Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente de Brasil –y, por turno, líder del G20– ha planteado un impuesto para los superricos homogéneo en todo el planeta y ha apostado por armonizar los sistemas tributarios de los distintos países. La propuesta se ha encontrado con el rechazo de los enviados de EEUU en el arranque de la cumbre en Río de Janeiro.
Lula sostiene que no es justo ni tiene sentido que individuos concretos manejen más recursos que países enteros y cree que una acción tributaria coordinada puede paliar este problema.
Incluso antes de esta reunión, la Secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, había manifestado en rueda de prensa que su país no veía «ninguna necesidad» de negociar un impuesto internacional sobre las mayores fortunas del mundo.
Aunque ha asegurado que «Estados Unidos está muy a favor de una fiscalidad progresiva», la dirigente estadounidense ha solicitado que «cada Estado garantice que su sistema fiscal» sea «justo y progresivo».
«La política fiscal es muy difícil de coordinar a escala internacional», ha añadido para justificar su negativa. Esto es, si bien el gobierno demócrata no rechaza la idea como tal, aduce que hay problemas para plasmar la iniciativa en un acuerdo internacional.
La víspera, sin embargo, el ministro brasileño de Hacienda, Fernando Haddad, había expresado su optimismo en la cadena de televisión brasileña Globo, afirmando que «esta idea cuenta con el apoyo de varios presidentes» y que «es posible que se emita una declaración» por parte del G20.
Por su parte, la enviada de EEUU ha defendido que la situación de bonanza económica general se debe al buen desempeño de la Administración Biden. «En los últimos cuatro años nos hemos enfrentado a una pandemia global, los efectos de la guerra de Rusia contra Ucrania y otros desafíos. Incluso hace dos años muchos predijeron un panorama sombrío para la economía mundial. Pero se equivocaron», ha asegurado Yellen.