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La Policía española extiende el caos en Madrid tras la marcha anti-recortes

«Se me ha ido la pinza, no he regulado». La gracia, celebrada entre risas, la suelta un antidisturbios de casi dos metros en la esquina donde desemboca la calle Lavapiés con la plaza del mismo nombre, en el centro de Madrid.

Un hombre levanta sus brazos frente a una dotación policial en Madrid. (Pedro ARMESTRE/AFP)

Son las 2.00 de la madrugada y la Policía española acaba de irrumpir a golpes. En el suelo, dos jóvenes detenidos. Otro más arrestado en una calle cercana. Al lado, un chaval al que un porrazo le ha dejado la cara marcada con un hematoma del tamaño de una nuez intenta en vano que llegue el 112. «Han entrado como siempre, sin mediar palabra», protesta.

La noche en Madrid fue larga. Tras la gran manifestación que colapsó el centro de la capital del Estado español contra el nuevo tijeretazo del Gobierno del PP, las cargas y las carreras se sucedieron por todo el centro. En total, según Efe, 15 detenidos, 16 heridos y medio centenar de atendidos por el Samur. Las últimas furgonetas no abandonaron Lavapiés hasta pasadas las 3.00.

Las primeras cargas se produjeron alrededor de las 23.00 horas en la carrera de San Jerónimo, la calle que transita hacia el Congreso. Allí una barrera de antidisturbios cerraba el paso a las cientos de personas que trataron de continuar la movilización frente al mismo lugar donde, horas antes, se había convalidado el último hachazo social del Gobierno español. Durante varios minutos se produjeron rifirrafes entre los manifestantes (entre quienes destacaba un importante grupo de bomberos) y los policías. Al final, se iniciaron los pelotazos. Y los primeros detenidos, entre ellos, uno de los propios bomberos. Durante 15 minutos se sucedieron los envites policiales en los alrededores del Congreso y cercanías de la puerta del Sol. Hasta que la acción policial las extendió a otros puntos de Madrid.

1.20 horas. Los antidisturbios golpean a cualquiera que cruce la plaza de Jacinto Benavente, que separa Sol del barrio de Lavapiés. En realidad no está muy claro por qué cargan. Se escuchan gritos en su contra y los agentes bajan apresuradamente de la furgoneta, golpean algún manifestante y vuelven a la formación. Todo esto ocurría ante la cara de sorpresa de los turistas, que son legión en esta zona, muy cerca de varias calles de bares, y que corrían a refugiarse en el interior de los establecimientos.

Tras varios minutos de confusión, una dotación de furgonetas se desplazó hasta Jacinto Benavente. Allí, un contendor arde y apenas medio centenar de personas lanza consignas. Nueva carga y los manifestantes dispersados por las callejuelas. En ese momento comenzó una extraña carrera en la que policías y periodistas se cruzaban, arriba y abajo, sin tener muy claro qué ocurría. «Estos no escarmientan nunca», soltaba uno de los agentes que corría en una desordenada formación. En una noche de Twitter, las noticias sobre otras cargas, nuevos heridos o detenidos corrían a través de los smartphones.

Alrededor de las 2.00, los «patxis» (así se dirigían unos a otros los antidisturbios) irrumpen en Lavapiés. Saldo: tres detenidos y un joven en ambulancia. «Les estaba diciendo que no cargasen», protestaba antes de ser evacuado. En total, seis furgonetas y un coche para tomar una plaza que, en su gran mayoría, estaba ocupada por personas completamente ajenas a la protesta. Y que, además, tiene ya un largo historial de presencia policial. Aquí es donde se han concentrado las redadas racistas en las que la Policía española pedía DNIs en función del color de la piel buscando migrantes para rellenar los cupos.

2.30 horas. Nueva carga, esta vez junto a la calle Amparo, a cincuenta metros. Un grupo de vecinos increpaba a los policías sentados en una terraza. «Han venido y han comenzado a golpearnos, nos hemos tenido que refugiar en el bar y en un portal», señaló Diana. Junto a ella, Matilde, de 54 años, mostraba las heridas de tres de sus amigas. Aún dio tiempo a un amago de carga más. Aunque, en este caso, era para retomar terreno porque a uno de los policías se le había caído el móvil y una libreta en medio de las carreras. Finalmente, a las 3.00 y entre los gritos de «fuera  del barrio» lanzados por medio centenar de vecinos, los antidisturbios abandonaron Lavapiés. Uno de ellos saludaba desde la ventana como si dijese «hasta la próxima».