Daniel   Galvalizi
Periodista
Interview
David Ballester
Autor de ‘Una historia de la policía española: de los grises y Conesa a los azules y Villarejo’,

«El bicentenario de la Policía es un absurdo que comenzó con Aznar y sigue con Grande-Marlaska»

El historiador David Ballester publica ‘Una historia de la policía española: de los grises y Conesa a los azules y Villarejo’, coincidiendo con la efemérides que él mismo cuestiona. Revisa los vaivenes de las FSE, su pasado oscuro, la época franquista... Críticas a Ertzaintza y Mossos.

David Ballester, con su libro.
David Ballester, con su libro. (NAIZ)

Casi una década de estudio monográfico sobre las fuerzas y cuerpos policiales del Estado español han hecho que David Ballester acabe produciendo este glosario de 600 páginas sobre la hoy llamada Policía Nacional. El Gobierno español dice conmemorar un bicentenario este 2024 que el autor repudia por ser una «creación de Aznar y Mayor Oreja».

«Dime qué policía tienes y te diré qué democracia has alcanzado» es una frase de Antonio Beristain (fundador del Instituto Vasco de Criminología) que aparece en el comienzo del libro y que en la entrevista con NAIZ Ballester repite en más de una oportunidad. Este doctor en Historia de la UAB ya ha publicado otros trabajos, el anterior sobre los crímenes políticos de la policía durante la transición.

En ‘Una historia de la policía española: de los grises y Conesa a los azules y Villarejo’ (Ed Pasado Presente, 2024), Ballester retrocede hasta el siglo XIX para ver los orígenes difusos de un cuerpo policial que, a su entender, tiene muchos déficits democráticos todavía.



En el prefacio usted menciona el déficit de estudio de la policía del Estado en la historiografía española...

Sí, intento llenar este déficit con este trabajo. El vacío se debe a varias razones, desde lo desagradable que puede resultar estudiar unos cuerpos policiales en un país como España, donde han tenido un cariz marcadamente represivo, a la dificultad de acceder a archivos policiales. Nos encontrábamos con una casuística que se hacía desde la propia policía, autores que fueron expolicías con veleidades de historiadores. Creo que hacía falta un trabajo de estas características a pesar de las dificultades para investigarlo. He podido tocar muy poca fuente primaria desgraciadamente, es decir, archivos policiales, porque acceder a ellos es una labor homérica.

Es el único libro desde el punto de vista historiográfico que toca la intervención policial en el «procés», Villarejo y la infiltración policial en los movimientos sociales, aunque sin llegar a las policías autonómicas.

En el libro cuestiona que se diga que la Policía tiene dos siglos y señala que eso es un invento de Aznar y Mayor Oreja. ¿Por qué?

Porque ligar la Policía Nacional española actual, que es, con todos sus deficits, democrática, y retrotraerla a 200 años con una que no tiene nada que ver y con la que no se puede seguir un hilo conductor es forzar mucho la maquina y la historia. Esto es lo que hicieron Aznar y Mayor Oreja con ocasión del 175 aniversario de la Policía. Este absurdo viene aumentado ahora por Grande-Marlaska y el Gobierno socialista, planteando una efemérides bicentenaria con logos y festejos. Es una conmemoración que sobre todo no gusta a la Guardia Civil, que sí puede reivindicar que desde 1844 hay una línea que sigue. Lo que es hoy la PN no tiene este hilo conductor, celebrar un cuerpo como el que creó Fernando VII en contexto del absolutismo cuyo objetivo era destruir a los liberales, es algo de poco reivindicar para una democracia. Creo que es un error que limita con el absurdo.

La PN, tal como está estructurada, emana de la ley orgánica de 1986. En 1978 Martín Villa hizo una primera reforma de la policía, quitando el gris, por eso en el subtítulo hablo de los grises a los azules. Si hay que reivindicar algo, que se reivindique una policía que nace de una democracia, con sus lagunas y lunares.

Autoridades españolas, con Pedro Sánchez a la cabeza, en el acto principal del Bicentenario de la Policía española. (Angel Díaz Briñas | Europa Press)

A lo largo de la historia ha habido dos grandes cuerpos: uno es la GC, a la que no se puede llamar civil porque es militar, y al lado de forma paralela siempre ha habido otro cuerpo policial que tuvo denominaciones diversas. Seguridad y Vigilancia, Salvaguardias, en la república era la Guardia de Asalto, en el franquismo Policía Armada, y luego PN.

Cuantitativamente siempre ha sido menos importante hasta los años 80, cuando España se convierte en una sociedad urbana. Antes, en los 60 la dictadura se dio cuenta de que la oposición tomaba más las calles en las ciudades, donde había universidades e industrias, y las plantillas de la Policía Armada no habían crecido de forma paralela al incremento de gente y por eso tuvieron que hacerla de prisa y corriendo para dar respuesta a este reto del antifranquismo.

¿Antes la PN no era necesaria por delitos comunes, solo políticos? Hay una idea preconcebida en algunos sectores de que antes el Estado español era más seguro que ahora.

No puedo dar porcentajes pero había separación clara de funciones en este sentido. Quien se ocupaba de la represión era la Brigada Político Social, parte de la policía no uniformada, y las otras brigadas se ocupaban de la persecución del crimen.
Pero eso de que era más segura… En el siglo XIX España estaba llena de bandoleros, de hecho la GC se crea para defender los intereses de los grandes terratenientes agrícolas. En el siglo XX había delincuencia común pero sufre una dura represión, con la aplicación de la pena de muerte.

La ley de 1979, con la incorporación de 10.239 agentes que usted menciona, ¿fue un hito en la historia de la policía?

Sí, claro. El régimen tenía que hacer frente a un proceso de ya decrepitud física del dictador y las familias del franquismo se empezaban a posicionar frente al «inevitable hecho biológico», como lo mencionaban en la prensa aquellos días. Algunos querían prolongar el franquismo con reformas cosméticas y les preocupaba  el orden en las calles y se dieron cuenta de que tenían pocos policías para controlar las manifestaciones.

Contra lo que se cree, el franquismo cuidaba bastante mal a su policía, estaba muy mal pagada, más de un 50% de los agentes tenían pluriempleo para poder subsistir y además era una policía mal mandada con jefes mal formados, en su mayoría jefes militares que daban una educación militar más que policial, con una obsesión por el enemigo interior.

«Queda poco épico y poco romántico decirlo, pero en el Estado el franquismo no tuvo necesidad de más policías en las ciudades hasta 1969»

 

Otro aspecto que llama la atención es que una dictadura que hacía del control de la calle una de sus verdaderas obsesiones no tuvo hasta 1969 unas unidades de antidisturbios. El franquismo hasta ese momento no notó la presión de una oposición que hiciera necesarios más agentes. Queda poco épico y poco romántico decirlo pero el franquismo no tuvo necesidad de mucho más hasta esa fecha. A partir de ese año empieza a haber un rosario de muertes en las represiones a manifestaciones.

Menciona la «verdadera anomalía» de la Policía española, de las pocas que no se depuró tras una dictadura en Europa.

No soy especialista sobre lo que pasó en los países del Este cuando cayó el comunismo, pero en los de Europa occidental no hubo en ningún caso una ausencia absoluta y total de depuración como aquí, donde ni una persona perdió su trabajo. Es parte del modelo excepcional de transición, que es mucho menos modélico de lo que determinados panegiristas del tema nos quieren hacer creer.

Esto tiene un problema: no es solo que incorpores a la policía con sus hombres anteriores sino también con sus métodos de trabajo. La España democrática tiene cuerpos trufados de agentes de la dictadura. Encima la democracia fue generosa con ellos y, siempre con el paraguas protector de la lucha contra ETA, esta gente no solo no fue depurada sino que recibió recompensas y ascensos.

¿Cree que todavía puede haber agentes del aparato represivo que estén con cargos o ya todos están muertos o jubilados?

Biológicamente es muy difícil, se han de haber jubilado pero puede quedar alguno. Hace no mucho, seguro, hace unos diez años. Un ejemplo: Sebastián Trapote Gutiérrez, que ya se jubiló y fue subinspector de policía estando vivo el dictador y mató una vez de un disparo en la espalda a un ciudadano, fue declarado culpable y se benefició de las amnistías. Hizo una larga carrera policial y fue máximo responsable de la PN durante el 1 de octubre de 2017.

Como cuento en el libro, él mató a un obrero mecánico que confundió con un delincuente, le disparó mientras corría en el tobillo y luego se le escapó el tiro cuando lo puso contra la pared, esto según la versión oficial. Dejó una viuda y siete hijos sin padre. Luego de muchos años hubo una sentencia que obligó al Estado a resarcir a la viuda. Una vez Trapote, en las manifestaciones de los unionistas, de Vox y del PP que hacían frente a la jefatura de la PN cantando «Esta sí es nuestra policía», salió al balcón para ser aclamado y besó la bandera española.

Usted cree que el accionar de ETA fue utilizado como coartada para no depurar y mirar para otro lado.

Claro, era la gran coartada que utilizó la UCD y también los socialistas a la hora de justificar por qué determinados individuos con un curriculum execrable seguían sirviendo a la policía democrática. Se decía que eran los que más sabían, los que más fuentes tenían, y se miró hacia otro lado. Cuando llega Belloch y Margarita Robles para hacer limpieza en 1994 se encuentran con que la tortura estaba enquistada, después de una docena de años de gobierno del PSOE. Y encima no lo consiguieron hacer. Las torturas se siguieron produciendo hasta bien entrado este siglo.

«Los gobiernos pasan y la policía queda. El propio PSOE torpedeó a Belloch porque lo prioritario era la lucha contra ETA y estaba dispuesto a pagar un precio»

 

Belloch quería adecuar la praxis policial a un Estado de Derecho, eran conscientes de lo mucho malo que se había hecho y de lo que no se había hecho. Se encontraron con muchos obstáculos y además tuvieron en frente la estructura impermeable y corporativista de la policía. Como digo en el libro, los gobiernos pasan y la policía queda. También fue torpedeada su labor por el propio PSOE, porque él era independiente y la mayoría era partidaria de no tocar, de que no saltaran ampollas, lo prioritario era la lucha contra ETA y si había que pagar un precio por conculcar derechos estaban dispuestos a pagarlo. Si miramos los escritos de la gente de Belloch, ellos se quejan que los socialistas no querían que se acabara la corrupción.

¿Las violaciones a los DDHH y la represión ilegal en el posfranquismo son una idea de la policía avalada por el Gobierno o a la inversa?

No es que surge, es una continuidad de lo que se llevaba a cabo desde el franquismo. El forense Paco Etxeberria habla de que las torturas cambian, dejan menos marcas. Cuando ETA empieza una ofensiva mas brutal a partir de 1979 y 1980, esto se acentúa. En 1992 hay una oleada de detenciones antes de los Juegos Olímpicos contra el movimiento independentista, había temor a un atentado de Terra Lliure, y los detenidos son brutalmente torturados, en la Operación Garzón. Uno de los torturados, de hecho, es el padre de la Balón de Oro Aitana Bonmatí.

La Policía española vigila en Iruñea una movilización que demanda esclarecer la tortura. (Jagoba Manterola | Foku)


Se conocieron recientemente nuevos detalles de la Operación Kitchen contra Podemos. También está la Operación Catalunya, la policía patriótica, etc. ¿Le sorprende?

No, la verdad es que no. Porque ya hablo de esto en el libro de forma amplia, es la continuación de todo el depósito de suciedad desde la época de Fernández Díaz. De la transición hace ya muchas décadas y no podemos seguir cargando problema actuales al debe de lo que no se hizo en la transición. Han pasado suficientes décadas como para poder intentar enmendar aquello que no se hizo bien. Ya no vale esta excusa, ha habido un bipartidismo reinante durante décadas que ha coincidido en tapar lo esencial de lo que se denomina el Régimen del 78.

Ha habido falta de coraje político para poner hilo a la aguja para atacar este problema complejo. Y creo que puede volver a pasar, hasta que no se produzca una verdadera reforma de los cuerpos policiales. Con este sesgo de salva patria, vaya a saber de qué, y que crean que todo está justificado, estaremos expuestos a que vuelva a ocurrir. Se creen con el deber de actuar, con sensación de impunidad. El reclutamiento de la policía mismo no responde a la pluralidad del Estado, tiene un marcado sesgo ultraderechista.

Dedica un capítulo a los sindicatos ultras dentro de las policías. ¿Es un proceso irreversible?
 
Es uno de los problemas mas acuciantes ahora, lo pongo en el ultimo capítulo. Ahora evidentemente están viviendo un boom. Nos debemos congratular de que en las ultimas elecciones sindicales Jusapol experimentó un retroceso.

No ha estudiado las policías autonómicas pero con todo lo que se ha documentado, ¿qué reflexión puede darnos?

A la hora de crear la Ertzaintza y los Mossos se perdió la oportunidad de crear cuerpos radicalmente diferentes a los estatales. Algunos de los vicios se han incorporado por desgracia y hay problemas graves heredados de no haber sabido hacer modelos diferentes. De hecho yo fui profesor de la escuela de policía de Catalunya de los Mossos. Hay una serie de tics enquistados que los equiparan al resto. Una de sus señas de identidad debería haber sido alejarse de las cosas negativas y no lo han conseguido.

«Los políticos no han sabido evitar la infiltración de la extrema derecha, parece que tienen que pedir permiso para entrar; en la Ertzaintza hay un problema importante con ello»

La praxis policial es muy peculiar y genera unas inercias que acaban creando un Estado dentro del Estado. Los políticos no han sabido evitar la infiltración de la extrema derecha, en la Ertzaintza hay un problema importante con ello. Parece que los políticos tienen que pedir permiso para entrar. Como profesor he visto la perdida de nivel que se ha experimentado en las aulas en los Mossos. Soy pesimista porque van pasando los gobiernos y no hay cambios. Intentar solucionar este problema requiere coraje, compromiso ideológico y determinación, y esto no suele ser característico de los políticos actuales, gana la visión cortoplacista porque el político no verá los frutos inmediatos de esa labor regeneradora.