Iñaki  Iriondo
Cronista político

Pradales ha cruzado el túnel entre Lehendakaritza y Ajuria Enea

De los primeros cien días de Gobierno de Imanol Pradales puede decirse que ha cruzado el túnel que hay entre Lehendakaritza y Ajuria Enea, entre un ámbito que sugiere cierta opacidad a un escenario que permite ventanas abiertas y algo de calidez. 

Imanol Pradales, en una comparecencia en Ajuria Enea.
Imanol Pradales, en una comparecencia en Ajuria Enea. (Endika PORTILLO | FOKU)

A pesar de su gran atrio central con una pirámide de cristal por techo, Lehendakaritza es un edificio con aspecto de cerrado en sí mismo. Ajuria Enea, con sus amplios jardines, resulta más acogedor. Las dos instalaciones están unidas por un túnel bajo la calle Nieves Cano. Imanol Pradales, o quien le aconsejara desde su equipo, ha decidido que había que cruzar ese túnel y explorar las posibilidades del Palacio, entre otras, ofrecer ruedas de prensa con amplios ventanales a la espalda.

Ese cambio de escenario ya da muestra de un cierto intento de romper con las formas del lehendakari anterior, Iñigo Urkullu, imagen de ruptura que se ha afianzado con un cambio casi total de consejeros y consejeras, una ronda con partidos, sindicatos (incluido ELA) y otros agentes sociales y con una enmienda a la totalidad de las prácticas consideradas más dañinas del Ejecutivo anterior, por ejemplo, en la gestión de la Sanidad y la Ertzaintza.

En este caso habría que decir que, en contra del eslogan de Andoni Ortuzar en el Alderdi Eguna, la cadena sí se ha roto. De hecho, por lo que fuera, estando Pradales y Urkullu a pocos metros uno del otro en Foronda, no hay constancia de ningún abrazo entre ellos que repitiera la foto de Sukarrieta del 26 de noviembre, nada más conocerse el accidentado relevo de candidato.

El resultado ha sido que Imanol Pradales ha cerrado el periodo de los cien días de gracia (de los que más de tres semanas fueron de vacaciones) dando una impresión de apertura, diálogo y generando cierta confianza sobre todo entre mayores de 65 años.

Los primeros pasos se han dado en materia de Salud, donde el consejero Alberto Martínez resolvió en pocos días el problema del Servicio de Cardiología en Bizkaia que a la Consejería de Gotzone Sagardui se le había enquistando. También subió el pago de las horas extras para garantizar servicios médicos en verano, aunque sindicatos criticaron que se hiciera de forma unilateral y que no sea la solución estructural necesaria.

Pero, de momento, la medida estrella del lehendakari, Imanol Pradales, en materia sanitaria ha sido la puesta en marcha de la Mesa para el Pacto Vasco de Salud. Evidentemente todavía no ha dado ningún fruto práctico, pero el mero hecho de abrirse al contraste de opiniones ya ha generado un pequeño halo de esperanza de cambios futuros.

El arriesgado camino tomado por Bingen Zupiria

Otro de los problemas que arrastran los servicios públicos en la CAV es el de la Ertzaintza, donde determinados sectores uniformados consideran que deben ser quienes dirijan el cuerpo. El consejero de Seguridad ha optado por un diálogo que da lugar a extrañas contradicciones. Este 2 de octubre, la autodenominada unidad sindical, formada por ErNE, ESAN y SIPE hizo público un duro comunicado diciendo que nada ha cambiado en el Gobierno, que no quiere negociar y que solo busca marear.

El mismo día, Euspel y Ertzainas en Lucha daban cuenta de otra reunión con el Departamento que discurrió «con el respeto que merecen ambas partes» y anunciaban «posibles avances». Resulta llamativo que el lehendakari se niegue a reunirse con Vox –«partido que representa lo que como lehendakari trato de combatir: la intransigencia», dijo en el Parlamento– y su consejero de Seguridad lo haga con colectivos y agentes que no han dudado en codearse con elementos de la extrema derecha española y difundirlo en redes sociales.

Visto el poco efecto de arrastre al Alderdi Eguna, Imanol Pradales parece tener más atractivo para las franjas de edad mayores de la sociedad que para la base de afiliados del PNV.

 

Confianza en que levante el partido

Más allá de la referencia genérica al «relevo generacional», nunca nadie de Sabin Etxea ha explicado por qué decidieron prescindir de Iñigo Urkullu y luego –por ese orden, según confesiones propias– echar el anzuelo a Imanol Pradales.

Con el partido en fase de una todavía indeterminada reconstrucción, ha dado la impresión de que el PNV ha confiado en que el lehendakari pueda contribuir a levantar la cotización de la sigla. Si la medida de la ilusión generada es la afluencia al Alderdi Eguna del domingo pasado, todavía no se le pueden atribuir propiedades mágicas a Pradales. No superó las cifras del año pasado. Jeltzales que acudieron a las campas de Foronda hablan de 6.000 asistentes. Es una cifra compatible con las cuentas de este diario.

Quienes sostienen que hizo un buen discurso político, por ejemplo, en lo relativo a la cuestión nacional, verán que estuvo lejos de los acuerdos alcanzados con iniciativa jeltzale –el PNV sabrá con qué fin– en las Juntas Generales de Gipuzkoa y Bizkaia.

Pacto y desacuerdos entre PNV y PSE

La mera mención al Nuevo Estatus de la consejera María Ubarretxena en el Parlamento hizo que el PSE saltara como un resorte recordando que el pacto de gobierno habla de Nuevo Estatuto. Y así es. Pero el caso es que ambos socios mantienen discrepancias públicas en materia de vivienda, de memoria, de educación y modelos lingüísticos, y lo peor es la impresión de que se acaba haciendo lo que manda Eneko Andueza, estratégicamente situado al margen del Consejo de Gobierno.

Habrá que recordar que fue el propio Pradales quien después de las elecciones desechó hablar con nadie que no fuera el PSE para tratar de llegar a un pacto de Gobierno.

Tampoco se puede olvidar la disputa entre diputaciones sobre el TAV que el lehendakari no ha acertado a atajar.

Recurso a la crítica «ad hominem»

Cuando en el primer pleno de control de la legislatura Pello Otxandiano, de EH Bildu, le pidió liderazgo y visión de país, el lehendakari cerró su respuesta con un «podría parecer escuchándole que el único al que le importa la visión de paz es a usted o que la única visión de país es la de ustedes, la de su partido político o quizá que la visión de país es usted mismo».

Fue un ataque ad hominem, un intento de descalificación personal, que no coincide con la imagen pública cordial que el lehendakari ha pretendido cultivar en estos ya algo más de cien días en el cargo. Desvela un rasgo de personalidad del que ya habían advertido algunos interlocutores que ha ido teniendo. Ahora queda por delante toda una legislatura.