Hace años que los dispositivos tecnológicos se utilizan como recurso para el aprendizaje en los centros educativos de Euskal Herria. Se han puesto en marcha planes para la digitalización de la educación, se han hecho inversiones importantes y realizado un esfuerzo extra para adaptarse a esta nueva forma de trabajar. Pero ahora que las pizarras digitales, los ordenadores, las tablets y los móviles dominan en el ecosistema de las aulas, la comunidad educativa está preocupada y ve necesario debatir sobre el uso que se hace de estos dispositivos.
Hay países que han ido más lejos y empiezan a aplicar medidas. El caso más llamativo es el de Suecia: el año pasado, el reconocido Instituto Karolinska advirtió de que la estrategia de digitalización que desarrolló la Agencia Nacional Suiza para la Educación carecía de base científica y que causaría daños en niños, niñas y adolescentes.
El Ministerio de Educación de este país tomó nota del aviso: paralizó el plan que iba a desarrollar entre 2023 y 2027 y pidió la opinión de 60 organizaciones independientes para reconstruir la estrategia. No ha decidido, tal y como han asegurado algunos titulares, retirar las pantallas y volver a los libros de texto. Pero ha apostado por ajustar el uso de la tecnología a lo que los estudios recomiendan y por fortalecer la educación analógica. El Ministerio danés de Educación también ha mantenido una actitud proactiva en los últimos meses y ha pedido al Comité de Educación y Calidad que elabore una serie de directrices sobre el uso de pantallas en los centros escolares.
Primer matiz en Euskal Herria: cada centro funciona a su modo, «hay escuelas que no tienen libros y lo contrario», detalla Telmo Lazkano
No se sabe si las administraciones de Hego Euskal Herria prevén poner en marcha alguna iniciativa en esta dirección, ya que desde los departamentos de Lakua y Educación de Nafarroa no han respondido a esta cuestión. Por otro lado, los planes de digitalización vigentes no sirven para hacer una radiografía del lugar que ocupan las pantallas en los sistemas educativos de Euskal Herria, ya que en la práctica cada centro actúa a su manera, según detalla a NAIZ el profesor Telmo Lazkano, experto en redes sociales y pantallas: «Hay escuelas que no tienen libros y lo hacen todo a través de pantallas, y viceversa».
Sin embargo, aquí van algunas pinceladas de estos planes, para ubicar el tema: Lakua aprobó el Plan de Transformación Digital del Sistema Educativo Vasco 2022-2024, donde se especifica que los dispositivos tecnológicos deben estar disponibles para los alumnos de 5º de Primaria en adelante. Según el plan Ikasnova de Nafarroa, a partir de 4º de Primaria los alumnos tienen su propio dispositivo. En Ipar Euskal Herria rigen las decisiones que se toman en París y, en este caso, el plan que el Ministerio de Educación elaboró para el periodo 2023 a 2027 da importancia a que los alumnos adquieran competencias digitales y reduzcan, a su vez, el tiempo que dedican frente a las pantallas.
Además, durante los años en los que las estrategias de las administraciones han estado vigentes, «han cambiado muchas cosas y no se puede comparar la situación actual con la de hace cinco años», según precisa Amaia Arroyo Sagasta, profesora e investigadora de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de Mondragon Unibertsitatea (MU).
Valora positivamente las actitudes europeas para revisar los planes de digitalización, ya que demuestran, a su juicio, capacidad de adaptación. «Cada vez hay más estudios que dicen que no todo tiene que hacerse en digital, ni todo en analógico. Por lo tanto, han tomado nuevas decisiones», ha dicho.
Amaia Arroyo: «La percepción es que venimos de un uso abusivo de pantallas, hay una tendencia a reducirlo»
Por otro lado, cree que la rápida digitalización que se produjo durante la pandemia ha dejado huella, y afecta a los centros educativos. «La percepción es que venimos de un uso abusivo, por eso, más allá de lo que dicen esos planes, hay una tendencia a reducir el uso de las pantallas», ha explicado.
¿Cuándo representan un peligro?
Vayamos, pues, a desgranar el eterno dilema, alejándonos de la dicotomía pantallas versus libros. Para empezar, Lazkano señala que no es lo mismo trabajar las competencias digitales (aprender a utilizar las tecnologías digitales de forma segura, saludable, sostenible, crítica y responsable) que aprender o estudiar a través de dispositivos tecnológicos.
El primer aspecto «hay que trabajarlo, nadie lo pone en duda», aunque, según el profesor zumaiarra, en Primaria la competencia digital no tiene que aprenderse necesariamente utilizando una pantalla. «Hay que saber lo que hay detrás de la pantalla antes de ponerse delante de ella. De lo contrario, en el mejor de los casos, no seríamos usuarios conscientes, sino simples usuarios. Y teniendo en cuenta que las tecnologías no son neutras, en algunos casos podemos ser utilizados», explica.
No obstante, «cuidado con aprender a través de plataformas digitales», agrega. ¿Por qué esta advertencia? «En Primaria lo que se busca es que el alumnado domine el idioma en todos sus aspectos y adquiera conceptos básicos de matemáticas, y sabemos que las pantallas no son los soportes más adecuados para trabajar en estos campos. Los estudios demuestran que escribir a mano y utilizar soportes analógicos es mucho más ventajoso que usar las pantallas, en concreto para la memoria, la atención, el pensamiento abstracto y la motivación», explica.
«Los estudios demuestran que escribir a mano y utilizar soportes analógicos es mucho más ventajoso que usar las pantallas»
Lazkano ahonda en la motivación que provocan o deshacen las pantallas, ya que es una variable más subjetiva que las demás. «[Las plataformas digitales] no buscan fomentar la motivación intrínseca del alumno, sino premiarlo, y eso es peligroso. Por ejemplo, si haces bien una ecuación, puedes poner una huerta en tu ciudad virtual», explica. Así, el profesor reivindica la necesidad de desmontar un mito: «Se dice que las tecnologías ofrecen un aprendizaje personalizado, pero no es así, ofrecen un aprendizaje individualizado».
Los estudios Pisa y Pirls de los últimos años han demostrado que los estudiantes vascos están perdiendo el nivel de competencia lingüística y de comprensión lectora. Detrás de esto pueden haber muchos factores, pero Arroyo especifica uno: «El tiempo que pasamos delante de la pantalla se lo quitamos a la interacción entre personas, y en esa interacción es cuando surge el desarrollo del lenguaje».
«El uso abusivo puede provocar aislamiento, y los referentes que se encuentran en las pantallas no son naturales»
Por otro lado, hay que tener en cuenta que a las horas que los niños, niñas y adolescentes pasan en la escuela frente a las pantallas hay que sumar las que destinan en casa y en la calle. «El uso abusivo puede provocar aislamiento –advierte Arroyo–. Sobre todo en la adolescencia, en ese momento en que se construye la identidad propia, los referentes que se encuentran en las pantallas no son naturales. Los referentes naturales tienen momentos buenos y malos, pero en las redes sociales todo es maravilloso. Esto tiene un impacto en el bienestar emocional, genera frustración, impotencia, tristeza». «Por eso es tan importante trabajar de otra manera nuestra relación con las tecnologías», concluye la profesora de MU.
Los más pequeños, cero
En cuanto a las plataformas digitales, no todo es blanco o negro, salvo en lo que se refiere a los niños y niñas pequeñas. Las expertas entrevistadas se han mostrado de acuerdo al afirmar que los niños de entre 0 y 3 años no deben utilizar las pantallas. Nada, cero minutos. El trabajo, por tanto, comienza en casa.
«Entre los 0 y 3 años es cuando más se desarrollan las interconexiones de las neuronas cerebrales», explica Anna Ramis. Esta educadora, pedagoga y experta en dependencia temprana de pantallas alerta de que, como el cerebro está en construcción durante los primeros años de vida de los bebés, esta etapa va a grabar el «disco duro» que tendrán en el futuro.
«Entre 0 y 3, pantallas cero –remarca–, porque el desarrollo de estas neuronas está directamente relacionado con la interacción del niño con su entorno. Cada segundo que la pantalla retira el movimiento, la interacción o el descubrimiento, es una oportunidad que estamos quitando al bebé. Además, el cerebro aún no ha desarrollado la capacidad de reflexión o reorganización que tenemos los adultos. Por lo tanto, a esa edad el riesgo de caer bajo la influencia de los dispositivos móviles es muy alto, ya que la capacidad del cerebro para enfrentarse a ello es muy pequeña», explica la experta catalana.
Sin embargo, las pantallas llegarán antes o después a las vidas de los niños, por lo que, ¿cómo puede el adulto de referencia conseguir que esa introducción a la tecnología sea lo más sana posible? «Igual que hacemos con los primeros alimentos post-lactancia –aconseja Ramis–: darles solo lo mejor y lo más seleccionado. Dibujos animados más lentos, menos excitantes, que tengan valores o que transmitan cultura… Todo esto hasta los seis años en muy pocos minutos y nunca cuando el niño está solo».
A partir de esa edad, esta educadora cree que las pantallas pueden ser útiles «si se utilizan para crear», si se evita que las niñas se conviertan únicamente en «consumidoras pasivas». «Démosles herramientas para que sean creativas digitalmente», reivindica.
Lo óptimo: entre 0 a 5 años, cero minutos al día; en Primaria –de 5 a 12 años– 0-1 horas; y a partir de 12 años, de 0 a 2 horas al día
Volvamos a la educación formal: las asociaciones de pediatría de Estados Unidos, Canadá y el Estado español, así como recientemente grupos de expertos del Estado francés, han determinado el tiempo de consumo de pantallas que debería implantarse en las escuelas. Lazkano aporta los datos: los niños de entre 0 a 5 años, cero minutos al día; en Primaria –de 5 a 12 años– 0-1 horas; y a partir de 12 años, de 0 a 2 horas al día.
La clave: el valor añadido
«Es un buen momento para tomar decisiones con criterios y no por inercia. Las cosas no se han hecho bien: hemos invertido en dispositivos y no en formación. Ahora lo estamos poniendo en cuestión, por lo que creo que es un buen punto de inflexión», señala la profesora e investigadora de MU.
Por lo tanto, es el momento de iniciar el debate. O de seguir debatiendo, ya que la comunidad educativa hace tiempo que reflexiona sobre esto. Telmo Lazkano mide con datos la preocupación que produce esta cuestión: el 96% de los padres y profesores de los tres municipios que participaron en el programa Zeos de la CAV declararon estar preocupados con la digitalización de la educación. En algunos casos se están tomando medidas, como en la escuela de Ondarroa: hasta hace poco lo hacían todo a través de los ordenadores, y tras reflexionar mucho, han vuelto a los libros y ahora dan otro uso a las pantallas.
En otros centros educativos se han creado comisiones de padres, madres, expertos, profesionales de la educación y estudiantes para reflexionar sobre la digitalización, según explica Arroyo Sagasta. «Esto permite comprender la realidad de forma poliédrica y creo que son espacios adecuados para la toma de decisiones. Yo apostaría por ello. Las órdenes vendrán de los estados o de los gobiernos autonómicos, pero debemos adaptarnos a la realidad local, porque no es lo mismo un alumno de Muskiz que de Tudela», ha explicado.
«Lo más difícil ya lo hemos hecho: nos hemos dado cuenta de que el modelo actual es insostenible. Ahora nos toca poner en el centro las necesidades del alumnado»
Por lo tanto, ¿qué debería estar en la base del debate y cómo se puede encauzar? El profesor zumaiarra considera que habría que concretar «cuándo las plataformas digitales aportan valor añadido y cuándo no». «Y eso tiene que basarse en la evidencia académica», apunta. «Por lo tanto, debemos pensar en cuándo y para qué vamos a utilizar las pantallas, no debemos caer en el frenesí digital de la última década», concluye.
Así, para Lazkano, el debate debería tener como objetivo un plan de «racionalización de la digitalización», al tiempo que considera imprescindible desarrollar estrategias para fomentar la lectura y mejorar la comprensión –Lakua tiene en marcha la Estrategia de Lectura para el Sistema Educativo Vasco para el periodo 2024-2027–.
Amaia Arroyo Sagasta también destaca la importancia del valor añadido y explica así su sentido: «Hoy en día, por ejemplo, derivar a los niños a una enciclopedia para obtener información sobre Gaza no es razonable. La información actualizada está en Internet. Por lo tanto, en ese caso, tiene un valor añadido». También incide en que hay que pensar bien para qué se deben utilizar las pantallas.
«Lo más difícil ya lo hemos hecho: nos hemos dado cuenta de que el modelo actual es insostenible –saluda Arroyo–. Ahora nos toca poner en el centro las necesidades del alumnado. Tenemos un reto bonito, tenemos que pensar cómo queremos educar a las generaciones jóvenes, porque serán ellos los que escriban los algoritmos del futuro, ellas crearán las tecnologías del futuro. Es el momento de actuar».