Maite Ubiria
Aktualitateko erredaktorea, Ipar Euskal Herrian espezializatua / Redactora de actualidad, especializada en Ipar Euskal Herria

Macron, como Le Pen, responde con negacionismo a la ola progresista

En el día después de las elecciones, el triunfo del NFP sitúa a Emmanuel Macron, perdedor de los comicios, ante la opción menos deseada: la de nombrar a un primer ministro del bloque ganador. Pese a esa ley no escrita, Macron –como Marine Le Pen– juega al negacionismo y prorroga la estancia de Gabriel Attal en Matignon.

Gérald Darmanin, elegido diputado gracias a la retirada del candidato NFP de su distrito, aseguró ayer que la izquierda no ganó.
Gérald Darmanin, elegido diputado gracias a la retirada del candidato NFP de su distrito, aseguró ayer que la izquierda no ganó. (Dimitar DILKOFF | AFP)

La ley no escrita insta al presidente de la República a proceder, sin demora, a la nominación como primer ministro del candidato de la fuerza con más escaños. Tras la derrota de Emmanuel Macron en la segunda vuelta de las elecciones legislativas, celebradas el pasado domingo, el propio primer ministro, Gabriel Attal, aludió a la responsabilidad republicana al anunciar que al día siguiente presentaría su dimisión al jefe del Estado.

Sin embargo, Macron parece decidido a apurar los plazos y ayer confirmó a Attal en el puesto hasta que se formalice la nueva composición del Ejecutivo. Una decisión a la que ayudó el hecho de que, pese a mantener contactos desde la misma noche electoral, el bloque suma más escaños, el Nuevo Frente Popular (NFP), no sirviera como desayuno al presidente galo el nombre de la persona a la que quiere ver en Matignon.

Varios tenores de la alianza daban ayer garantías de que presentarán, antes del fin de semana, al candidato a encabezar un gobierno que se guíe por el programa de mínimos con el que la izquierda plural y ecologista ha ganado, contra pronóstico, las legislativas.

A la espera de que sea investida la nueva Cámara, el 18 de julio, ganadores y perdedores –las líneas son tan finas que es tentador hacer contrabando con los resultados– parecen tomarse un tiempo de digestión. Ello por motivos diferentes. El macronismo, aunque logró mantenerse en pie, gracias al efecto corrector de la segunda vuelta, y del cordón republicano, perdió la mayoría relativa de la que disponía desde 2022, y con la que ya tuvo bastantes dificultades para sacar adelante sus reformas.

Su consuelo para amortiguar el golpe de esa derrota es que en la nueva Asamblea Nacional se dibujan tres bloques, con un peso comparable.

«Nadie ha ganado», resumía el ministro de Interior, Gérald Darmanin, elegido parlamentario gracias a la retirada de un adversario de NFP.

Sin embargo, la avalancha de declaraciones en la misma línea de otros recién elegidos diputados de Rénaissance no puede ocultar el hecho de que la marca de Macron se haya quedado en cien diputados y que, mirando a su derecha, Les Républicains (LR) o lo que queda de esa derecha republicana herida por las divisiones, mantengan una raquítica cuarentena de escaños en la Cámara Baja, difícil de compensar con esa mayoría que mantienen, de momento, en el Senado.

Con todo, en el día después de los comicios, el jefe del Elíseo, que ya dio muestra de ensimismamiento cuando convocó por sorpresa unas elecciones legislativas anticipadas a caballo entre los exámenes de fin de bachillerato (Baccalauréat, equivalente a la EBAU) y la salida de vacaciones de quienes descansan en julio, optó por seguir en la contemplación. O lo que es lo mismo, se prestó, invocando una pretendida estabilidad, a mantener a Attal en su puesto de primer ministro «el tiempo que sea necesario».

Es difícil de entender esa especie de tregua pre-olímpica, cuando el Jefe del Estado fue el que decidió poner las urnas mientras en París se apuraban los plazos para conseguir que todas las instalaciones estén listas para el arranque de los Juegos, el próximo 26 de julio.

La explicación más plausible es que Macron quiere ganar tiempo para ver si alguien, de fuera de su campo político pica el anzuelo y se apunta a ese «Gobierno de transición» que se anuncia como alternativa a un bloqueo institucional que, con los números en la mano, sigue siendo una opción a no descartar. Es difícil que nadie con perspectiva política se apunte a apuntalar al macronismo, sin saber si el voluble jefe del Estado volverá a decantarse por otra disolución, de aquí a un año. Más cuando quedan, como mucho, dos años para que el líder liberal salga del Elíseo. Pero nunca hay que despreciar la capacidad de fantasmear con salidas que tiene alguien que se halla en un atolladero.

Ante esos cantos de sirena, sobre la eventual configuración de un gobierno que sumaría al campo presidencial a versos sueltos de la izquierda y el ecologismo que podrían prestarse a zurcir, en compañía incluso de derechistas, el descosido del adelanto electoral, la alianza ganadora de los comicios llamó a la calma.

«Las negociaciones avanzan bien», aseguró el insumiso Manuel Bompart, para recomendar a Macron que no sume «otra dosis de menosprecio al pueblo», distorsionando el mandato electoral. «Habrá pronto un Gobierno de izquierda», remataba desde la sede de LFI, mientras en el Palacio Bourbon se vivían escenas de mudanza. Con los nuevos electos llegando a la Cámara, para la asignación de servicios, antes de tomar sus primeras decisiones relevantes, entre ellas la de elegir el grupo parlamentario al que se incorporarán.

La alianza de la que forman parte La France Insoumise (LFI), el Partido Socialista (PS), Europe Écologie-Les Verts y el Partido Comunista (PCF) tiene avanzado un programa de mínimos que incluye la derogación de la reforma de las pensiones y del sistema de desempleo, y la subida a 1.600 euros del Smic (salario mínimo interprofesional). Unas propuestas que han conectado con el electorado, pero que precisan de apoyos en el nuevo hemiciclo en el que los partidarios del modelo económico vigente son mayoría. Por recordar, en materia de fiscalidad o de recortes de servicios, RN, LR y el macronismo se mimetizan.

Ese optimismo estival

La presidenta de Rassemblement National (RN), Marine Le Pen, practicaba, emulando a Macron, su particular negacionismo asegurando que ese tercer puesto al que se vio relegada la principal marca de la ultraderecha el domingo es «una victoria en diferido».

Salvo que, como ocurrirá a poco tardar con el macronismo, las voces discordantes se hacen ya oír. El propio Jordan Bardella se refirió a «los errores cometidos», que asumió en primera persona. Y apuntó a una mala valoración de ciertas nominaciones de candidatos que, estima, no han permitido ganar a RN.

Mientras los partidos escudriñan sus cuentas, en la calle se anuncia, por fin, un tiempo con menos tensiones. «Ayer [por el domingo] ganó el NFP y hoy [por ayer] me han dado las notas del Bac. He aprobado. Empieza mi verano. ¡Todo va mejor!», explicitaba a AFP una alumna en un liceo parisino.