INFO

El fútbol, al límite

El fútbol es algo más que un deporte y de ello da fe la laxitud con que Hacienda trata a los clubes. Pero en un contexto de desempleo generalizado y crisis prolongada, la deuda de los equipos con las arcas públicas, así como millonarios fichajes como el de Gareth Bale, desafinan más que nunca.

Según el Madrid, el fichaje de Bale ha costado 91 millones de euros; según el Tottenham, 101. (Pierre-Philippe MARCOU/AFP)

Las recientes palabras del entrenador del F.C. Barcelona, Gerardo ‘Tata’ Martino, sobre el fichaje del galés Gareth Bale por parte del Real Madrid han sido motivo de polémica en los últimos días. Concretamente, el preparador blaugrana declaró que le parecía «casi una falta de respeto para el mundo» la cantidad de dinero que el club blanco ha pagado por la estrella del Tottenham –101 millones de euros según el Tottenham, 91 según el Madrid-. Si bien se puede reprochar al entrenador argentino el no ver la viga en su propio ojo –esta misma temporada el Barça se ha dejado unos 60 millones en Neymar–, resulta difícil acusarle de falta de sentido común. Sin ir más lejos, el montante del fichaje de Bale equivale a todos los recortes realizados por el Gobierno español en las universidades públicas a lo largo de 2012.

De sentido común es, por lo tanto, cuestionarse estos fichajes millonarios en un contexto de crisis, teniendo en cuenta, además, la multimillonaria deuda que arrastran los clubes de fútbol del Estado español –sin olvidar que siete de los diez fichajes más caros de la historia del fútbol son cosa de Madrid y Barça–. En total, 4.114 millones de deuda, una de las más altas de todo el mundo. Pero la «falta de respeto» a la que se refirió el ‘Tata’ Martino es todavía mayor si se considera que de dicha deuda, 610 millones de euros se deben a Hacienda, es decir, a las arcas públicas. La misma cantidad de dinero que el Estado español recortó en 2012 en investigación científica y tecnológica.

La nueva directiva de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), encabezada por el que fuera abogado de Dimitry Piterman, Javier Tebas, se ha apresurado, junto al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, a anunciar a bombo y platillo que la fiesta se ha acabado y que esta vez, citando al ministro José Ignacio Wert, «las deudas del fútbol se las va a pagar el fútbol».

Pero está por ver el alcance de estas intenciones, que solo el tiempo permitirá saber si se traducen en medidas efectivas o se quedan en meros brindis al sol. De momento, la medida más mediática ha sido la demanda de la Fiscalía contra Leo Messi por presunto fraude fiscal, algo más cerca del brindis que otra cosa. Sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de grandes estrellas de la Liga no constan como residentes en el Estado español, pese a llevar años jugando en la LFP. Algo permitido por la conocida como Ley Beckham –ya que su aprobación por decreto coincidió con la llegada del jugador inglés al Real Madrid– y que permite a las estrellas de la Liga, con sueldos que llegan a superar los 10 millones de euros, tributar a un tipo general fijo del 23%, en vez del 43% que les correspondería como trabajadores de renta alta.

Pero más allá de declaraciones llenas de buenas intenciones, lo cierto es que resulta complicado creer que los clubes de fútbol conseguirán saldar toda su deuda, teniendo en cuenta que la situación no hace más que empeorar, con no pocos equipos en concurso de acreedores. De hecho, las medidas adoptadas hasta ahora por la LFP tratan simplemente de que esta deuda deje de aumentar, sin explicar cómo se pagará lo que ya se debe. La dificultad se acrecienta en los pequeños equipos, víctimas –entre otras cosas– de un sistema de reparto de los derechos televisivos sin parangón en Europa, en el que F.C. Barcelona y Real Madrid se llevan cerca del 50% del pastel –unos 150 millones de euros–, condenando la Liga a cosa de dos.

Así las cosas, conviene no descartar un nuevo rescate al fútbol español, que sería el tercero de la historia reciente, después de los de 1985 y 1992. Unos rescates y reformas con los que se pretendió poner fin al descontrol imperante en las finanzas del fútbol, pero que apenas funcionaron como una amnistía para clubes y gestores que, de no tratarse del deporte rey, llevarían años en bancarrota. Pero claro, ¿alguien se imagina un Estado español sin fútbol? El precedente no resulta demasiado estimulante: en 1995 el Celta y el Sevilla fueron administrativamente descendidos a la Segunda División B por sus deudas, medida que la LFP canceló, obligando a la Liga de 20 equipos a 22.