poseas y el resultado de todo eso es tu riqueza».
«Con el PIB ocurre igual, no te da la idea de la riqueza real de un país, tu PIB puede estar en crecimiento y tu riqueza disminuyendo si estás destrozando tu costa, tus bosques o tus humedales», agrega.
Las economías «deben reconocer la naturaleza como un activo. No deja de ser nuestro hogar, una especie de propiedad común, y la economía no irá bien si no gestionamos bien la única casa que tenemos», incide.
«Es fundamental introducir el capital natural en los sistemas de contabilidad nacional, y dependiendo de si la conservación de ese capital natural mejora o empeora, se revalorizará o se devaluará la riqueza del país», argumenta.
Dasgupta asegura que «hoy día disponemos de herramientas para valorar el precio real de los ecosistemas y sus servicios», y que países como Reino Unido, a través de su Oficina Nacional de Estadística, Canadá o Costa Rica ya están creando precios para sus humedales, tierras agrícolas o bosques, para contabilizarlas junto a los ingresos convencionales.
Fin a las subvenciones nocivas
El problema, según Dasgupta, es que la mayoría de los gobiernos pagan más a la gente por explotar la naturaleza que por protegerla: las subvenciones a la extracción de agua y energía para la agricultura causan daños cuyo coste se calcula en unos 4.000 millones de dólares al año.
El economista señala que el sistema actual de producción de alimentos constituye la principal causa de destrucción de la naturaleza, y que las economías nacionales saldrían ganando compensando a los agricultores por preservar la tierra y llevar a cabo prácticas agrícolas y ganaderas más sostenibles.
«Podríamos recaudar entre 20.000 y 30.000 millones al año a través de gravámenes a quienes explotan los oceános o los contaminan»
En cuanto a los ecosistemas fuera de las fronteras estatales, como los océanos, Dasgupta defiende que quienes los explotan deben pagar una tasa por su uso.
«Podríamos recaudar entre 20.000 y 30.000 millones de dólares al año a través de gravámenes a quienes pescan en alta mar, transportan mercancías en este espacio o simplemente lo contaminan con cualquier otra actividad. Ese dinero podría servir para pagar por conservar ecosistemas fundamentales para el planeta como las selvas tropicales», detalla.
El economista concluye que «nos enfrentamos a una crisis de biodiversidad sin precedentes que requiere de decisiones políticas ambiciosas y urgentes, pero perfectamente asumibles y posibles».
«Continuar por el camino actual presenta un riesgo y una incertidumbre extremas para nuestras economías. Es fundamental que entendamos que hay que salvaguardar nuestro bien más preciado: la naturaleza», indica.