Las huellas de un tanque están frescas en un terreno en la zona costera de Al Mawasi, en el sur de Gaza, donde Nedal Abu Jazar lamenta el daño que ha provocado la guerra a sus cultivos. «Mira la destrucción», seala a la agencia AFP el agricultor de 39 años al levantar una planta de tomate arrancada, dentro de una zona designada por el Ejército israelí como área humanitaria.
«Había gente trabajando pacíficamente en su terreno (…) y de repente llegaron los tanques y nos dispararon. Luego hubo bombardeos» aéreos, relata. Abu Jazar asegura que la operación israelí a fines de junio destruyó unas cuatro hectáreas de tierra y mató a cinco obreros.
El suyo no es un caso aislado. A lo largo de Gaza, el 57% de la tierra arable ha sufrido daños desde el inicio de la ofensiva israelí, según una evaluación conjunta publicada en junio por las agencias agrícola y satelital (UNOSAT) de la ONU. El daño amenaza la soberanía alimentaria de Gaza, señala a AFP la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), debido a que el 30% del consumo de alimento en el territorio palestino viene de su tierra productiva. «Si casi el 60% de la tierra agrícola ha sido dañada, podría tener un impacto significativo en términos de la seguridad alimentaria y el suministro de alimentos», sostiene la organización.
La Franja de Gaza exportó en 2022 44,6 millones de dólares en productos agrícolas, en especial a Cisjordania e Israel. Las fresas y los tomates representan el 60% de ese total, según la FAO. La cifra cayó a cero tras el 7 de octubre.
La operación de venganza israelí se ha cobrado la vida de al menos 38.098 personas, en su mayoría civiles, según datos del Ministerio de Salud de Gaza. El sistema de la ONU de evaluación del hambre calculó en junio que el 96% de Gaza enfrenta un nivel elevado de inseguridad alimentaria aguda.
Contactado por AFP, el Ejército israelí afirma que «no daña intencionalmente la tierra agrícola» y señala a Hamas, asegurando que «a menudo opera dentro de huertos, campos y tierra agrícola».
Sin trabajo, sin ingresos
El impacto es peor en el norte del territorio palestino, donde el 68% de la tierra agrícola ha sufrido daños, aunque el sur, que incluye partes de Al Mawasi, ha tenido el mayor aumento debido a las operaciones militares. Lars Bromley, de UNOSAT, asegura a AFP que el daño suele ser «debido al impacto de actividades como la presencia de vehículos pesados, bombardeos, proyectiles y otras dinámicas del conflicto».
Cerca de la ciudad sureña de Rafah, el agricultor Ibrahim Dheir de 34 años está desanimado tras la destrucción de las dos hectáreas de tierra que arrendaba, junto a todo su equipo agrícola. «Según entraron las excavadoras y tanques israelíes, comenzaron a arrasar las tierras sembradas con varios tipos de árboles, incluidos frutas, cítricos, guayaba, y cultivos como espinaca, mulujía, berenjena, calabacín, calabaza, y girasoles», cuenta.
Dheir, cuya familia exportaba a Cisjordania e Israel, ahora se siente desposeído. «Antes dependíamos de la agricultura para nuestra subsistencia pero ahora no hay trabajo ni ingresos», lamenta.
Daño duradero
El agricultor Abu Mahmoud Za’arab también se ha quedado «sin fuente de ingresos». El hombre de 60 años tiene 1,5 hectáreas de tierra en las que cultivaba hortalizas y frutas. «El Ejército israelí pasó por la tierra y arrasó completamente los árboles y cultivos», relata a AFP.
El daño causado a las tierras agrícolas perdurará más que las huellas de tanques y las explosiones, indica Bromley, de UNOSAT. «Con armas modernas, cierto porcentaje va a fallar. Hay proyectiles de tanque que no estallan, proyectiles de artillería que no estallan (…) y limpiar este material que no explotó es una tarea masiva», asegura.
Pese a los riesgos, Dheir quiere volver a la agricultura. «Queremos que acabe la guerra y que las cosas vuelvan a como eran para que podamos volver a cultivar la tierra».